Cuando tu hijo decide no servir en una misión

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Nota del editor: No todas las familias reaccionan igual ante un hijo que decide no servir en una misión y este sitio web no está recomendando que exista una sola manera de dirigirse a un hijo que no vaya a la misión. Las experiencias que se resaltan en este artículo son variadas y esperamos que les den a los padres de aquellos que deciden no servir en una misión una idea de cómo abordar la decisión de su hijo.

Tyler* y su padre, Ron*, estaban sentados al lado de la piscina en su patio trasero cuando Ron hizo la pregunta que Tyler temió gran parte de su vida: “Tyler, ¿vas a servir en una misión?”

“Siempre sentí ansiedad por servir en una misión desde que era adolescente. Y, cuando me decían: ‘Oh, vas a ir a la misión, ¿verdad?’ Respondía algo así: ‘Si, creo’. Pero, en el fondo, nunca sentí algo como: ‘Sí, voy a servir en una misión”, compartió Tyler.

Sin embargo, Tyler no le pudo decir estas palabras a su padre: “Sí, serviré en una misión”. Así que dijo la verdad.

“Dije: Papá, probablemente no”, recordó Tyler.

Al igual que cualquier otro padre preocupado, Ron de inmediato hizo otra pregunta: “¿Por qué no?”

Por primera vez en 18 años, Tyler compartió con su padre la verdadera razón por la que no iba a ir a la misión. No se debía a que Tyler sintiera temor a la obra. No se debía a que Tyler no tuviera un testimonio. No se debía a que primero iba a ir a la universidad. No se debía a que no fuera digno ni estuviera preparado. Tyler compartió la verdadera razón por la que oró y recibió la respuesta.

“Dije: ‘No siento la necesidad de ir’”, compartió Tyler.

Esas palabras fueron verdaderas, pero el temor a las reacciones de vergüenza y decepción de los demás impidieron que Tyler las dijera durante tanto tiempo. Sin embargo, el hecho es que Tyler no está solo. Muchos Santos de los Últimos Días han sentido el mismo temor y han visto reacciones similares a su decisión de no ir a la misión.

Aquí, compartiremos algunas ideas de aquellos que han experimentado esto:

La historia de Andrew

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Andrew* y su familia siempre fueron muy activos en la Iglesia. Pero, cuando Andrew cumplió 17, le comenzó a molestar que las personas le preguntaran: “¿Cuándo irás a la misión?”

“No tenía un testimonio propio. A pesar de orar y leer las Escrituras, no sabía si la Iglesia era verdadera y no me gustaba que los demás planearan dos años de mi vida por mí. Nadie me preguntó qué quería”, dijo Andrew.

Patrick Mason, un erudito y escritor Santo de los Últimos Días, está de acuerdo en que existen expectativas culturales dentro de la Iglesia que convierten la misión en algo que marca un antes y un después, así que es natural que la familia y los miembros del barrio deseen que los jóvenes sirvan. Sin embargo, una misión sigue siendo una experiencia muy personal y espiritual, y es importante que los jóvenes tengan un testimonio antes de ir.

“No los envías sin prepararse. El testimonio que obtienes en la misión es diferente a cualquier otra cosa que experimentarás, pero la misma Iglesia ha dicho que la misión no es el lugar donde comienzas a obtener un testimonio acerca de la misma. No debemos esperar que la misión sea un lugar apropiado a donde deben ir los jóvenes que todavía no tienen ese testimonio”, dijo Mason.

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No obstante, Andrew no había compartido con sus padres que todavía no tenía un testimonio. Y, a medida que se acercaba a la edad de 19 años, la presión aumentaba para que sirviera en una misión.

Andrew era el hijo mayor de su familia y sentía que debía ser un buen ejemplo para sus hermanos al ir a la misión. Sus padres suponían que iría y él no sabía cómo decirles que no lo haría. Así que decidió encontrar una manera de evitar la inminente sensación de decirles a sus padres que no iría a la misión.

Unos meses antes de cumplir 19 años, Andrew se unió al ejército.

“Mis padres lo manejaron muy bien. Se sorprendieron mucho de que nunca hubiera expresado mis sentimientos. Sentía mucho miedo de decepcionarlos”, dijo Andrew acerca de su decisión de unirse al ejército en lugar de servir en una misión.

Sin embargo, algunos miembros del barrio de Andrew no respondieron de la misma manera que sus padres. “Hubo rumores de que no serví en una misión porque había cometido un pecado grave, pero eso no era cierto”, dijo Andrew.

Mason está de acuerdo en que la suposición de un “pecado grave” puede ser especialmente hiriente para aquellos que deciden no servir en una misión.

