Este es un relato de la hermana Sharon Eubank, primera consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro.
Recibo cientos de cartas en mi oficina y muchas de ellas describen la angustia que resulta de las categorías que a veces creamos para cada uno. A continuación, compartiré una carta que describe el dolor de estar soltero en una Iglesia centrada en la familia:
“Tengo 48 años y no me he casado. Realmente, lucho con esta realidad. He tenido dificultades para reconocer cuál es mi propósito en esta vida como una persona soltera sin familia ni posteridad. La familia es un gran enfoque en la Iglesia, como debería ser. Sin embargo, cuando no se te da esa bendición, puede ser difícil saber a qué lugar perteneces. ¿Cómo supero estos sentimientos de vacío y siento el propósito de mi vida?”
Otras cartas describen asuntos diferentes. Sin embargo, todos los remitentes dicen que sienten que “no pertenecen” a la Iglesia “normal”.
He descubierto que las cosas que tenemos en común como discípulos de Cristo son mucho más importantes que las etiquetas que nos mantienen segregados.
La Iglesia de Jesucristo, tal como está enfocada en crear las condiciones para Sión, puede ser una iglesia sin categorías, un lugar sin -itas, según dice el Libro de Mormón (véase 4 Nefi 1:17).
Las siguientes siete ideas son mi respuesta a la carta de esta hermana. Tu situación puede ser diferente, pero si te has sentido encasillado, espero que encuentres algo aquí que te pueda ayudar.
1. Nuestras bendiciones vienen en un orden diferente, pero aun así vienen
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En la mortalidad, las personas nos etiquetan y nos dividen por categorías: “soltero”, “nigeriano”, “misionero retornado”, “conductor de Hyundai”. Sin embargo, estas categorías son triviales desde una perspectiva eterna.
El Presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, recientemente nos enseñó que solo una etiqueta importa.
“Lo más importante es que cada uno de nosotros es un hijo de Dios con el potencial de alcanzar la vida eterna. Todas las demás etiquetas, incluso nuestra ocupación, raza, características físicas u honores, son temporales o triviales en términos eternos”.
Dios “no hace acepción de personas” (Véase Hechos 10:34 y Alma 1:30).
El saber esta verdad me ayuda a comprender mi propósito eterno. Vine a la tierra con eones de experiencia y talento. Asimismo, vine con ciertas responsabilidades personales. Mi macromisión es la misma que la de cualquier otra persona: tener experiencias, arrepentirme, perdonar, obtener ordenanzas, servir a los demás.
Sin embargo, mi micromisión es específica y forma parte de un plan divino para mí. Si hago todo lo posible por guardar mis convenios, la vida que vivo ahora formará parte de ese plan. Quiero respetar la vida que el Señor me ha dado.
Las bendiciones vienen en un orden diferente. No obstante, aquellos que se esfuerzan por ser fieles, recibirán todas las bendiciones. El Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, lo dijo mejor:
“Algunas bendiciones nos llegan pronto, otras llevan más tiempo, y otras no se reciben hasta llegar al cielo; pero para aquellos que aceptan el Evangelio de Jesucristo, siempre llegan, se los aseguro”.
2. El eterno ahora
El Élder Neal A. Maxwell (1926 – 2004) del Quórum de los Doce Apóstoles enseñó:
“Dios vive en una actualidad eterna en donde el pasado, el presente, y el futuro están continuamente delante de Él”.
Creo que mis Padres Celestiales no me ven por lo que soy ahora sino como la persona que seré en la eternidad. Saber esto me ayuda a enfocarme en mi ser holístico en lugar de quien soy en este momento exacto.
3. Los barrios también pueden convertirse en nuestras familias
Ya que muchos de nosotros no vivimos en una familia ideal de dos padres, los barrios o las ramas pueden funcionar como una familia extendida.
Para los niños que no tienen una vida familiar ideal, hay adultos bondadosos que pueden ser un ejemplo para ellos y enseñarles. Para los adultos que no tienen los hijos que desean, hay otros niños que necesitan de sus cuidados.
Los barrios pueden ser lugares socialmente seguros con personas dispuestas a cuidarnos y perdonarnos, tal como nosotros lo hacemos por ellos. Una familia de barrio nos da la oportunidad de interactuar y relacionarnos con personas que de otro modo no podríamos entender.
“Ah”, dices, “pero mi barrio no es así”.
Tal vez. Pero, considera esto: No tienes idea del poder que tiene tu ejemplo en tu barrio. Esto puede formar parte de tu misión.
4. Encajar en una familia y una Iglesia orientada a la familia
Al ser soltera, entiendo cómo se siente esto. No tienes un compañero; sentarse en las bancas de la Iglesia es incómodo; las fiestas pueden ser una tortura; tus familiares sienten que pueden comentar cuando nadie debería decir ni una palabra al respecto.
Para mí, la mañana de Navidad enfatiza mi soltería como ninguna otra temporada. La tentación es permitir que mi “categoría” sea una excusa para estar triste o nunca tomar la iniciativa.
