2 cosas que puedes hacer cuando tu ser querido deja la Iglesia

dejar la iglesia

Aquí hay dos cosas específicas que puedes hacer si tienes un ser querido que tiene dudas, o está considerando dejar la Iglesia.

Hace dos años escribí un artículo titulado “Porqué las personas dejan de asistir a la Iglesia y porqué nunca regresan”. Desde ese entonces, el artículo se ha leído miles de veces.

En este tipo de situaciones, las personas generalmente tienden a caer en dos grupos diferentes.

El primer grupo está conformado por miembros de la Iglesia que sufren en silencio los desafíos de fe que enfrentan. A pesar de su propia angustia, se resisten a compartir sus desafíos con amigos y familiares.

Temen que les cause dolor a los que aman, que puedan suscitar un estrés y drama innecesarios dentro de su familia, o que puedan sentir vergüenza, desilusión y soledad extremas a medida que se alejan lenta e incómodamente de la vida de las personas que aman.

El otro grupo de personas son miembros de la Iglesia que tienen seres queridos que se han ido o que, obviamente, se están distanciando de la Iglesia.

“¿Qué puedo hacer para ayudar?”, se preguntan.

Mi respuesta durante mucho tiempo fue: “Sólo ámalos”. Ahora me doy cuenta de lo inútil que es este consejo. 

A menudo, los miembros de la Iglesia alejan a aquellos que atraviesan un problema de fe aún más lejos al actuar con lo que creen que es ‘amor’. Es por eso que pensé que era hora de que me volviera un poco más específico y práctico con mi consejo.

Así que aquí hay dos cosas específicas que puedes hacer si tienes un ser querido que está dudando, o está considerando dejar la Iglesia.

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1. Asumir la responsabilidad de tus emociones

Cuando un ser querido comparte contigo que está luchando con su fe, o que ya no es un creyente, es común sentir una oleada de emociones. El enojo, la confusión, la traición, el miedo, la culpa y la decepción son comunes. Los padres, los líderes y los amigos pueden pensar que han fracasado y se preguntan en dónde se equivocaron.

Es fácil creer que si sólo pudieras ‘cambiar’ la fe de la persona, resolver sus dudas, recordarles un momento en que sintieron el Espíritu o ayudarlos a arrepentirse, esas emociones negativas y abrumadoras que sientes simplemente desaparecerán.

Y es aquí donde muchas personas cometen un gran error. Creen que estas emociones son causadas por un evento específico, como cuando tu ser querido admite que desea alejarse de la Iglesia. Sin embargo, una investigación muestra que no es eso lo que nos entristece. Es nuestra interpretación de lo sucedido y los pensamientos que tenemos al respecto lo que crea tales emociones.

Por ejemplo, digamos que “Gary” se acerca a su madre, “Susana”, y le dice: “Mamá, ya no voy a ir más a la Iglesia. No he ido por un tiempo. Me esfuerzo por sentir cualquier tipo de conexión con Dios, pero ya no creo que la Iglesia sea verdadera.”

Gary podría haberse sentido de esta manera durante meses, o incluso años sin que esto afecte la relación que tiene con su madre. Pero en el momento en que Susana escuchó esas palabras, su cerebro comenzó a correr a mil por hora.

“¿Qué significa esto? Si deja la Iglesia, ¡no estará en el cielo con nuestra familia! Si abandona a Dios, ¡se perderá muchas bendiciones! ¿Es esto es mi culpa? ¿Y si fui yo que no hice mi parte como madre para enseñarle a tener la fe suficiente? ¿Soy responsable de esto? ¿Se divorciará su esposa de él? ¿Qué pasará con sus pobres hijos? ¿Los dejará bautizarse? ¿Qué pensará la abuela? ¿Cómo reaccionarán sus hermanos cuando él no pueda asistir a sus sellamientos en el templo?”

¡Estos son pensamientos muy aterradores! Es importante comprender que son los pensamientos que tienes con respecto a ciertas situaciones las que estimulan esas emociones, no el hecho en sí.

Es algo muy peligroso que Susana evite hacerse responsable de sus pensamientos y emociones, y que en su lugar culpe a Gary. “Si él hubiera hecho sus oraciones y leído más sus escrituras, no estaríamos pasando por este drama familiar.”

Y cuando Sue culpa a Gary, ella trata de solucionar el problema cambiando a Gary.

Ella trata de engañarlo o manipularlo para que sienta el Espíritu pidiéndole que bendiga la comida cuando vienen a almorzar con la familia.

Ella lo alienta a orar y a leer sus Escrituras cuando está pasando por momentos difíciles.

Cuando él le pide a su mamá que cuide a sus hijos mientras él está en un viaje de negocios, Susana los lleva a la Primaria con la esperanza de que los niños le supliquen volver a la Iglesia cuando él regrese de su viaje.

Ella le dice que está poniendo su nombre en el templo.

Ella le brinda su dirección a los misioneros cuando él se muda a un nuevo barrio con la esperanza de que puedan reavivar su fe.