“No podemos suponer que todo se trata de la dignidad. Solo porque no vayan a una misión no significa que estén haciendo algo malo. A veces, los jóvenes se sienten tan presionados por la cultura que piensan que no pueden hablar con nadie sobre cómo se sienten”, dijo Mason.

Tener que enfrentar los rumores y las suposiciones todas las semanas afectó a Andrew. “Fue doloroso para mí y mi familia, y me hizo sentir que ya no quería volver a la Iglesia”, dijo.

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Lamentablemente, Andrew no asistió a la Iglesia durante 10 años. No fue hasta que cumplió casi 30 años que comenzó a ir a la Iglesia nuevamente. Con el tiempo, Andrew superó los sentimientos persistentes de enojo y vergüenza que los rumores le causaron y comenzó a construir su testimonio y se volvió a activar. Finalmente, hace 28 años, Andrew conoció a su esposa y se sellaron en el templo.

Ahora, Andrew como un miembro activo de la Iglesia recuerda y comparte lo que su experiencia le enseñó sobre lo que los padres deben hacer para apoyar a los jóvenes que deciden no servir en una misión.

Primero, Andrew aconseja que los padres conversen con sus hijos sobre la decisión de servir en una misión.

“No supongan nada. Pregúntenles cómo se sienten con respecto a servir en una misión y bríndenles un lugar seguro para expresar sus preocupaciones sin decepcionar a nadie”, dijo Andrew. Y si un padre se siente decepcionado con la decisión de su hijo de no servir en una misión, Andrew dice que recuerden que “hay muchas personas maravillosas que no sirvieron en una misión y siguen siendo miembros fieles de la Iglesia”.

“A veces, nos fijamos en un aspecto particular de la vida de una persona. Especialmente, en aquellas cosas que se definen como logros, como ir a la misión, ir al templo o casarse en el templo. Incluso si queremos evitar la mentalidad de una casilla de verificación, todavía existe la sensación de que estas son las cosas que te definen como una buena persona, un buen miembro de la Iglesia, etc. Debemos resistir la tentación de reducir a las personas a esos marcadores de logros y enfocarnos en todas las cosas maravillosas de esa persona, todos los dones maravillosos de esa persona, todas las cosas que puede hacer esa persona. En lugar de centrarnos en lo que no hacen, en lugar de centrarse en lo que están haciendo, lo que pueden hacer y su potencial”, dijo Mason.

La historia de Katelyn

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Katelyn* estaba en el segundo año de universidad cuando el Presidente Thomas S. Monson hizo el anuncio histórico de que los límites de edad para servir en una misión habían cambiado para los hombres y las mujeres.

“Como una mujer de 19 años de edad, pensé que tenía un par de años más para decidir si servir en una misión era el camino correcto para mí. Pero, de repente, podía servir en una misión ahora mismo”, recordó Katelyn.

Aunque Katelyn dudó, se preguntó si una misión a los 19 años era el camino que debía tomar, sus padres creyeron que esta nueva edad para los misioneros significaba que se suponía que Katelyn debía servir en una misión de inmediato. Katelyn recuerda que sus padres la acusaron de avergonzar a la familia y de no ser agradecida por las bendiciones que el Señor le había dado.

“Cuando todavía dudaba, me echaron de la casa y se negaron a pagar mis estudios”, dijo Katelyn.

Ante tal ultimátum, Katelyn no sabía qué más hacer así que envió sus papeles de misión.

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Katelyn dice que no se arrepiente de haber servido en una misión. Si bien no regresó de la misión antes de tiempo, ha visto a muchos hacerlo porque se sintieron presionados a servir por sus padres.

Esta presión que los padres pueden ejercer sobre sus hijos para servir en una misión. Especialmente, cuando se aplica de maneras extremas, proviene de un sentimiento de orgullo en el que los logros de un hijo se reflejan en los padres.

Ante esto, Mason dice: “¡Basta! Dejen de ejercer un dominio injusto. Eso es exactamente lo que es. Tenemos escrituras sobre eso en Doctrina y Convenios 121. No se trata de ustedes. Si su hijo va o no a la misión, no se trata de ustedes. Todos los padres sienten que sus hijos son, en muchos aspectos, el reflejo de ellos mismos. Pero, por último, no se trata de ustedes. Es su decisión, en su vida, es su libre albedrío. Tenemos  una teología muy poderosa al respecto. Los méritos de sus hijos no se tratan de ustedes y ninguna decisión con la que estén en desacuerdo tampoco se trata de ustedes; especialmente, en la edad adulta. Los méritos de sus hijos no se tratan de ustedes”.

