Tengo esta lista de todas las preguntas que quiero hacer cuando muera. Puede parecer mórbido pensar en mi muerte tan a menudo, pero en realidad deseo saber las respuestas a preguntas como: ¿Es real el tesoro de la Isla del Roble? ¿Qué le pasó a Amelia Earhart?
Por supuesto, también tengo preguntas relacionadas con el Evangelio, como ¿Por qué se instituyó la poligamia? ¿Dónde tuvo lugar la geografía del Libro de Mormón? Y ¿Por qué se restringió el sacerdocio durante los primeros días de la Iglesia?
Creo que tenemos preguntas que nos gustaría hacer cuando lleguemos al cielo, preguntas relacionadas con el Evangelio o no. En mi opinión, creo que las preguntas nos ayudarán a crecer y aprender a medida que demos el siguiente paso en nuestra existencia eterna.
Sin embargo, escuché, en más de una ocasión, que cuando lleguemos al cielo, no deberíamos tener ninguna pregunta.
Escuché algunas razones al respecto: 1) nuestras mentes se acelerarán y sabremos las respuestas a todas nuestras preguntas y 2) si somos justos, no tendremos ninguna pregunta.
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Intenté buscar enseñanzas de los líderes de la Iglesia o de las Escrituras que apoyaran estas dos razones, pero nunca encontré una fuente que indicara específicamente que no tendremos preguntas después de morir.
Sin embargo, encontré Escrituras y mensajes que apoyan la idea de que aprendemos y crecemos a lo largo de toda nuestra existencia, incluso después de la muerte.
Después de Su crucifixión y muerte, el Salvador pasó tiempo en el mundo de los espíritus. Sabemos por DyC 138 que el Salvador visitó a Adán y Eva, Isaías, Noé, Daniel y muchos otros profetas y muchos otros “seres poderosos” (DyC 138: 38).
Cuando el Salvador visitó a los justos en el mundo de los espíritus, Él, “instruyó, y les dio poder para levantarse, después que él resucitara de los muertos, y entrar en el reino de su Padre, y ser coronados allí con inmortalidad y vida eterna” (DyC 138: 51).
Los profetas Santos de los Últimos Días también testificaron que el aprendizaje continúa más allá de la tumba. Como Brigham Young también dijo, “Nunca dejaré de aprender mientras viva ni cuando llegue al mundo de los espíritus, pero allí aprenderé con mayor facilidad.”
Sin embargo, el proceso de aprendizaje será diferente en el cielo que en la tierra, como dijo el Élder Orson Pratt:
“Tengo fe en que seremos liberados, en el próximo mundo, en gran medida, de los métodos de pensamiento estrechos y contraídos. En lugar de pensar en un canal, y seguir cierto curso de razonamiento a fin de encontrar cierta verdad, el conocimiento se precipitará desde todos los rincones; vendrá como la luz que irradia del sol, penetrando cada parte, informando al espíritu y dando comprensión acerca de diez mil cosas al mismo tiempo; y, la mente será capaz de recibir y retener todo.”
Es maravilloso darse cuenta de que hay mucho más que aprender después de morir y que todas las preguntas serán respondidas.
Artículo originalmente escrito por Katie Lambert y publicado en ldsliving.com con el título “Will We Have Questions in Heaven? Should We?”