3 lecciones poderosas que aprendí sobre el amor de Dios al tener una compañera de misión con depresión

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Durante mi servicio como misionera de tiempo completo, tuve la bendición de servir cercanamente con personas que conmovieron mi vida de maneras únicas. Muchas de estas personas atravesaban pruebas emocionales, como la ansiedad y la depresión. Una de ellas era mi compañera.

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Para algunos misioneros, la depresión y la ansiedad era lo que experimentaban por primera vez durante su servicio. En el caso de mi compañera, ella estuvo lidiando con la depresión por muchos años y era muy buena para comunicarse conmigo y trabajar a través de los altibajos. Servir con ella fue realmente muy reconfortante para mí en diferentes aspectos. Lo que aprendí de ella me bendijo espiritual y emocionalmente, más tarde en mi misión y en mi vida después de la misión.

Si bien aprendí mucho sobre la salud mental y el bienestar emocional por medio de estas experiencias, lo que más valoro es lo que aprendí sobre el infinito amor de Dios por cada uno de nosotros como Sus hijos e hijas. Si eres o no un misioneros, ya sea que hayas experimentado o no la depresión, creo que estas son verdades importantes que todos necesitamos recordar.

1. Solo porque el amor de Dios se sienta muy lejos, no significa que Él no esté cerca

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A veces, cuando estamos tristes, desanimados o deprimidos, nos sentimos distantes de Dios. Es una parte de ser humano que todos experimentamos en cierto punto. Pero, las enfermedades mentales crean especialmente una sombra que bloquea nuestra capacidad de sentir el Espíritu de la manera en que lo haríamos normalmente.

Si bien nos podríamos sentir más distantes de Dios durante estos tiempos que en otros momentos de nuestras vidas, el Élder Jeffrey R. Holland testifica que en esos momentos Dios está más cerca de nosotros. En una reciente publicación de Facebook, escribió: “Se puede decir que Dios podría amarnos más en esos momentos que en cualquier otro, que Él está más cerca de nosotros en esos momentos que en cualquier otro.”

Mientras sigamos buscando a Dios. Incluso, en nuestros momentos más difíciles, Él nos ayudará a sentir Su amor. Y, en los momentos en que luchemos para sentirlo por nosotros mismos porque una enfermedad mental está impidiéndolo, Él nos enviará personas para ayudarnos y elevarnos. A veces, sentimos más el amor de Dios por medio de los demás.

Un ejemplo de esto lo experimenté al final de un día particularmente difícil cuando mi compañera y yo nos arrodillamos a los pies de nuestras camas para hacer nuestras oraciones personales. Cuando terminé de orar, pude escuchar que mi compañera lloraba en voz baja al frente de la habitación. Sentí la necesidad de poner mi brazo a su alrededor, pero lo dudé porque no quería interrumpirla por si estaba teniendo alguna experiencia espiritual. Cuando tuve la impresión nuevamente, gateé a lo largo de la alfombra, me arrodillé a su costado y puse mi brazo alrededor de sus hombros. Me miró con lágrimas corriendo por su rostro y susurró: “Literalmente, estaba orando para sentir el brazo del Señor a mi alrededor.”

El Presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Dios nos tiene en cuenta y vela por nosotros; pero por lo general, es por medio de otra persona que atiende a nuestras necesidades.” En los tiempos difíciles, podemos acudir a los demás por amor y apoyo cuando estemos luchando para sentir el amor de Dios por nuestra cuenta. Además, debemos considerar que cuando seguimos el Espíritu, podemos ser los brazos del Señor al ayudar a los demás a sentir Su amor cuando lo necesiten más. Si eres alguien que está brindando consuelo o eres consolado. Probablemente, te darás cuenta de que el amor de Dios está más cerca de lo que crees.

2. Porque Dios nos ama, Él desea que utilicemos los recursos disponibles para nosotros y cuidemos de nosotros mismos

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El Padre Celestial no espera que superemos nuestros desafíos sin ayuda. Los recursos que Él nos ha proporcionado son evidencia de lo mucho que nos ama. Cosas diferentes funcionan para personas diferentes, pero lo que observé como la compañera de alguien que luchaba contra la depresión, la medicación y las terapias realmente puede ser de gran ayuda.

