Algo sucedió en el Jardín del Edén que definió el frente de batalla de la guerra continua entre el bien y el mal. ¿Cuál es el frente de batalla? La mujer y sus hijos.
La mujer y sus hijos se convirtieron en los objetivos principales de Satanás, lo que causó que Dios estableciera su red de seguridad.
Después de que Adán y Eva participaron del fruto prohibido, el Padre y el Hijo parecieron detener a Satanás en su plan diabólico de llevar al hombre y a la mujer al Árbol de la Vida.
Si esta primera pareja hubiera comido ese fruto, habría vivido para siempre en sus pecados y se habría sometido al diablo para siempre, y debido a que Dios había decretado que morirían, se habría convertido en un embustero y habría dejado de ser Dios. Satanás siempre está intentando destruirnos y arrebatarle el reino a Dios.
El Padre anticipó esta crisis e hizo una estipulación inmediata para frustrar los planes de Satanás y acorralarlo en un espacio limitado. Nota la forma de hablar del Padre mientras reprende a Satanás: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, entre tu simiente y la de ella”.
Observamos con interés que no se menciona a Adán aquí. La mujer y sus hijos son la preocupación del Padre, lo que indica que Él anticipó el objetivo del ataque de Satanás.
Satanás atacó anteriormente a la mujer. Cuando separó a la mujer de su esposo, lo que nunca es una buena idea para ninguna pareja, el enemigo la engañó para que participara del fruto prohibido. Por supuesto, se nos dice en el registro que Satanás “no conocía la mente de Dios” o cómo este evento funcionaría para propósitos divinos.
También te puede interesar: 6 características que pueden ayudar a las Mujeres Jóvenes a ver el liderazgo como una responsabilidad sagrada
Sin embargo, el plan de Satanás era “destruir el mundo” al destruir primero a la mujer. Su intención era hacer que su vida fuera miserable al librar una guerra total contra ella y sus hijos. Afortunadamente, el Padre intervino y colocó enemistad entre la mujer, su simiente y Satanás.
Luego, el Padre estableció límites para la enemistad. Si bien a Satanás se le permitiría lastimar a los hijos de Eva, un hijo emergería de su simiente que heriría y conquistaría a Satanás. Por supuesto, ese hijo era Jesucristo.
Satanás sabía algo que debíamos entender: Si podía derrotar a la mujer y sacarla de su lugar, podría ganar la guerra. Pero, si la dejaba sola, estaba condenado. ¿Por qué? Porque ella tenía el poder de dar a luz al hijo prometido junto con otros hijos justos para herirle la cabeza.
Por eso, Satanás apuntó directamente a la mujer para hacerla lo más miserable posible. Su estrategia era doble: atacarla directamente y atacarla a través de sus hijos.
Juan el Revelador entendió el frente de batalla de la guerra y al tomar prestada la metáfora del hijo de la mujer, describió una guerra horrible que se iniciaría con “moretones” y terminaría con la completa derrota de Satanás.
Al personalizar la escritura de la Iglesia a la mujer, leemos cómo Juan retrata la batalla librada contra las hermanas y sus hijos, y cómo Dios los protege.
Y apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas:
Y estando encinta, clamaba con dolores de parto y sufría por dar a luz.
Y apareció otra señal en el cielo: y he aquí, un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas, siete diademas.
Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que había dado a luz, a fin de devorar a su hijo en cuanto naciese.
Y ella dio a luz un hijo varón que había de regir a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.
Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios, para que allí la sustentasen durante mil doscientos sesenta días.
Desde el principio, Satanás se centró en la mujer y sus hijos. Ahora, Juan retrocede y nos muestra cómo y dónde se originó este odio hacia la mujer.
Y hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron, ni fue hallado más su lugar en el cielo.
Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, quien engaña a todo el mundo; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
Nota que el Sacerdocio intervino para proteger a la mujer y a su hijo. Luego, se regocijó mientras empuñaba sus armas para proteger a la mujer y derrotar a Satanás.
Y oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora han venido la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos ha sido arrojado, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra de su testimonio, y no amaron sus vidas, ni aun hasta sufrir la muerte.
En ese entonces y ahora, la sangre del Cordero y el poder del testimonio son las armas del Sacerdocio.
