Cómo un Santo de los Últimos Días encontró gozo como misionero después de 4 años de un accidente que lo paralizó

El Élder Josh Hinton era “ese chico” que conocías en la secundaria que parecía equilibrar al mundo en una cuerda mientras todos los demás intentaban llegar al séptimo periodo.

Josh fue un gran hombre en el campus en la Escuela Secundaria Stansbury Park de Utah, aunque es poco probable que se haya considerado de esa manera.

Incluso, mientras servía como presidente del cuerpo estudiantil de la escuela en 2015, el Santo de los Últimos Días de toda la vida encontró tiempo para obtener buenas calificaciones y participar en los equipos de competencia.

Además, Josh podía bailar, cualquier estilo: baile de salón, jazz, hip hop.

“Comencé bailando en mi primer año de secundaria y para mi tercer año ya era muy serio al respecto”, dijo.

El ballet era su baile favorito. Después de graduarse de la escuela secundaria, pasó el verano estudiando en Anaheim Ballet de California.

Josh decidió que el baile siempre sería parte de su vida, ya fuera como intérprete o instructor. Sin embargo, planificó asistir primero a la Universidad de Brigham Young y, después, servir una misión de tiempo completo.

Pasaron cuatro años desde que inicialmente se matriculó en la universidad de la Iglesia. El Élder Hinton, que lleva varios meses en su misión de servicio en el estudio cinematográfico de la Iglesia en Provo, sabe que incluso la vida mejor planificada rara vez sigue un camino constante y sin obstáculos.

Solo tiene 22 años, una edad en la que la mayoría de Santos de los Últimos Días apenas están entrando a la adultez. Pero, este élder con una amplia sonrisa y ojos sabios tiene experiencia en soportar las tormentas de cambio y decepción.

Tragedia inimaginable

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El 29 de agosto marcó el sábado previo al comienzo del semestre de otoño de 2015 de BYU y Josh Hinton, de 18 años, estaba disfrutando de una fiesta de orientación para los estudiantes de primer año al aire libre.

Como todo un competidor, Josh decidió competir con otro estudiante en una carrera de obstáculos. “Cuando entré a un túnel de obstáculos, me golpeé la cabeza con algo… y me rompí tres vértebras”.

Su médula espinal también resultó gravemente herida. No sintió dolor mientras estaba en el suelo. No sintió nada en absoluto. “No estaba muy asustado. Pero, recuerdo haber pedido ayuda. Era difícil respirar, así que solo me concentré en mi respiración. Era difícil hablar”.

Una ambulancia lo transportó a un Hospital de Provo, comenzando lo que se convertiría en más de un año de atención médica y terapia intensivas en las instalaciones de Utah y Colorado. El joven prometedor bailarín de ballet y futuro misionero perdió la movilidad de sus piernas y gran parte del funcionamiento de sus brazos, manos y dedos.

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La negación fue la defensa inicial de Josh contra los resultados del accidente. “Soy un procrastinador de corazón”, dijo.

Pero, con cada etapa de su tratamiento – entrar y salir de la unidad de cuidados intensivos, comenzar y terminar la rehabilitación interna y regresar a casa en una silla de ruedas – tuvo que aceptar que su rutina diaria había cambiado para siempre.

Fue difícil, su vida mortal nunca sería como antes.

Josh recuerda conmemorar el aniversario de dos años del accidente con un desaliento justificado. “Todavía estaba aquí en esta situación. Fue un momento triste cuando me di cuenta de que esta situación duraría más de lo que pensé”, dijo.

Pero, también hubo victorias.

Durante su estancia en UCI, los médicos no estaban seguros de si recuperaría el uso de sus brazos. Pero, trabajó ferozmente con sus especialistas en rehabilitación durante su larga estadía en una instalación en Colorado. Trabajar para recuperar la fuerza en sus brazos se volvió en un “trabajo” de tiempo completo.

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“Tres meses después de mi lesión, mejoré drásticamente”.

Gran parte de su terapia se centró en recuperar las habilidades de la vida diaria como sentarse y pararse de la silla de ruedas, cepillarse los dientes, atar sus zapatos y vestirse. Por otro lado, los especialistas en tecnología lo ayudaron a manipular un teclado, un teléfono inteligente y otros dispositivos.

Comenzar de nuevo

Después de más de un año de rehabilitación en Colorado y Utah, Josh estaba listo para volver a la universidad. Estudio en el Centro de BYU Salt Lake durante un año antes de mudarse con su hermana al condado de Utah para asistir al campus de Provo.

