Cuando mi familia regresó de un viaje corto al sur de Utah el último fin de semana, vi un letrero de uno de los sitios históricos de la Iglesia, el Fuerte Cove. Instantáneamente, mi mente se remontó más de una década, tiempo en el que aprendí una de las lecciones más importantes de mi carrera como un joven periodista asignado a entrevistar al Presidente Gordon B. Hinckley en el fuerte restaurado que su abuelo construyó en 1867.
El evento de 1966 se organizó para dar la bienvenida a los participantes de un desfile de 75 carruajes, que partió de Logan, Utah, a principios del mes y estaba cruzando el estado al estilo pionero en carruajes jalados por caballos. Mientras que la caravana de carruajes cruzaba Utah, el Presidente Hinckley estaba visitando a los miembros de la Iglesia en 17 países en 2 continentes, dedicando el templo de Hong Kong y abriendo camino para otro, en España.
Durante este tiempo, estaba en Salt Lake City intentando aprender cómo hacer mi trabajo. El Fuerte Cove fue mi primera asignación fuera del Fuerte Wasatch. Mi editor me dio dos instrucciones. Primero, dijo, trae una buena historia. Segundo, “mantente alejado del rostro del Presidente Hinckley.”
Llegué al Fuerte Cove a tiempo. Sin embargo, la caravana de carruajes se retrasó. Así que acepté la invitación de refrescarme en una casa local.
No había pasado mucho tiempo ahí cuando el Presidente y la hermana Marjorie P. Hinckley entraron a la sala. La hermana Hinckley se sentó en un sofá a mi lado, el Presidente Hinckley se sentó en una silla cercana. Después de las presentaciones, la secretaria del Presidente Hinckley me dijo: “Mientras esperamos, ¿tiene alguna pregunta para el Presidente Hinckley?”
Mi mente quedó en blanco. No tenía ninguna pregunta. Intenté pensar en una rápidamente.
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Pero, en lugar de pensar en las preguntas, seguía escuchando las instrucciones de mi editor. “Mantente alejado del rostro del Presidente Hinckley.” Sin duda, sabía que un buen periodista de Church News tendría una pregunta para el presidente de la Iglesia, así que pensé con más esmero. Comencé a sentir que mi cabeza estaba caliente. El pánico se apoderó de mi cuerpo. Estaba mareado.
Finalmente, dije, “no.”
El Presidente Hinckley me miró con gran empatía. También sabía que un buen periodista de Church News tendría una pregunta para el Presidente de la Iglesia.
“¿Te gustaría saber sobre la historia de mi familia en el Fuerte Cove?” preguntó.
“Sí,” respondí.
En 1867, Brigham Young envió al abuelo del Presidente Hinckley, Ira N. Hinckley, a construir el fuerte en Cove Creek en el sendero muy transitado desde Salt Lake City hasta el sur de Utah, explicó.
Y así continuó la entrevista, con el Presidente Hinckley haciendo y respondiendo las preguntas. Finalmente, el Presidente Hinckley dijo, “Creo que debería hacerlo.”
Dentro de una hora, el Presidente y la hermana Hinckley se unieron a la caravana. Luego, el Presidente Hinckley se dirigió a 10,000 personas, la multitud más grande que alguna vez se reunió en el Fuerte Cove. Sin embargo, me sorprendió la sensación de que el Presidente Hinckley, un hombre que dirigía una Iglesia de millones de personas, también se preocupó por ese uno.
Eso es lo que sé ahora, que no sabía hace más de dos décadas. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una Iglesia de 16 millones de personas que buscan y reciben inspiración, actúan con fe y son fortalecidas por otros que se acercan a ese uno.
De eso se dio cuenta el Presidente Kevin B. Pack de la misión Madrid, España, después de viajar con el Élder David A. Bednar en mayo de 2016.
“Lo que me impactó no fue tanto lo que dijo, sino lo que observé que hizo,” dijo el Presidente Pack. “A dondequiera que iba, me di cuenta de que buscaba oportunidades para ministrar a ese ‘uno.’”
“Esa persona era diferente a dondequiera que iba,” siguió el Presidente Pack. “Ese uno incluyó a un obispo que dirigía a una pequeña congregación y que sentía el peso de su llamamiento; un misionero que quería saber si en verdad era llamado por Dios; un miembro menos activo que conoció en la calle de Las Palmas; un no miembro de la Iglesia que necesitaba saber algo para creer; e, incluso, mis propios hijos. Creo que el Élder Bednar llegó a España para ministrar a las personas y lo observé de primera mano en varias oportunidades mientras estaba acompañándolo.”
También fui testigo de esto cuando tuve la oportunidad de escribir sobre los hombres y las mujeres llamados a liderar La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ellos predican a miles de personas mientras ministran a ese uno.
A veces, ese uno es alguien que conocen en un avión o en un aeropuerto o en la capilla. A veces, es una persona que invitan a su oficina o el niño que escogen de una congregación. A veces, ese uno soy yo.
“Una característica distintiva de la Iglesia verdadera y viviente del Señor será siempre un esfuerzo organizado y dirigido a ministrar a los hijos de Dios individualmente y a sus familias. Puesto que esta es Su iglesia, nosotros, como Sus siervos, hemos de ministrar a la persona en particular, tal como Él lo hizo. Ministraremos en Su nombre, con Su poder y autoridad, y con Su amorosa bondad” (Presidente Nelson, “Ministrar con el poder y la autoridad de Dios”, abril de 2018).
Artículo originalmente escrito por Sarah Jane Weaver y publicado en thechurchnews.com con el título “What President Hinckley taught me in an interview where he asked — and answered — all the questions.”