Si Dios nos ama, ¿por qué  la vida es tan difícil?

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La mayoría de nosotros no levantaría la mano para pedir porciones adicionales de desafios, pero podemos aprender a enfrentar nuestras pruebas con fe.

Matusalén no sólo es el nombre del profeta de mayor edad del Antiguo Testamento, sino también el nombre de uno de los árboles más antiguos del mundo. Ubicado en California, Estados Unidos, el pino bristlecone tiene cerca de 5,000 años.

Los pinos bristlecone crecen en acantilados altos y escarpados de hasta 3,000 metros de altura. Soportan un clima de vientos fuertes y poca lluvia. Sus raíces se sujetan como anclas en lo profundo del suelo para absorber los pocos nutrientes disponibles. Cuando los bristlecones crecen en elevaciones más bajas, no sobreviven en el tiempo ni la fuerza de los acantilados.

Al igual que los pinos bristlecone, también podemos crecer fuertes en condiciones difíciles, si nuestra fe está firmemente arraigada en el suelo del Evangelio de Jesucristo. La mayoría de nosotros no levantaría la mano para pedir porciones adicionales de adversidad, pero con la ayuda del Salvador, podemos aprender a enfrentar nuestras pruebas con fe y salir más fuertes de ellas.

árbol

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¿Por qué tenemos que pasar por desafíos?

En el musical Fiddler on the Roof, Tevye, un pobre lechero judío, habla en voz alta al Señor: 

“Lo sé, lo sé, somos las personas elegidas. Pero de vez en cuando, ¿no puedes elegir a alguien más?”

Al igual que Tevye, podemos sentirnos escogidos y preguntarnos por qué hemos sido “elegidos” para pasar ciertas pruebas. Pero la adversidad no hace acepción de personas. Las dificultades son el resultado natural de vivir en la tierra. Nuestros cuerpos pueden sufrir lesiones, enfermedades mentales y físicas y morir. Podemos ser tratados injustamente. Nuestras propias malas decisiones también pueden traer sufrimiento.

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¿Por qué las dificultades son parte del plan de un amoroso Padre Celestial? Lehi le brindó una razón a su hijo Jacob: “es preciso que haya una oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11). En otras palabras, no podría haber algo bueno sin el contraste de lo malo. No podríamos experimentar gozo si no experimentamos también el dolor.

A veces, nuestro Padre permite que los inicuos hieran a los justos para que más adelante sean juzgados (Alma 14: 10–11). Y a menudo nos permite pasar por desafíos para ayudarnos a crecer. Lehi le aseguró a Jacob que Dios “consagraría [sus] aflicciones para [su] provecho” (2 Nefi 2: 2).

No estamos destinados a enfrentar estas pruebas solos. Si seguimos al Señor y las enseñanzas de sus profetas, podemos recibir Su fortaleza para sobrellevar nuestras pruebas.

Aceptar Su voluntad

amor de Dios

Para soportar fielmente, es esencial aceptar la voluntad de Dios, incluso si no es lo que deseábamos. El Elder Richard G. Scott (1928–2015) del Quórum de los Doce Apóstoles enseñó:

“El preguntar “¿Por que tiene que pasarme esto?, ¿Por que tengo que sufrir?, ¿Que hice para merecer esto?”, te llevara a callejones sin salida… Es mejor preguntarse: “¿Qué debo hacer? ¿Qué aprenderé con esto? … El orar con verdadera intención “Déjame saber tu voluntad” y “Hágase tu voluntad”, es la mejor forma de recibir la máxima ayuda de tu amoroso Padre.”

Lizzy Thomson, de ocho años, aprendió a aceptar la voluntad de Dios y a resistir fielmente cuando le diagnosticaron cáncer cerebral. Lizzy amaba la vida. Ella era una violinista talentosa, amante de la naturaleza y una amiga fiel. Ella creía que su Padre Celestial la curaría si tenía fe.

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Con una amplia sonrisa, valientemente le contó a sus curiosos amigos sobre su cáncer y les dijo que el Padre Celestial la ayudaría a recuperarse. Cuando su madre le preguntó si se acordaba de hacer sus oraciones, ella le respondió: “Mamá, oro todo el tiempo”.

