“Mi esposa y yo hemos estado esperando el momento en el que pueda presentar mi solicitud para recibir la ordenanza de Restauración de Bendiciones…”
La acción disciplinaria en la Iglesia es algo común y tal acción puede ir desde la disciplina informal, como no tomar la Santa Cena por un corto tiempo, hasta la excomunión, la cual es la acción disciplinaria más grave que uno puede recibir.
Cuando una persona es excomulgada, su nombre se retira de los registros de la Iglesia, ya no puede pagar el diezmo, entrar al templo, usar gárments o ser invitado a discursar o a orar en las reuniones de la Iglesia. Si la persona desea ser readmitida en la Iglesia, puede buscar ser bautizada un año después de su excomunión.
Después de su bautismo y confirmación, la persona puede solicitar la ordenanza de Restauración de Bendiciones que restaura las bendiciones del templo y del sacerdocio. “Después de que una persona excomulgada haya sido bautizada nuevamente, en el registro de miembro figurará la fecha del bautismo y las otras ordenanzas originales sin hacer referencia a la excomunión.” (M. Russell Ballard).
Mi esposa y yo hemos estado esperando el momento en el que pueda presentar mi solicitud para recibir la ordenanza de Restauración de Bendiciones para poder tener nuevamente el sacerdocio, restaurar nuestro sellamiento en el templo y llevar a mi familia para ser sellados a nuestra hija menor que no nació dentro del convenio.
Esperamos con alegría el año requerido para mi fecha de bautismo y readmisión en la Iglesia, sólo para descubrir que necesitaba esperar otro año antes de volver a solicitar esta ordenanza. Estábamos devastados, confundidos y heridos.
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Nuestras vidas han cambiado por completo desde que regresé al Evangelio y al camino del convenio. Nuestra familia ahora está centrada en Cristo, y la forma en que vivimos nuestras vidas refleja las cosas que creemos. Escuchar que tenemos que esperar ha causado en nuestros corazones muchas emociones.
La verdad es que todos esperan algo. Abraham y Sara esperaron aproximadamente 25 años, en su vejez, antes de que Isaac, su hijo prometido, llegara. Jacob esperó y trabajó siete años para casarse con Raquel.
Los Hijos de Israel vagaron por el desierto durante cuarenta años antes de ver la Tierra Prometida. José Smith tuvo que esperar cuatro años para recibir realmente las planchas de oro y comenzar la traducción del Libro de Mormón.
Hay muchos otros ejemplos de personas que esperan que se cumpla una bendición o una promesa en las Escrituras, y hay personas hoy en día que esperan, en rectitud, bendiciones similares. Algunos están esperando encontrar a alguien con quien casarse.
Hay algunos que esperan ser bendecidos con hijos. Algunos esperan que una carga, una debilidad o tentación sea quitada. Hay personas que esperan que sus seres queridos regresen al Señor y a Su camino del convenio.
He pensado mucho en por qué esperar es tan difícil, y creo que se debe a que “sólo para los hombres está medido el tiempo”. Nuestra condición finita y mortal no nos permite ver la perspectiva eterna que Dios tiene, ya que “todo es como un día para Dios”, porque todo lo que sabemos tiene un principio y un final.
Puede que no podamos tener control sobre el principio y el final, pero podemos hacer nuestro mejor esfuerzo en aprovechar cada minuto que pasa.
En un tiempo lleno de comodidades modernas, gratificación instantánea y dispositivos que nos ahorran tiempo, ya sea preparando una comida rápida en la universidad o recibiendo un mensaje de un amigo al otro lado del país, es fácil dar por sentado la virtud y el don de poder esperar, particularmente al “esperar en el Señor”.
Entonces, ¿cómo podemos hacer que la espera valga la pena?
Tiempo de actuar
Una rápida búsqueda por internet sobre la definición nos dan algunas perspectivas interesantes. La definición más común de esperar es “permanecer en un lugar o retrasar una acción hasta un momento determinado o hasta que ocurra algo más”. Esta definición connota estancamiento y no abarca realmente el espíritu del Evangelio.
El Elder Bruce C. Hafen, durante un momento difícil de su vida, recordó las palabras del capítulo 40 de Isaías:
“Él da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene vigor. Los muchachos se fatigan y se cansan; los jóvenes ciertamente caen; pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigará.”
Me pregunté qué significaba “esperar en Jehová”. Luego leí en la traducción de José Smith de Mateo 3:24:
“Y aconteció que Jesús creció con sus hermanos, y se fortaleció y esperó en el Señor a que llegara el tiempo de su ministerio.”
Me costaba imaginar al joven Jesús “esperando” a que algo suceda. Llegué a comprender que “esperar en el Señor” es una invitación especial para convertirnos en un discípulo activo y consagrado de Cristo. No es para sentarnos pasivamente y simplemente esperar con las manos cruzadas.
