Hace muchos meses, el Presidente Russell M. Nelson de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días invitó a todos los adolescentes de todo el mundo a unirse a un ayuno de siete días de las redes sociales.
“Todos publican sus imágenes más divertidas, atrevidas y emocionantes,” dijo el Presidente Nelson en su transmisión mundial, “las cuales crean la impresión errónea de que todos menos ustedes llevan una vida divertida, atrevida y emocionante. Gran parte de lo que aparece en tus diferentes fuentes de redes sociales está distorsionado, si no es falso. Así que ¡Tomen un descanso de siete días de lo que es falso!”
Como padre de adolescentes y obispo de nuestro barrio Woodstock, Virginia, decidí darle la oportunidad al desafío. Aunque dependo de las redes sociales para trabajar y estar en contacto con mis lectores, confieso que no soy diferente a la mayoría de adolescentes y que, a veces, paso demasiados minutos – perdón, horas – desplazándome por el mundo de los videos de gatos y fotos con filtro.
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Comencé mi ayuno con una simple publicación en Facebook, Twitter e Instagram explicando lo que estaba haciendo y por qué parecería que me secuestraron por una semana. Al final del primer día, me hubiera gustado que me hubieran envuelto con cinta de embalar y metido en una maletera. “¡Toma mi billetera!” les grité a mis secuestradores imaginarios. “¡Sólo no toquen mis fuentes de noticias!”
El segundo día, me di cuenta de que mis dedos intentaban abrir involuntariamente las aplicaciones de redes sociales, tuve que eliminarlas de mi teléfono móvil. Fue difícil decir adiós y, extrañamente, se sintió como un funeral.
Estaba de luto.
Afortunadamente, a medida que los días pasaban, los tics se desvanecieron y aprendí que eso duraría más que cualquier actualización de estado.
Tal vez, lo más sorprendente fue que me di cuenta de cuan afectado se ve mi trabajo cuando Facebook me distrae. Sin notificaciones apareciendo como invitados inesperados e hiperactivos en la puerta de mi casa y con mis fuentes de noticias fuera de mi alcance con un clic, encontré el enfoque para empezar los proyectos de escritura olvidados por mucho tiempo.
Hablando de distracciones, a mitad del ayuno, fui a pescar con mis hijos a uno de nuestros ríos favoritos. Cuando mi hijo menor pescó la lubina más pequeña que haya visto en un anzuelo, mi primer pensamiento fue tomar una foto y publicarla en Facebook e Instagram. #Mobydick #RécordMundialDePesca
En lugar de eso, tomé rápidamente una foto para su madre y lo ayudé a liberar al pez. ¿Qué importa si 100 personas no le dieron me gusta a la foto? A mamá le encantó.
En el momento en que caminaba por los pasillos de un supermercado y vi a una mujer que conocía, mi primer pensamiento no fue felicitarla por su último video gracioso, sino felicitar a su pequeño por comportarse tan bien en el carrito de compras.
Cuando tuvimos invitados para probar los famosos tacos fritos de mi esposa, disfruté realmente la comida caliente en lugar de tomar una foto y comer los tacos a temperatura ambiente.
Leí. Dejé mi teléfono en otra habitación mientras veía una película. Les gané a mis hijos en un ruidoso juego de Uno.
Luego, cuando terminó mi semana, en vez de sumergirme nuevamente en el océano de las redes sociales, extendí mi “descanso de lo que es falso” un día más, sólo porque podía.
Sí, las redes sociales pueden ser una fuerza maravillosa para el bien. Sinceramente, disfruto ver las fotos de mis viejos amigos alrededor del mundo. Me encanta tener actualizados a mis seguidores sobre mis libros, proyectos de video o compartirles los enlaces de mi columna más reciente, como ésta.
A menudo, un amigo publica fotos geniales y en primer plano del versículo de las escrituras que está estudiando ese día. ¿Por qué no darle me encanta, me gusta o compartir sobre eso?
No, las redes sociales no son malas. En la cultura de 24/7 de hoy, siempre activa, los inventos digitales que nos rodean no son distracciones por naturaleza, los hacemos así.
¿Eres adicto a las redes sociales? No culpes a Zuckerberg, recibe la moderación con los brazos abiertos. ¿Pasas mucho tiempo en Snapchat? Dale un respiro a la aplicación. Estará allí cuando vuelvas.
Cuando acepté el desafío, no imaginé cuánto lo disfrutaría y cómo cambiaría mi enfoque con respecto a las aplicaciones que permitimos que controlen nuestras vidas. Recodar que las redes sociales están para servirnos y no al contrario, puede ser la mejor lección de todas.
Ya sea que pertenezcas a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días o no, el valor es el mismo. Te invito a poner a prueba el desafío del Presidente Nelson.
Intenta ayunar siete días de las redes sociales. Las lecciones podrían sorprenderte.
Artículo originalmente escrito por Jason F. Wright y publicado en ldsliving.com con el título “What One Bishop Learned Accepting President Nelson’s Challenge.”