Muchos profetas y apóstoles han tenido visiones extraordinarias de lo que sucede más allá del velo. En especial, de lo que vendrá en ese otro mundo y los ángeles que guían nuestras vidas hoy.
A continuación, compartiremos dos relatos extraordinarios que fueron extraídos del libro del Presidente Boyd K. Packer, “The Holy Temple”, que nos enseñan lecciones profundas sobre el mundo más allá del nuestro.
El primer relato es uno de Wilford Woodruff que responde a las preguntas: ¿Cómo es realmente el paraíso espiritual? ¿Qué hacen José Smith y los otros fundadores de la Iglesia en la siguiente vida? ¿Qué nos espera?
El segundo relato ilumina una verdad y una clave para recibir guía, en esta vida, de los que se encuentran más allá del velo.
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El Presidente Wilford Woodruff deja este testimonio sobre la ayuda que recibimos de más allá del velo:
José Smith siguió visitándome a mí y los demás hasta cierto momento y, luego, dejó de hacerlo. La última vez que lo vi, estaba en el cielo. Se acercó y me habló. Dijo que no podía detenerse para hablar conmigo porque tenía prisa.
El siguiente hombre que conocí fue Smith padre, que no podía hablar conmigo porque tenía prisa. Conocí a seis hermanos que tuvieron altos cargos en la tierra y ninguno de ellos pudo detenerse a hablar conmigo porque tenían prisa. Estaba muy asombrado.
Luego, volví a ver al Profeta y tuve el privilegio de hacerle una pregunta: “Ahora, quisiera saber ¿por qué tiene prisa? He tenido mucha prisa toda mi vida, pero esperaba que esa prisa se terminara cuando entrara al Reino de los Cielos, si así sucedía”.
José Smith respondió: “Te lo diré, hermano Woodruff, toda dispensación que tuvo el sacerdocio en la tierra y entró al reino celestial, tuvo cierta cantidad de trabajo que hacer para prepararse a fin de ir a la tierra con el Salvador cuando Él reine ahí. Cada dispensación tuvo un tiempo suficiente para hacer este trabajo. Nosotros no lo tenemos. Somos la última dispensación y hay mucho trabajo por hacer y necesitamos apresurarnos para lograrlo”.
Por supuesto eso fue satisfactorio para mí, pero fue una nueva doctrina. (Discurso compartido en la Conferencia de la Estaca Weber, Odgen, el 19 de octubre de 1896, tal como se publicó en Deseret News Weekly, vol. 53, n° 21).
En una ocasión, cuando el Élder Harold B. Lee se dirigió a los maestros de seminario e instituto, enfatizó la realidad de la comunicación espiritual, la ayuda y la guía que podemos recibir desde más allá del velo. Pero, advirtió, debemos estar atentos para recibirlas.
Este es un extracto de su discurso:
Hace unas semanas, el Presidente Mckay les contó a los Doce una experiencia interesante, y le pregunté ayer si podría compartirla con ustedes esta mañana.
Dijo que es muy importante estar atento a los susurros del Espíritu, y sabemos que cuando estos susurros vienen, es un don y un privilegio tenerlos. Llegan cuando nos encontramos tranquilos y no bajo la presión de las obligaciones… Entonces, el Presidente aprovechó la ocasión para relatarnos una experiencia de la vida del obispo John Wells, en otro tiempo integrante del Obispado Presidente.
Un hijo del obispo Wells murió en Emigration Canyon, en una vía férrea. El hermano John Wells era un hombre que se preocupaba mucho por los detalles, y realizó muchos de los informes que actualmente utilizamos. Su hijo fue arrollado por un tren de carga y murió. La hermana Wells estaba inconsolable: lloró durante los tres días anteriores al funeral, no recibió ningún consuelo durante el mismo y estaba desesperada.
Un día, poco después de los servicios fúnebres, mientras se encontraba descansando en su cama, tranquila pero aun lamentándose, contó que se le apareció su hijo y le dijo: “Madre, no te lamentes, no llores, estoy muy bien”.
Le explicó que ella no entendía cómo había sucedido el accidente. Le dijo que él había dado al maquinista la señal de partida y entonces había procurado, como de costumbre, sujetarse del pasamano del tren de carga, pero al intentar hacerlo su pie se enganchó en una raíz y no alcanzó a agarrar la barra, y su cuerpo cayó bajo el tren. Claramente había sido un accidente.
Ahora escuchad esto: Él dijo que tan pronto se dio cuenta de que estaba en otro lugar, procuró ver a su padre, pero no pudo llegar a él. Su padre estaba tan ocupado con las responsabilidades de su oficina que no pudo responder a su llamado. Por lo tanto, vino a su madre y le dijo: “Dile a papá que estoy muy bien y no quiero que me lloren más”.
Luego, el Presidente declaró que lo que quiso decir es que cuando estamos tranquilos en una recámara somos más susceptibles a esas cosas, y que en lo que él respecta, sus mejores pensamientos le llegan después de levantarse en la mañana, cuando está descansado y pensando en las tareas del día.
Es entonces cuando las impresiones vienen con más claridad, como si se oyera una voz. Esas impresiones son correctas. Si estamos preocupados por algo y molestos en nuestros sentimientos, la inspiración no llega.
Si vivimos de forma tal que nuestra mente se siente libre de preocupaciones y tenemos la consciencia limpia y buenos sentimientos hacia los demás, la influencia que ejerce el Espíritu del Señor en nuestro espíritu es tan real como cuando levantamos el teléfono para comunicarnos con alguien.
Sin embargo, cuando llega, debemos ser lo suficiente valientes para tomar las acciones sugeridas.
El Señor lo aprobará y los hermanos lo aprobarán, y sabemos que está bien. Dijo, hoy, es un gran consuelo en este mundo tan apresurado saber que nuestro Salvador dirige esta obra. Luego, el Presidente concluyó: “Valoro ese testimonio”. Si olvidan todo lo que dije, recuerden esa lección y esa advertencia. (Discurso dirigido a la facultad de seminario e instituto, Universidad de Brigham Young, 06 de julio de 1956).
Este artículo fue escrito originalmente por LDS Living y fue publicado en ldsliving.com con el título “Heaven May Be Different Than You Think: Wilford Woodruff Recounts Remarkable Dream of Seeing Joseph Smith in Heaven”.