Una vez que comencé a organizar la celebración de Navidad y planificar eventos familiares, esto marcó la diferencia en cómo me sentía y cómo mi familia me veía. Este cambio me recordó que la familia no solo se trata de ser un cónyuge y un padre.
Hay cosas que puedo hacer como tía que un padre no puede hacer, y trato de estar al tanto y hacer las cosas bien. Ser una buena hermana, hija, nieta y tía no son papeles descartables. Son papeles sagrados. Tú y yo tenemos mucho que aportar y nos haremos responsables.
Encajar en una Iglesia centrada en la familia también puede ser un desafío. Pero, la realidad es que la mayoría de los miembros de la Iglesia no viven en situaciones familiares perfectas. Dudo que alguien viva en esa familia perfecta e ideal.
Entonces, ¿por qué mantener el énfasis? Porque la familia es nuestro destino, y estamos en esta tierra para aprender las habilidades de las relaciones familiares sólidas, independientemente de cuál sea nuestra situación.
5. Sentirse solo y lidiar con el dolor
A veces, mis propias experiencias me han traído un dolor intenso y una soledad profunda. Es fácil atribuir ese dolor a la categoría de las circunstancias de mi vida. Pero, he llegado a ver que todos están lidiando con el dolor.
Mi hermana está divorciada; mi otra hermana no puede concebir; un hombre de 38 años está muriendo de cáncer; los niños causan dolor de cabeza; suceden accidentes terribles; los cónyuges dejan la Iglesia; la salud se quebranta. Es el estado de mortalidad.
Lo mejor que podemos hacer es tratar de ayudarnos mutuamente a soportar el dolor. Puedo ser vulnerable y compartir mi realidad. Puedo encontrar empatía cuando otras personas comparten su dolor. De alguna manera, saber que todos llevamos varias cargas de dolor me hace sentir “menos especial” y es más fácil soportar el dolor.
Por supuesto, cuando el dolor es insoportable, como a veces sucede, podemos recurrir al Padre Celestial y a Su Hijo, Jesucristo. Ellos conocen esta carga. Han prometido darnos respiro y descanso. Además, testifico que realmente lo hacen.
6. Oportunidades en nuevas direcciones
A menudo, conozco a personas, que no son Santos de los Últimos Días, que son ejemplos grandiosos de integridad y devoción. Se sacrifican por los demás y hacen todo lo posible por amar a Dios al amar a Sus hijos.
Obviamente, el Señor está con ellos. Muchos buscan amistades y construir una comunidad moral y solidaria. Nosotros podemos hacer lo mismo. Además de compartir nuestra fe y aprender sobre la fe de los demás, existen muchas cosas que podemos hacer juntos para construir amistades y mejorar nuestras comunidades.
Nuestros prójimos, colegas, conocidos y familias ligeramente disfuncionales forman parte del plan que Dios tiene para nosotros. Tú y yo tenemos mucho que hacer para edificar los lugares en los que viviremos y el Señor, sin duda alguna, nos está guiando.
7. Apoyo emocional
Si soy sincera, mi vida de soltera solo funciona porque he tenido personas que me han apoyado emocionalmente y me dicen la verdad. Por medio de la oración pude conseguir personas que estuvieran a mi lado. El Padre Celestial sabe que necesitamos amigos cercanos y los amigos que Él nos envía son regalos. Ser un buen amigo atrae más amigos.
Sin embargo, a veces, incluso nuestros buenos amigos no pueden comprender completamente nuestro dolor y deseos. En esos casos, ir al templo puede fortalecernos como nada en el mundo.
Si nos sentimos débiles e impotentes, participar de las ordenanzas trae “el poder de la divinidad” a nuestras vidas (Doctrina y Convenios 84:20), incluida la salud emocional y la fortaleza.
La hermana Chieko Okazaki, ex Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, lo expresó de esta manera:
“Hermanas, fortalézcanse buscando la fuente de la verdadera fortaleza, que es nuestro Salvador. Vengan a Él. Él las ama; desea que sean felices y se regocija en sus deseos de ser rectas. Hagan de Él su fortaleza, su compañero constante, su vara y su cetro. Permítanle consolarlas. No hay carga alguna que tengan que llevar solas”.
Quizás, no hay nada aquí que no supieras antes. Sin embargo, espero que le des la oportunidad al Espíritu de decirte que estas cosas son verdad. No hay nadie como tú y si eres lo suficientemente valiente como para preguntar, creo que te sentirás abrumada por las impresiones acerca de tu propósito, más de lo que nunca imaginaste que sería posible.
Sobre todo, espero que sepas que no hay ninguna categoría que se acomode a ti, excepto la de ser un hijo del eterno Dios. El Señor te ve. No eres invisible para Él. Él ama los esfuerzos que haces y que nadie más puede ver.
Eres valiosa y Él te atesora con todas tus peculiaridades e individualidades. Si le confías tu vida a Él, Su mano te guiará en cada paso del camino hasta que estés feliz y en paz con todos los deseos de tu corazón.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Sharon Eubank y fue publicado en churchofjesuschrist.org con el título “A Letter to a Single Sister”.