Katelyn espera que otros padres se tomen el tiempo de escuchar y hablar con sus hijos sobre la decisión de servir en una misión en lugar de castigarlos por tomar una decisión con la que no estén de acuerdo. Asimismo, espera que los padres no utilicen el hecho de que sus hijos hayan servido en una misión como una especie de trofeo o fuente de orgullo.

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“Mi consejo es que los padres amen a sus hijos así sirvan o no en una misión. No los avergüencen si no van a la misión. No los presionen a servir para preservar el honor de la familia o para que mantengan una buena imagen ante los demás”, dijo Katelyn.

Mason también sugiere que los padres reconsideren la forma en que hablan acerca de sus hijos que sirvieron en una misión.

“En lugar de decir: ‘Todos mis seis hijos fueron a la misión’, eso se trata de ti, es una declaración de orgullo y de lo que lograste como padre. No creo que esa sea una buena manera de ver eso. ¿Qué hubiera sucedido si uno de ellos no hubiera ido a la misión?”

Si un hijo no sirve en una misión, “No lo reduzcas a lo que no hizo. En cambio, encuentra otra forma positiva de hablar sobre él. Cuando este tema surja en la Iglesia, puedes decir: ‘Sí, cinco fueron a la misión y uno es profesor”, en lugar de expresarlo con un tono de remordimiento o lamento por lo que no hizo, piensa en las cosas asombrosas que está haciendo”.

Tyler

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Ron, el padre de Tyler, dijo que a medida que crecía, se esperaba que los jóvenes sirvieran en una misión. Al igual que Andrew lo experimentó, a medida que Ron crecía, había un estigma de pecado relacionado con los jóvenes que no servían en una misión así que “no ir, no era una opción”, recuerda Ron.

Sin embargo, mientras estaba en la misión, Ron vio lo difícil que podía ser para los misioneros que no deseaban estar en la misión pero se sintieron presionados a ir de todos modos.

“A veces, puede ser bueno servir en una misión en una situación como esa y, otras veces, no. Asimismo puede ser muy difícil para sus compañeros porque sirven con alguien que no quiere estar ahí”, dijo Ron.

Mientras pensaba en esos misioneros mientras estaba sentado junto a la piscina con su hijo esa tarde de verano. Ron se sintió orgulloso de que Tyler tuviera la valentía de ser sincero con respecto a su decisión de no servir en una misión.

Sin embargo, también se sintió un poco triste por la decisión de su hijo.

“No me decepcionó. Solo me sentí triste… quería que Tyler sirviera en una misión porque sé que lo hará una mejor persona, pero esa debe ser su decisión”, dijo Ron.

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Mason dice que esta es una respuesta bastante normal de los padres de los jóvenes que no van a la misión:

“Aquellos de nosotros que hemos servido en una misión sabemos que, en su mayoría, es una experiencia extraordinaria, por lo que es natural lamentarnos cuando alguien decide no tener ese tipo de experiencia que fue tan poderosa que nos moldeó. No debemos criticar a los padres o miembros de barrio que se lamentan de que otras personas no vayan a la misión porque tuvieron esa gran experiencia y desean que los demás también la tengan. No hay nada de malo en querer que alguien vaya a la misión”, dijo.

La madre de Tyler, Laura*, también se siente orgullosa de la decisión de su hijo de ser sincero acerca de no servir en una misión. Al saber que la decisión es personal, Laura decidió, mucho antes de que Tyler tuviera la edad suficiente para servir, que si sus hijos decidían servir o no en una misión, los apoyaría.

“No me siento devastada porque no vaya a la misión. Me siento orgullosa por levantarse y decir: ‘Esto no es para mí’”.

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Mason dice que cuando un hijo decida no servir en una misión, una de las cosas más importantes que debemos hacer es proporcionar entornos que nutran su testimonio.

“Quizá vayan a la misión unos años más tarde. Tal vez, no vayan, pero deseamos que sean miembros activos de la Iglesia a largo plazo y no se sientan discriminados porque no tuvieron esta experiencia a la que renunciaron por completo”, dijo Mason.

Para Tyler, la decisión de no servir en una misión ha sido muy difícil, especialmente después de ver  a muchos de sus amigos ir a la misión. Pero, todavía siente que servir en una misión ahora no sería la mejor opción.

“Tal vez eso cambie en dos años o quizá vaya a la misión con mi esposa. Pero, por ahora, este es mi lugar”, dice Tyler.

Ron también tiene la esperanza de que su hijo sirva en una misión, sea o no una misión tradicional, de tiempo completo.