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Ella cree que estas cosas se hacen por amor, pero en realidad son un esfuerzo para mitigar su ansiedad. Ella cree que sólo se necesitan una de estas cosas para que Gary pueda sentir el Espíritu y volver a la Iglesia. Entonces, toda la culpa, el enojo, el miedo, la tristeza y la decepción desaparecen y sanan a su familia.

Esto pone mucha presión sobre Gary. Cuanto más tiempo pasa con su madre, más se siente responsable de su desdicha y tristeza. Ahora se siente culpable además de todo los desafíos que está atravesando, y comienza a distanciarse de su familia porque sabe que su presencia sólo les causa dolor.

Esa estrategia simplemente no funciona.

La realidad es que Susana no tiene ningún poder sobre las decisiones de Gary. Por lo tanto, ella puede vivir en la miseria, con la esperanza de que él cambie su comportamiento para sentirse mejor, o puede reflexionar y confrontar sus propios pensamientos sobre la decisión de Gary de dejar la Iglesia que le causan tanto temor, tristeza y dolor.

2. Desarrollar empatía

hombre

Hace unas semanas, mi esposa y yo entrevistamos a Danelle y Tyler Beckstrand en el podcast de Mormon Marriages. Danelle y Tyler desean mucho poder ser padres, y han estado luchando con la infertilidad durante los siete años que llevan casados.

Su historia está llena de una mezcla de tristeza y esperanza, de desilusión y fe. Durante esa entrevista, una cosa quedó clara para mí. El dolor y la tristeza que Danelle y Tyler sintieron cuando pasaban por este desafío se vieron magnificados por su soledad.

“Nadie habla de la infertilidad”, dijeron.

Pero entonces Danelle comenzó un blog donde comparte su experiencia. Comenzaron a crear una comunidad a su alrededor. El apoyo y la empatía que los Beckstrand han sentido por parte de sus seres queridos y de personas desconocidas al compartir su dolor los ha ayudado a seguir avanzando.

Lo que me di cuenta después de esta entrevista es que, aparte de la ocasional conversación a puerta cerrada, no hay una comunidad dentro de la Iglesia donde aquellos que tienen desafíos y dudas puedan experimentar empatía. Al igual que la infertilidad, no nos gusta hablar de las dudas. Nos pone ansiosos e incómodos. (Lo cual es irónico, porque la duda es esencial para la fe).

Pero fuera de la Iglesia, es una historia completamente diferente. Hay muchas comunidades llenas de personas que han abandonado la Iglesia. Les dan la bienvenida a los que dudan con los brazos abiertos. Los escuchan cuando expresan sus dudas y quejas sin ser criticados. Se identifican con ellos y empatizan con ellos. Los hacen sentir bienvenidos.

Creo firmemente que aquellos que están luchando con su fe seguirán dejando la Iglesia hasta que podamos comenzar a crear una cultura y una comunidad que acepte y apoye a las personas en donde sea que estén en su camino de fe.

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La mejor manera de hacer esto es comenzar con uno mismo. Comunícate con las personas más cercanas a ti y diles que tu puerta siempre estará abierta para ellos. Y cuando se abran a ti, respira. En lugar de tratar de arreglar las cosas, trata de ponerte en su lugar.

Aprende a conservar tu testimonio con calma cuando sientas incomodidad al escuchar a alguien expresar su frustración con un líder local o sus preocupaciones sobre la historia de la Iglesia.

Mostrar empatía no significa que tengas que estar de acuerdo con la persona que está escuchando. Simplemente significa que tienes que tratar de entender cómo debe sentirse su experiencia.

A medida que amplíes tu capacidad para mostrar empatía, comenzarás a crear un espacio en tu vida, tu comunidad y tu congregación para que todos se sientan bienvenidos y aceptados, no sólo aquellos que encajan en el molde de lo ‘norma’. Crearás un sentido de amor, amistad y unidad que no tendrá comparación.

¿Qué sigue después?

amor De Dios

Este artículo apenas toca  la superficie de las conversaciones que podríamos estar teniendo. Mi esperanza es que se inicie este diálogo. Que te haga pensar en cómo te muestras ante las personas que más amas.

¿Eres capaz de ordenar tus pensamientos y emociones de una manera que fomente la conexión, la cercanía y la conversación con los demás? ¿Asumes el papel de víctima, y te culpas y haces que otras personas responsables de tus emociones mientras permites que esas emociones te dominen?

A medida que crezcamos y maduremos como Iglesia, a medida que aprendamos a sentarnos colectivamente en la incomodidad de la duda y crearemos más espacio para que las personas con desafíos por sentir nuestro amor y aceptación, nos volveremos semejantes a nuestro Salvador, quien nos instó a que llorásemos con los que lloran y a que consolemos a los que tienen necesidad de consuelo.

Este artículo fue escrito originalmente por Nate Bagley y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “2 Things You Can Do When a Loved One Leaves the Church

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