Las semillas están seguras en tu alacena, pero para eso no son las semillas

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Mi esposa y yo sembramos un jardín este mes. Zapallos, pepinos, calabazas, sandías, pimientos y fresas. Me imagino que antes de arriesgarme a criar un hijo, al menos debería poder criar algunas plantas.

Veremos cómo va. Las semillas son cosas interesantes. Cuando intenté cultivarlas en el pasado, me di cuenta de algo contradictorio: Cuando las dejas solas, la mayoría de semillas no mueren, son resistentes. Guárdalas en un estante durante dos o tres años y aún serán buenas para sembrar.

Sin embargo, una vez que brotan, esa nueva planta es mucho más vulnerable de lo que hubiera sido si solo se quedaba como una semilla. Ahora, puede morir y más rápido.

La vulnerabilidad del potencial

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Las semillas, aunque resistentes, son inútiles a menos que las siembres. No hacen nada. Quiero decir, creo que puedes comer algunas de ellas: calabazas, girasoles, maníes. Pero, finalmente, su propósito es dar fruto.

No obstante, tan pronto como siembres esa semilla, la pondrás en peligro. Eso me sorprendió un poco. Pensarías que al nutrir una semilla para que se convierta en una planta, solo se volvería más fuerte, ¿verdad? Error. Tan pronto como esa semilla comienza a develar su potencial, el fracaso se avecina. Se quita su cubierta protectora y alcanza el cielo.

Para que una semilla cumpla con la medida de su creación, se debe plantar y, por lo tanto, se debe poner en peligro.

Lo que agrega Alma 32

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Alma 32 compara la palabra de Dios con una semilla, así que vamos a aprender con ese ejemplo. Pero, ten en cuenta cuáles podrían ser las “semillas” en tu vida.

La palabra de Dios, los libros de las Escrituras, en un estante es tan inútil como una semilla que no se siembra. Su potencial es enorme, pero es inútil hasta que la abres y comienzas a estudiarla. Una vez que comienzas a estudiar, suceden algunas cosas. Alma 32: 30 dice:

Mas he aquí, al paso que la semilla se hincha y brota y empieza a crecer, entonces no podéis menos que decir que la semilla es buena; pues he aquí, se hincha y brota y empieza a crecer.

Está bien, por lo menos sabemos que la semilla es viable. Está creciendo. ¿Pero en qué se está convirtiendo? Todavía no podemos estar seguros, pero es una buena semilla. Algo está sucediendo.

Y, he aquí, ¿no fortalecerá esto vuestra fe? Sí, fortalecerá vuestra fe, porque diréis: Sé que esta es una buena semilla; porque, he aquí, brota y empieza a crecer.

…Y ahora bien, he aquí, ¿es perfecto vuestro entendimiento? Sí, vuestro conocimiento es perfecto en esta cosa, y vuestra fe queda inactiva; y esto porque sabéis, pues sabéis que la palabra ha henchido vuestras almas, y también sabéis que ha brotado…

Hay un intercambio de inactividad aquí. Primero, el potencial dentro de la semilla es inactivo y la fe es activa. Una vez que sembramos la semilla y comenzamos a ver que crece, ya no tenemos fe en que la semilla es viable porque la vemos crecer ante nuestros ojos. Tenemos conocimiento. Ahora, la fe (en ese aspecto del crecimiento) es inactiva y el crecimiento es activo. Pero, nuestro viaje aún no termina.

…He aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento después de haber gustado esta luz?

He aquí, os digo que no; ni tampoco debéis dejar a un lado vuestra fe, porque tan solo habéis ejercitado vuestra fe para sembrar la semilla, a fin de llevar a cabo el experimento para saber si la semilla era buena.

Todo lo que hemos hecho hasta ahora es sembrar la semilla. Todavía no hemos visto el fruto, solo sabemos que la semilla está creciendo. Entonces, la fe no deja de existir, simplemente hace la transición a su siguiente etapa natural.