“No sé qué es lo que el Señor tenga preparado para mi hijo. Pero, sé que hay un tiempo para todos”, dijo Ron.

Se cambiaron los nombres de los personajes de las historias*

Este artículo fue escrito originalmente por Katie Lambert y fue publicado en ldsliving.com con el título “When Your Child Decides Not to Serve a Mission”.

Comentarios
Me gustaría compartir mi experiencia. Toda mi vida he estado en la Iglesia, me gradué de seminario, fui líder misional, tome el curso de Preparación Misional...pero no serví una misión. No fue por haber pecado, no fue por falta de testimonio, no fue por estar en contra. Simplemente no sentí el deseo de ir. Mi padre fue obispo durante casi 10 años, en los que apoyo a muchos jóvenes para servir como misioneros, incluida mi hermana mayor. Tanto él como yo somos de un carácter algo fuerte, por lo que temía darle a conocer mis sentimientos respecto a la misión, temía decepcionarlo, o peor aún, entrar en conflicto por esta decisión. No obstante, cuando llego el momento, y después de una larga charla, simplemente me dijo: "te entiendo, hijo. Si no sientes el deseo, adelante...pero nunca te alejes de la Iglesia". Muchas veces la familia, los líderes y los miembros hacen difícil que aquellos que no van a la misión se sientan cómodos o bien aceptados en sus congregaciones. Son incontables las ocasiones en que líderes y miembros intentaban "convencerme" de servir una misión, con argumentos tales como "son los dos mejores años de tu vida", "estas siendo desobediente a los mandamientos del Señor", "te vas a privar de muchas bendiciones", etc, etc. No lo hacían con mala intención, de alguna forma se preocupaban por mi, pero tales argumentos, lejos de "convencerme", me hacían sentir indigno a los ojos del Señor. Me hacían sentir que no importaba cuantos llamamientos tuviera, cuan activo estuviera en la Iglesia, cuanto sirviera, el Señor no me iba a tomar en cuenta, no era merecedor de sus bendiciones. Todo eso crea desanimo, y cuando hay desanimo, Satanás tiene acceso libre a la vida de las personas. Hermanos, no debemos confundir "presionar" con "influir". Son incontables los casos de ex misioneros inactivos, retornados antes de tiempo o que apostatan contra la Iglesia, por el simple hecho de haber servido sin tener un testimonio fuerte, sin haber tenido el deseo y servir por obligación. Por supuesto, podemos compartir nuestros testimonios de la obra misional, de los bendecidos que somos por esta gran obra, y obviamente de las bendiciones que recibimos al participar en ella, tanto como miembros como misioneros de tiempo completo. Servir una misión es una de las decisiones más importantes en la vida de los jóvenes. Tiene tanto impacto como el que estudiar y con quien casarse, no son decisiones que han de tomar a la ligera. Por desgracia, hemos caído en el error de banalizar estos hechos, y los hemos reducido a meras cuestiones de estatus. Anteponemos cantidad antes que calidad, pero las consecuencias tarde o temprano llegan. Sigo activo en la Iglesia. Pienso que no hay nada que me haga alejarme de ella. Tengo un gran testimonio del Evangelio, de como es capas de cambiar nuestras vidas. ¿Intento justificarme por no haber servido una misión? Claro que no. ¿Me arrepiento por no haber servido? Por supuesto que no. ¿Entiendo que quizá me prive y estoy privándome de algunas bendiciones? Absolutamente si, y soy consciente de que nada se puede comparar con el servicio misional, pero tendríamos un Dios injusto si nos negara bendiciones cuando hemos servido en otras causas. A todos aquellos que no sirvieron una misión, no se desanimen. Sirvan lo mas que puedan en sus barrios, en sus comunidades. Puede que no tengan el deseo, y es totalmente valido. Tendrán otra oportunidad cuando encuentren a su pareja eterna, pero no permitan que esto les aleje del Evangelio. El no ser un misionero no le quitará la oportunidad de llegar a la presencia del Padre, alejarse de la Iglesia si.
Raul
Es un comentario demasiado largo el de arriba jaja, pero sólo puedo decir que el servicio misional es un servicio VOLUNTARIO. No sé en que momento los mismos miembros han distorsionado este hecho tan fundamental; es lamentable que se estigmatice a la juventud que decide no hacerlo, eso demuestra una pobre empatía por los semejantes. Además, no todos deben ir a la misión, hay sólo cierto tipo de personas que pueden hacerlo; yo mismo vi mucha gente que no podía con estas cosas, incluso los que se las daban de líderes no tenían amor en el corazón, sólo se llenaban la boca.
Ferdinand

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