Juan continúa su relato describiendo la guerra contra la mujer y sus hijos mientras se transfiere aquí a la tierra.
¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo gran ira, pues sabe que tiene poco tiempo.
Y cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
Y le fueron dadas a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de la presencia de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo.
Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, a fin de hacer que fuese arrastrada por el río.
Pero la tierra ayudó a la mujer, y la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había arrojado de su boca.
Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
La forma de expresión en estos versículos es fascinante. Satanás libra una guerra implacable y total contra la mujer y su simiente. Pero, Dios le da poder, el poder para volar, un refugio seguro y alimento. ¿Cómo se logra esto? Según todos los relatos, Dios coloca la responsabilidad del bienestar de la mujer y sus hijos sobre el hombre.
Después de que Dios puso enemistad entre la mujer, su simiente y Satanás, le correspondía a Adán usar su sacerdocio para proteger a su esposa y familia.
“La Familia: Una Proclamación para el Mundo” usa la siguiente forma de expresión para definir la obligación del hombre de apoyar y proteger a su esposa y sus hijos de los ataques de Satanás:
Por designio divino, el padre debe presidir la familia con amor y rectitud y es responsable de proveer las cosas necesarias de la vida para su familia y de proporcionarle protección. La madre es principalmente responsable del cuidado de sus hijos. En estas sagradas responsabilidades, el padre y la madre, como compañeros iguales, están obligados a ayudarse el uno al otro.
Quizás, ninguna población haya sufrido tanta opresión o maltrato como las mujeres. Uno solo necesita estudiar la historia y observar las culturas para reconocer cuán exitoso ha sido Satanás en librar su guerra contra las mujeres. A menudo, no tuvieron voz; eran vistas como ciudadanas y sirvientas de segunda clase, no iguales a sus esposos. Fueron menospreciadas, explotadas, maltratadas: incluso se convirtieron en el objeto sexual de los hombres que son carnales, sensuales y diabólicos.
Desde el principio, la red de seguridad de Dios para la mujer es el Sacerdocio: Primero, su esposo amable y justo; segundo, el Sacerdocio en su familia extendida; y, tercero, la comunidad del Sacerdocio en la que vive.
El esposo debe proveer para ella y sus hijos “las necesidades de la vida” y proteger a sus hijos. Estas necesidades y protección sobrepasan lo temporal. La protección y las necesidades espirituales son igualmente necesarias.
Su red de seguridad del Sacerdocio – su esposo, su familia y la comunidad del Sacerdocio en su barrio – debe asumir la responsabilidad de velar por la mujer y sus hijos. De hecho, se nos dice que el Evangelio en su pureza plantea requisitos específicos para cuidar a la mujer y a sus hijos que están bajo el ataque de Satanás: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.
Mi propósito al escribir este artículo no es insinuar que las mujeres son débiles y necesitan mimos. Por el contrario, en la historia, las mujeres han demostrado ser excepcionalmente fuertes y valientes.
Mi propósito no es insinuar que las mujeres no podrían enfrentar a Satanás o proteger a sus hijos de sus ataques. Solo hay que leer los testimonios de los Jóvenes Guerreros para demostrar lo fuerte que es la protección de una madre.
Mi propósito no es insinuar que los hombres sean menos inmunes que las mujeres a los dardos ardientes de Satanás. Claramente, Satanás puede atacar ferozmente a cualquier género. Sin embargo, parece evidente que Dios anticipó que la guerra de Satanás se libraría específicamente contra la mujer y sus hijos, por lo que Él hizo una estipulación especial al dar al Sacerdocio la responsabilidad de proveer para ellos y protegerlos.
En el día en que abunde la apostasía y Satanás enfurezca los corazones de los hombres, posiblemente los esposos, los padres y el Sacerdocio se interpongan entre Satanás, y las mujeres y sus hijos.
Tal vez, el Sacerdocio empuñe las armas de la sangre del Cordero y el testimonio a fin de proteger y proveer para los que dependen de ellos. Quizá, el Sacerdocio practique la religión pura y defienda el límite de enemistad para que Satanás no pueda pasar.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Larry Barkdull y fue publicado en latterdaysaintmag.com con el título “Satan’s Attack on Women”.