Niveles de fe

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Ahora, tu fe será probada a un nuevo nivel. Primero, notaste la semilla en tu estante. Estuvo ahí por un tiempo. Decidiste tirarla al suelo y ver si algo provenía de ahí. Una inversión de bajo riesgo. Pero, luego, algo realmente comienza a crecer. Ahora, tienes que tomar una decisión:

Y he aquí, si lo cultiváis con mucho cuidado, echará raíz, y crecerá, y dará fruto.

Ahora, debes decidir si vas a llevar a cabo esto. ¿Renunciarás a la planta en ciernes o intentarás develar todo su potencial? Es una inversión mucho mayor.

Una vez que hayas plantado esa semilla y haya brotado, ahora eres responsable de su crecimiento. Pusiste esa semilla en una posición de vulnerabilidad. Sabes que está creciendo. Pero, ahora, es tu responsabilidad asegurarte de que crezca. Como lo menciona el versículo anterior, “si la cultiváis, dará fruto”:

Mas si desatendéis el árbol, y sois negligentes en nutrirlo, he aquí, no echará raíz; y cuando el calor del sol llegue y lo abrase, se secará porque no tiene raíz…

Sí, el sol es peligroso. Es un factor de peligro impersonal. Pero, la verdadera razón por la que la planta se echa a perder es porque la descuidaste. No es la culpa del sol y no es la culpa de la semilla. Es tu culpa. También queda claro en el siguiente versículo:

Y esto no es porque la semilla no haya sido buena, ni tampoco es porque su fruto no sea deseable; sino porque vuestro terreno es estéril y no queréis nutrir el árbol; por tanto, no podréis obtener su fruto.

¿Cuáles son tus “semillas”?

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¿Cómo se supone que debamos aplicar todo esto? ¿Cuál es la moraleja de la historia? Eso depende de ti. Te daré algunas ideas de cómo creo que estos principios se aplican en mi propia vida. Pero, tómate unos minutos para descubrir cómo esto se aplica en la tuya.

  1. Cualquiera que sea mi semilla – fe, perdón, una nueva habilidad, un buen hábito – simplemente no puedo esperar que dé frutos. Tengo que nutrirla: quitarle la maleza, regarla y darle luz del sol de manera constante. La semilla es vulnerable y yo soy su protector.
  2. No debería ser demasiado rápido en culpar a la semilla cuando es el jardinero que fue descuidado. Solo porque vea que la pequeña planta de alguien se echa a perder, no significa que la semilla que planté sea mala. Solo porque vea que alguien más pierde la fe en el Evangelio restaurado, no significa que mi semilla, o incluso la suya, sea mala. No debería comparar mis semillas con las de alguien más.
  3. Mis semillas son el producto del fruto de otra persona. Una vez que haya nutrido mi semilla hasta el punto de que dé fruto. Entonces, ese fruto dará semillas para que otros las planten.
  4. Ver el Plan de Salvación desde una mayor perspectiva: En la preexistencia, fui una semilla resistente, llena de potencial, pero incapaz de lograrlo por completo. Para develar ese potencial, elegí ser plantando en la Tierra. Pero, ahora, que he sido sembrado en un cuerpo mortal en un planeta caído, soy vulnerable. Hay peligro en cada paso. Algunos de nosotros nos nutriremos, otros no. Unos crecerán fuertes, otros se marchitarán. La decisión es mía y Dios está listo para darnos una mano.

Averigua cuáles son tus semillas. ¿Ya las sembraste? ¿Qué es lo que te detiene? ¿Estás nutriendo a los que sembraste? ¿Estás protegiéndolos de los rayos del sol? ¿Ya han dado frutos? ¿Qué tipo de frutos estás buscando? ¿Cómo usarás esos frutos para ayudar a los demás a sembrar semillas similares? Déjame saber tu opinión en los comentarios.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por David Snell y fue publicado en thirdhour.org con el título “Seeds Are Safe in Your Cupboard, but That’s Not What Seeds Are For!

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