El último fin de semana, tuvimos la gran oportunidad de reunirnos como Iglesia mundial para escuchar las palabras de nuestro Profeta y los líderes de la Iglesia.
A menudo, antes de la Conferencia, preparamos las preguntas que esperamos que sean respondidas durante las sesiones de la Conferencia, y escuchamos con reverencia a fin de sentir el amor del Señor.
En ocasiones, podemos sentirnos completamente abrumados en el mundo en que vivimos y que cada una de nuestras creencias son probadas. Se escuchan voces contradictorias a nuestro alrededor y, con frecuencia, podemos perdernos en el ruido de nuestra sociedad.
La Conferencia General es un fin de semana en el que podemos descansar de ese ruido y concentrarnos en las palabras apacibles del Evangelio de Jesucristo que enseñan los líderes de Su Iglesia.
Entre las muchas lecciones que se enseñan en la Conferencia General, lo que trae más paz es la reiteración de esas verdades sencillas y hermosas que impactan nuestra vida diaria.
A continuación, mencionaré 5 verdades hermosas y sencillas que nos ayudarán cuando las cosas en nuestras vidas se vuelvan confusas y parezca difícil reconocer la mano del Señor.
Verdad 1: Dios es nuestro amoroso Padre Celestial
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Podemos vivir en tiempos de confusión. Pero, a menudo, los líderes de la Iglesia nos recuerdan que vivimos en un tiempo de muchas bendiciones.
El Élder Bruce R. McConkie dijo una vez:
“No sé qué hicimos en la preexistencia para merecer las maravillosas bendiciones que disfrutamos. Hemos venido a la tierra en esta gran época de la larga historia de la humanidad. Es una época maravillosa, la mejor de todas”.
Cultivar un sentido saludable de optimismo puede recordarnos que tenemos mucho por lo que estar agradecidos cada día y que somos verdaderamente bendecidos de estar vivos en una época tan importante en el mundo.
Cuando enfrentamos tiempos de confusión, siempre podemos recurrir con mayor sinceridad a nuestro amoroso Padre Celestial y saber que Él escuchará nuestras oraciones.
Verdad 2: Él siempre está a una oración de distancia
Uno de los mejores dones que tenemos en esta vida es el don de la oración. En esos momentos en los que sentimos que apenas podemos navegar por toda la confusión y el ruido de nuestro día, una oración silenciosa de gratitud o pedir ayuda puede ser exactamente lo que necesitamos para volvernos a enfocar y encontrar la claridad que necesitamos para seguir avanzando.
El Señor escucha nuestras preguntas y súplicas. Si bien las respuestas que esperamos tardan en llegar, de seguro las recibiremos. El Élder Dieter F. Uchtdorf dijo:
“Para fortalecer nuestra relación con Dios necesitamos pasar tiempo provechoso con Él a solas”.
La oración sincera nos ayudará a encontrar paz y claridad. Nuestro Padre Celestial siempre está ansioso por saber de nosotros.
Una vez escuché a un misionero explicar la oración como una llamada telefónica a tus padres cuando no los has visto en mucho tiempo. Se apresurarán en contestar el teléfono y estarán encantados de escuchar tu voz cuando les cuentes sobre tus experiencias del día a día, incluso los pequeños detalles que crees que son insignificantes.
Nuestro Padre Celestial siente lo mismo cuando oramos y siempre está feliz de escuchar nuestras voces y experiencias.
Verdad 3: Estamos haciendo las cosas mucho mejor de lo que pensamos
La comparación puede ser uno de los mayores obstáculos de nuestra salud mental y espiritual. Todos buscamos mejorar cada día y, a veces, puede parecer que tenemos una montaña de incompetencias, debilidades y cosas que queremos cambiar desesperadamente en nosotros mismos.
Lo mencionado y compararnos con los demás, puede llevarnos rápidamente por un camino de desánimo. Sin embargo, nuestro Padre Celestial no nos colocó en esta Tierra para sentirnos incompetentes o compararnos con los demás.
El Padre Celestial nos colocó aquí, en la Tierra, para tener gozo y progresar. Al igual que terminar una carrera, un proyecto o un buen libro, el viaje es tan importante como el destino. Lloyd Newell capturó esto perfectamente cuando dijo:
“Ninguna obra maestra se crea de repente. Así que agradece los pequeños éxitos, las alegrías simples, los buenos momentos e incluso los tiempos difíciles. Cada uno es otra pincelada, otra estrofa, otra nota hacia el producto terminado. Cada una nos da experiencia, nos enseña y nos fortalece para lo que nos espera. La vida es un proceso de cambio y mejora: volverse un poco más amable, un poco más fuerte, un poco mejor. Se paciente con el proceso y recuerda que cada uno de nosotros es una obra maestra en proceso”.
Verdad 4: La fe es un viaje, no solo un destino
A menudo, parece que cuando hacemos nuestro mayor esfuerzo para elegir activamente la fe en nuestra vida diaria, de repente nos damos cuenta de cuánto más tenemos que hacer para aumentar nuestra fe.
En esos momentos, en los que sentimos que tenemos mucho por hacer, podemos consolarnos al saber que tener fe es un verdadero viaje. Es una influencia orientadora en nuestras vidas que atraviesa una variedad de colinas y valles. Incluso los más valientes de aquellos que sirven al Señor han tenido momentos en los que sintieron que no tenían la fe para continuar.
Nuestro Padre Celestial tiene mucho amor por nosotros y conoce nuestras dudas y preguntas. El componente más importante del Plan de Salvación es nuestro libre albedrío, nuestra capacidad para elegir.
Nuestro amoroso Padre Celestial quiere que lo busquemos personalmente y que utilicemos todas las herramientas disponibles para acercarnos a Él. Las palabras de los profetas y apóstoles, especialmente durante la Conferencia General, nos ayudarán a sentir su amor y revivir aspectos de nuestra fe que pueden haberse debilitado.
Podemos confiar al saber que estamos en un viaje con nuestra fe, y cada esfuerzo es un éxito ante los ojos del Señor.
Verdad 5: Somos hijos de Dios
Mientras servía como misionero en Tokio, Japón, recuerdo haber presenciado una serie de milagros que permanecerán conmigo para siempre. Un milagro que siempre me llamará la atención es la influencia apacible del himno de la Primaria, “Soy un hijo de Dios”.
Tokio es un crisol de países, culturas y personas diferentes. Mientras servía, canté “Soy un hijo de Dios” en una variedad de idiomas. Sin embargo, la influencia apacible del Espíritu siempre llenó la sala de la misma manera.
Ante todo, somos hijos de Dios. Para Él, tenemos gran valor. No necesitamos tener un alto estatus, un cuerpo perfecto, riqueza o incluso una fe perfecta para estar envueltos en su amor. Todo lo que Él requiere es que lo intentemos y demos nuestro mejor esfuerzo para seguir Su consejo y Sus mandamientos cada día.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Devin Justesen y fue publicado en ldsdaily.com con el título “Beautiful and Simple Truths That Bring Peace in Confusing Times”.