En su mensaje, “Como una vasija quebrada,” el Élder Jeffrey R. Holland dijo:

“Si tuvieran apendicitis, Dios esperaría que pidieran una bendición del sacerdocio y que obtuvieran la mejor atención médica disponible; lo mismo se aplica a los trastornos emocionales. Nuestro Padre en los Cielos espera que usemos todos los maravillosos dones que Él nos ha proporcionado en esta gloriosa dispensación.”

Incluso, si no estamos deprimidos clínicamente, este principio sigue siendo verdadero. El Padre Celestial desea que nos cuidemos. A veces, esto significa que necesitamos tomar una siesta. O, tal vez, necesitamos alimentarnos mejor o ejercitarnos más. Si nos sentimos distantes de Dios o si nos sentimos desanimados o deprimidos, existen cosas que podemos hacer para ayudar a mejorarlo. Es difícil sentir el Espíritu o sentir el consuelo celestial cuando estamos hambrientos, cansados o enfermos. Quizá, no podamos arreglar todo o erradicar completamente lo que no sentimos, pero a medida que utilicemos los recursos disponibles para nosotros para crear un equilibrio saludable en nuestras vidas, podemos colocarnos en una mejor posición para sentir el amor de Dios.

3. El amor de Dios no es algo que podamos ganar o perder

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Como misioneros, padres, líderes o solo personas normales intentamos vivir al nivel de lo que creemos se espera de nosotros, es fácil sentir que no damos la talla. A veces, incluso podríamos encontrarnos creyendo que si no hacemos suficiente, el Padre Celestial nos amará menos.

Si bien es verdad que somos bendecidos por guardar los mandamientos, el amor que Dios tiene por nosotros como Sus hijos no es algo que podamos ganar o perder. La hermana Joy D. Jones explicó: “Si pecamos, seremos menos dignos, ¡pero nunca tendremos menos valor! Sigamos arrepintiéndonos y procurando ser como Jesús sin que se altere nuestro valor… No importa lo que ocurra, siempre tendremos valor en la vista de nuestro Padre Celestial.”

A veces, también podemos pensar erróneamente que para sentir el amor de Dios, necesitamos ser felices todo el tiempo. O, que, porque tenemos el evangelio, debería hacernos felices todo el tiempo. Mi compañera luchaba, en ocasiones, porque les enseñábamos a las personas que el evangelio las haría felices – y, sin embargo, le resultaba difícil sentir esa felicidad por sí misma.

Aprendimos que está bien no estar bien. Dios no nos ama menos por sentirnos tristes o quebrantados. Sí, el evangelio es un evangelio de alegría, pero eso no garantiza la felicidad todo el tiempo. Experimentar dolor y pesar aquí, en la mortalidad, es parte del plan de Dios. La clave es que tener el conocimiento del evangelio es lo que puede darnos esperanza y ayudarnos en los momentos más difíciles de nuestras vidas.

El Presidente Thomas S. Monson dijo:

“Mis queridos [hermanos y] hermanas, su Padre Celestial los ama, a cada uno de ustedes. Ese amor nunca cambia, y en él no influye su apariencia, sus posesiones ni la cantidad de dinero que tengan en su cuenta bancaria. No lo cambian sus talentos y habilidades; simplemente está allí. Está allí para cuando se sientan tristes o felices, desanimados o esperanzados. El amor de Dios está allí ya sea que sientan que merezcan amor o no; simplemente siempre está allí.”

Entonces, en lugar de decirnos que necesitamos ser más fuertes, felices o justos para que Dios nos ame, recordemos que Dios nos ama ahora, así como somos. A medida que hagamos nuestro mejor esfuerzo y confiemos en la expiación de Jesucristo, también podemos encontrar esperanza al saber que no tenemos que quedarnos con lo que somos, el cambio es posible, y se avecinan tiempos más felices.

Artículo originalmente escrito por Lucy Stevenson y publicado en ldsliving.com con el título “3 Powerful Lessons Having a Mission Companion with Depression Taught Me About God’s Love.”

Comentarios
Su artículo me ha dado un descanso Precisamente estoy en una situación temporal que me hace sentir " abandonada" por el Señor. Hoy aplicaré además de mi fe, la acción para buscar ayuda! Gracias!
Bernardita

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