La transición a la vida de un estudiante de tiempo completo evocó emociones inesperadas.

“Estaba asustado y nervioso por todo. Iba a clases y, luego, llegaba a casa lo más rápido posible, sabiendo que ese era un lugar seguro”, dijo Josh.

Sin embargo, incluso durante los momentos más difíciles y estresantes de su recuperación, el deseo de toda la vida de Josh de llevar la placa de misionero nunca vaciló.

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Su madre, Jen, sirvió su misión en Brasil. Su padre, Todd, sirvió en Japón y Josh llegó a amar el “Estado de Oro” mientras estudiaba ballet después de la secundaria. “Así que, cada vez que imaginaba dónde serviría mi misión, siempre pensaba en Brasil, Japón o California”.

El servicio misional en el extranjero o, incluso, en un estado cercano ya no era una opción. Pero, todavía se necesitaba de sus talentos, dijo el obispo de Josh, John Russell.

“Cuando le pregunté a Josh si estaría interesado en servir una misión de servicio, se iluminó como un árbol de Navidad”, dijo el obispo Russell, que preside en el barrio 215 de Provo.

Josh aceptó un llamamiento de dos años para servir cinco días a la semana en el estudio cinematográfico donde se producen muchas de las películas y videos patrocinados por la Iglesia. Como los misioneros en cualquier parte del mundo, el Élder Hinton aprendió el valor de la flexibilidad.

A veces, se le asigna realizar una investigación histórica para los próximos proyectos cinematográficos. Otros días, se los pasa editando secuencias de video en bruto o transcribiendo diálogos para utilizarlos en los servicios de traducción.

También es líder de misión: supervisa y asesora a sus compañeros misioneros de servicio. Con frecuencia, se reúne con los misioneros y hermanas para animar sus espíritus, extenderles asignaciones y ayudarlos a tener éxito en sus llamamientos.

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Ryan Johnson, el gerente de operación de los misioneros de servicio de la Iglesia en el estudio, llama al Élder Hinton “estrella de rock” y “líder innato”.

“Es muy carismático y amigable, nunca lo he visto pesimista con respecto a ninguna asignación. Otros misioneros lo buscan por liderazgo”, dijo Johnson.

Tanto Johnson como el obispo Russell señalan que el Élder Hinton no tolerará que lo definan por sus desafíos físicos. Tiene buenos días y días no tan buenos. Pero, se enfoca en el servicio y la capacidad.

“Puedo pedirle que haga cualquier cosa y él dirá: ‘Está bien, lo intentaré’. Luego, va y lo resuelve”.

El obispo Russell dijo que varias personas en su barrio, incluido él mismo, se sienten inspiradas por el Élder Hinton. Cuando el joven misionero no está sirviendo en el estudio, es probable que se encuentre cumpliendo con su asignación como presidente de la noche de hogar en su barrio de solteros.  El Élder Hinton planifica y coordina los eventos semanales de la noche de hogar de barrio, asegurándose de que cada actividad promueva la inclusión y el aprendizaje del Evangelio.

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“El Élder Hinton se siente muy agradecido por el Evangelio en su vida. Sabe con certeza que algún día se recuperará”, dijo el obispo.

Cuando recuerda los últimos meses de su servicio misional, el Élder Hinton rastrea el crecimiento personal y desarrollo. Dice que está siendo bendecido por sus esfuerzos.

“Definitivamente, tengo mucha más confianza en mí mismo. También he crecido para conocer mejor a mi Salvador y la alegría que se siente al servir a mi Salvador”, dijo.

El Élder Hinton planea servir hasta mayo de 2020. Luego, regresará a BYU y reanudará sus estudios de negocios y finanzas. Espera casarse algún día con la “mujer de sus sueños”.

Mientras, posee y maneja su propio auto, que usa una palanca de gasolina y freno, que manipula con una mano al mismo tiempo que maneja con la otra. “Conduzco a St. George, Logan o a donde sea que deba ir”, dijo.

Días difíciles están por venir. Pero, dice que tiene herramientas probadas que puede utilizar, como la oración y el estudio de las Escrituras.

“Servir también ayuda mucho, junto con pasar tiempo con mi familia… sé que siempre está ahí para mí”.

Este artículo fue escrito originalmente por Jason Swensen y fue publicado en thechurchnews.com con el título “How 1 Latter-day Saint has found joy as a missionary 4 years after paralyzing accident”.

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