Me sentí impresionado a hacer cambios en mi vida diaria para poder “esperar” con una iniciativa espiritual mucho más intensa. Como resultado, descubrí por mí mismo que, como dijo Isaías:
“Porque desde el principio del mundo no han escuchado los hombres, ni percibido con sus oídos, ni ha visto ojo alguno, además de ti, oh Dios, cuán grandes cosas has preparado para aquel que te espera.” (DyC 133: 45).
Sabía que tenía que esperar al menos un año después de haber sido excomulgado para poder ser bautizado. Aproveché ese año para convertirme en un buen estudiante del Evangelio y dedicar mi tiempo a servir a los demás.
También sabía que tendría que esperar un año desde el día en que me bautizaron para solicitar la Restauración de las Bendiciones. Ese año también estuvo lleno de desafíos familiares, así como muchas oportunidades para compartir mi testimonio del Evangelio restaurado.
Todo está en convertirnos en “un discípulo activo y consagrado de Cristo”, pero ¿qué significa eso?
Esperar en alguien
Otro uso de la palabra “esperar” es “esperar en alguien” que quiere decir confiar en alguien. Mi amiga, Morgan Jones, insatisfecho con el significado con esa definición me dijo: “Pensé, ¿y si ‘esperar’ en el Señor significa esperar en las personas que nos rodean, ayudarlas y que nos ayuden?”
Lo que dijo también se asemeja a la enseñanza de Cristo en cuanto al servicio:
“En cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”
El rey Benjamín en el Libro de Mormón fue un ejemplo de este discipulado consagrado y enseñó que “cuando uno está al servicio de [nuestros] semejantes, solo estamos al servicio de [nuestro] Dios”.
Esto es parte de nuestro convenio como miembros de la Iglesia, estamos dispuestos a:
“Llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras; sí… dispuestos a llorar con los que lloran; sí, y a consolar a los que necesitan de consuelo, y ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar.”
Esta es la doctrina de Cristo, y un elemento clave para vivir estos convenios bautismales es seguir las impresiones del Espíritu Santo, debemos ser prestos a ministrar y servir a los demas.
Estas impresiones no siempre son fuertes y claras, por lo que es importante que pidamos, escuchemos y estemos espiritualmente preparados para recibir el Espíritu.
Estar atentos
Mientras miraba la definición de “esperar”, me impresionó que parte de no solo se trata de esperar en un sitio o en alguien, sino también que “algo sucederá”. Esperar que algo suceda, que no no podemos perder, significa estar un estado de alerta, observar cuidadosamente y estar atentos.
Doctrina y Convenios 123 dice:
“Porque todavía hay muchos en la tierra, entre todas las sectas, partidos y denominaciones, que son cegados por la sutil astucia de los hombres que acechan para engañar, y no llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla.”
por lo tanto, consumamos y agotemos nuestras vidas dando a conocer todas las cosas ocultas de las tinieblas, hasta donde las sepamos; y en verdad estas se manifiestan de los cielos de manera que se debe atender a estas cosas con gran diligencia.”
Debido a que el adversario estará al “acecho para engañar”, nosotros debemos “estar atentos”.
Se nos permite sentir una amplia gama de emociones durante nuestro tiempo de espera. Es natural y hermoso experimentar la vida de esta manera, pero también puede ser peligroso. Hay dos cambios importantes que pueden ocurrir en nuestros corazones.
En Alma 62, durante los años de guerra, aprendemos sobre el estado espiritual de los involucrados.
“Mas he aquí, por motivo de la sumamente larga continuación de la guerra… muchos se [han] vuelto insensibles por motivo de la extremadamente larga duración de la guerra; y muchos se ablandaron a causa de sus aflicciones, al grado de que se humillaron delante de Dios con la más profunda humildad.”
Tenemos las mismas opciones, podemos amargarnos, alejarnos y volvernos insensibles, o podemos volvernos humildes y dispuestos a someternos a la voluntad de nuestro Padre Celestial.
No basta con “estar atento”. Amulek del Libro de Mormón nos enseñó:
“Hermanos míos, a estar continuamente prontos para orar para que no seáis desviados por las tentaciones del diablo, para que no os venza, ni lleguéis a ser sus súbditos en el último día; porque he aquí, él no os recompensa con ninguna cosa buena.”
Si eres como yo, esperando algo importante que pueda estar fuera de tu control, tal vez en lugar de perder el tiempo con sentimientos que hieren, dudas y ego, puedes decidir esforzarte para volverte como el Salvador, haciendo el bien, estando “anhelosamente consagrado” a una buena causa, en constante oración para que la promesa que Dios nos hizo se pueda cumplir algún día.
Podemos tomarnos el tiempo para hacer cosas rectas en sabiduría y orden para no correr más rápido de lo que nuestras fuerzas lo permitan en nuestro esfuerzo por enfocarnos en los demás y ayudar a quienes nos rodean.
Vivir de esta manera no disminuye las cosas que son importantes para nosotros y los sentimientos asociados con ellos, por le contrario, nuestra devoción y confianza en el Salvador aumentan y otras bendiciones llegarán gracias a Su amor y gracia.
Este artículo fue escrito originalmente por Rory Mele y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “From Excommunication to Restoration of Blessings: My Ongoing Wait”