En mi estudio de la historia de la Iglesia, aprendí mucho sobre personas maravillosas, pero de pocas personas admiro más su testimonio que del de Lucy Mack Smith.
Lucy Mack Smith fue criada por padres fieles y no era ajena a las experiencias espirituales, que le sirvieron como madre del primer profeta de la restauración. De hecho, antes de que José recibiera la Primera Visión, Lucy se arrodilló en una arboleda, oró para que su esposo encontrara la verdad espiritual y recibió una visión que le trajo paz a su alma.
Era una mujer de fe profunda y permanente en el Señor y amor por Su Evangelio. Creyó en lo que su hijo dijo que vio – Dios, el Padre, y Su Hijo Jesucristo – y que a través de él, la Iglesia de Jesús se estaba restaurando en la tierra.
Entonces, ¿qué sucedió cuando los demás dudaron de José y menospreciaron su testimonio? Lucy no lo hizo. Así comienza nuestra historia de cómo llegó a profetizar a un pastor descortés. Le dijo que no solo el Libro de Mormón era verdadero, sino que muchos de su propia congregación creerían en él y se bautizarían en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
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En sus propias palabras, Lucy registró:
Unos días después de éste, todos salimos a visitar a la Sra. Stanly, que también era la hija de mi hermano. Aquí, el Sr. Whitermore me presentó al Sr. Ruggles, el pastor de la iglesia presbiteriana a la que pertenecía este Sr. Whitermore.
“Y usted…”, dijo el Sr. Ruggles, después de darme la mano, “es la madre de ese chico pobre y tonto, Joe Smith, que pretende traducir el Libro de Mormón”.
Lo miré fijamente a la cara y respondí: “Sí, señor, soy la madre de José Smith, pero ¿por qué usa epítetos como esos para referirse a él?”
Dijo, “porque imagina que va a hundir a todas las demás iglesia con ese simple libro ‘mormón’”.
“¿Alguna vez leyó ese libro?”, pregunté.
“No”, dijo, “me tiene sin cuidado”.
“Pero”, respondí, “las Escrituras dicen: ‘pon a prueba todas las cosas’; y, ahora, señor, permítame decirle claramente que ese libro contiene el Evangelio sempiterno, y fue escrito para la salvación de su alma y por el poder del Espíritu Santo”.
“Bah”, dijo el ministro, “tonterías, no me preocupa que ningún miembro de mi iglesia se deje engañar por tales cosas, son muy inteligentes”.
“Ahora, Sr. Ruggles”, dije, y hablé con énfasis, porque el Espíritu de Dios estaba sobre mí, “recuerde mis palabras: tan cierto como Dios vive, antes de que pasen tres años tendremos más de un tercio de su iglesia; y, señor, lo crea o no, también tendremos al mismo diácono”.
Esto produjo muchas carcajadas por parte del ministro.
Para no ser aburrida, diré que permanecí en esta sección del país unas cuatro semanas, tiempo durante el cual trabajé incesantemente por el bien de la verdad y logré ganar los corazones de muchos, entre los que se encontraban David Dort y su esposa.
Muchos deseaban que utilizara mi influencia para hacer que enviaran a un élder a esa región del país, lo que acepté hacer. Cuando estaba a punto de establecer un hogar, el Sr. Cooper observó que nuestros ministros tendrían más influencia si se vestían de paño fino.
Cuando regresé, le hice saber a José la situación de las cosas de donde había estado, así que envió al hermano Jared Garter a ese país. Además, para que no le faltara influencia, estaba vestido con un traje de paño fino.
Entró inmediatamente a la iglesia del Sr. Ruggles y, en poco tiempo, se llevó a setenta de sus mejores miembros, entre los que se encontraba el diácono, tal como le dije al ministro. Este diácono era el hermano Samuel Bent, que ahora preside el Sumo Consejo.
Lucy Mack Smith tenía una gran fe y confianza en el Señor y debido a esa confianza, pudo profetizar y ayudar a todas las personas en todas partes a entender que Jesús es el Hijo de Dios y que el Libro de Mormón es Su palabra.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Amy Keim y fue publicado en thirdhour.org con el título “Church History: Lucy Mack Smith’s Prophecy to a Rude Minister”.