Sin embargo, a medida que la condición de Lizzy empeoraba, comenzó a darse cuenta de que podría nunca mejorar. Su familia la vio aceptar y soportar el sufrimiento con mucha fe en la voluntad de Dios. Lloró muy poco, y en su lugar empezó a colocar notas por toda la casa para su familia.

Le encantó una cita que encontró del Elder Dieter F. Uchtdorf, del Quórum de los Doce Apóstoles: 

“En el plan [del Padre Celestial] no hay verdaderos finales, sólo comienzos eternos.”

Ella se aferró a esa promesa con esperanza.

En Navidad, mientras esperaba su tratamiento de quimioterapia en el hospital, Lizzy tocó villancicos con su violín para los otros niños que esperaban su turno.

Con un sombrero de Papá Noel que cubría su cabeza y una aguja intravenosa que se encontraba debajo de su manga tocó “Noche de paz” y otros villancicos. Los médicos y las enfermeras se detuvieron para escuchar con pañuelos en la mano. Su música serena llenó la clínica con esperanza.

La familia de Lizzy continuó ayunando y orando por su recuperación, pero Dios tenía otro plan para Lizzy. En unos pocos meses, ya no podía hablar ni moverse. En su último domingo, mientras yacía casi sin vida en la cama, el sol entró por la ventana y bañó su pequeño cuerpo con luz.

Los que estaban reunidos a su alrededor sabían que estaban en presencia de un espíritu noble. Poco después, Lizzy falleció en silencio. Con la fe duradera de un niño, ella fue un ejemplo y entró en un “comienzo eterno”.

El más grande Ejemplo

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Mientras Lizzy soportaba pacientemente la prueba de su cáncer, siguía el ejemplo de Jesucristo, quien soportó con fe más allá de cualquier imaginación mortal. Él tomó sobre Sí cada pecado, enfermedad, dolor y aflicción que jamás experimentaremos (Alma 7: 11–12).

Fue traicionado, burlado, golpeado y crucificado. Él “descendió debajo de todo” y bebió “de la amarga copa” (Doctrina y Convenios 88: 6; 19:18), glorificando al Padre y aceptando fielmente Su voluntad en todo momento. El Presidente Russell M. Nelson preguntó:

“¿Y si Jesús hubiese dudado en Su resolución de hacer la voluntad de Su Padre? Su Expiación no se habría llevado a cabo; los muertos no serían resucitados; las bendiciones de la inmortalidad y de la vida eterna no existirían. Pero Jesús si perseveró.”

Él pagó por todos nuestros pecados y sufrimientos, y pagó el precio de nuestro regreso a nuestro Padre. Debido a que Él perseveró con fe, cada uno de nosotros puede disfrutar de las bendiciones de la vida eterna.

Presidente Erring Semana Santa

A veces, podemos sentir que hemos sido llevados hasta el límite al tratar de seguir el ejemplo del Salvador de perdurar con fe. Pero, por supuesto, nuestro Padre Celestial no desea que vacilemos.

Nuestro Padre Celestial no nos puso en la tierra para fracasar, sino para que tengamos éxito. Él quiere que cada uno de nosotros plantemos nuestras raíces profundamente en Su Evangelio y terminemos la carrera, sin importar cuán difícil sea el curso.

El Elder Ronald A. Rasband, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos alentó a seguir “perseverando sin importar lo difícil que sea; no importa… cuán empinada sea la subida, no importa lo poco que te queda por seguir. Recuerda y confía en la promesa del Señor: ‘… confiad; yo he vencido al mundo” [Juan 16:33].

Es sólo siguiendo el ejemplo del Salvador que podemos perseverar en la adversidad, que podemos convertirnos en las personas que el Señor necesita que seamos. Al igual que el pino de bristlecone que está anclado profundamente en la tierra, podemos sobrellevar los desafíos si nuestra fe está firmemente arraigada en el Evangelio de Jesucristo. Podemos confiar en la promesa que el Señor le dio a José Smith:

“Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos” (Doctrina y Convenios 121: 7–8)

Este artículo fue escrito originalmente por Barbara A. Lewis y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “If God Loves Me, Why Is Life So Hard?

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