La razón por la que el profeta no puede cambiar los mandamientos

el profeta y los mandamientos

“Cuando comprendemos cuánto nos ama Dios y que Sus mandamientos están motivados por ese amor, podemos obtener un mayor aprecio por ellos.”

Mi esposo y yo tenemos cuatro hermosos hijos. Son increíbles y maravillosos, y tres son adolescentes con todo lo que eso conlleva: la típica crisis existencial, la rebelión y sus muchas preguntas.

Los amamos mucho a todos. Frecuentemente nos dan a mi esposo y a mí sus quejas acerca de cuán injustas son nuestras reglas, cuán lamentable es que les pidamos que nos entreguen sus dispositivos electrónicos por la noche (incluso a los que ahora tienen 19 años) y, mi favorita, lo injusto que es engreír a uno de sus hermanos. No siempre es fácil lograr que nuestros hijos vean lo que estamos tratando de hacer.

Como padres y miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (a veces erróneamente llamados Mormones o la Iglesia Mormona), nos enfocamos en el objetivo final de criar personas productivas que amen a Dios y se esfuercen por ser discípulos de Jesús. Mi esposo y yo nos esforzamos por recorrer el camino del convenio y enseñar a nuestros hijos la importancia de hacer lo mismo.

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Estamos siguiendo el patrón que el Padre Celestial ha establecido para Sus hijos. El presidente Russell M. Nelson dijo:

“Más que nada, nuestro Padre desea que Sus hijos elijan regresar a Su hogar [celestial]. Todo lo que Él hace está motivado por ese anhelo. La razón por la que estamos en esta tierra es para calificar para vivir con Él para siempre. Hacemos eso usando nuestro albedrío al encontrar y permanecer en el camino del convenio que nos lleva de regreso a nuestro hogar celestial… 

Las leyes de Dios reflejan Su amor perfecto por cada uno de nosotros. Sus leyes nos mantienen espiritualmente seguros y nos ayudan a progresar.”

Cuando comprendemos cuánto nos ama Dios y que Sus mandamientos están motivados por ese amor, podemos obtener un mayor aprecio por ellos. Incluso por los que no podemos entender del todo.

Nuestro Padre Celestial nos ama

Jesus

“Little one” por Yongsung Kim

Dios es nuestro Padre Celestial, y todos somos Sus hijos espirituales y nos ama de una manera que es indescriptible. El Elder Dieter F. Uchtdorf enseñó:

“Piensen en el amor más puro y ferviente que se puedan imaginar; ahora multipliquen ese amor por una cantidad infinita; ésa es la medida del amor de Dios por ustedes.

Dios no mira la apariencia exterior. Yo creo que a Él no le importa para nada si vivimos en un castillo o en una casita, si somos apuestos o no, si somos famosos o desconocidos. Aunque estemos incompletos, Dios nos ama completamente; aunque seamos imperfectos, Él nos ama perfectamente; aunque nos sintamos perdidos y sin brújula ni guía, el amor de Dios nos rodea por completo.

Somos importantes para Dios no por nuestro currículo, sino porque somos Sus hijos. Él nos ama a cada uno, incluso a los imperfectos, rechazados, torpes, apesadumbrados o quebrantados. El amor de Dios es tan grande que Él incluso ama a los orgullosos, a los egoístas, a los arrogantes y a los malvados.”

Lo que esto significa es que, independientemente de nuestro estado actual, hay esperanza para nosotros. A pesar de nuestro dolor, nuestra tristeza, nuestros errores, nuestro misericordioso Padre Celestial desea que nos acerquemos a Él para que Él pueda acercarse a nosotros.

¿Cómo podemos acercarnos a nuestro Padre Celestial? Al seguir sus mandamientos.

Verdades y leyes divinas

estatuas de cristo

“Algunas cosas son simplemente ciertas. El árbitro de la verdad es Dios, no su fuente de noticias favoritas en las redes sociales, ni Google, y definitivamente no aquellos que no están contentos con la Iglesia.

El presidente Spencer W. Kimball enseñó que la verdad absoluta no puede ser “alterada por las opiniones de los hombres”. Si los hombres son realmente humildes, se darán cuenta de que descubren, pero no crean la verdad. 

Muchos ahora afirman que la verdad es relativa y que no existe una ley divina o un plan divino. Tal afirmación simplemente no es cierta. No es una diferencia entre el bien y el mal. La verdad se basa en las leyes que Dios ha establecido para la confiabilidad, protección y crianza de sus hijos. Las leyes eternas operan y afectan cada una de nuestras vidas, ya sea que las creamos o no.” (“El amor y las leyes de Dios”)

Es la razón por la que debemos entender el amor de Dios. Debido a que nos ama, nos da mandamientos para que podamos llegar a ser como Él. Al igual que nuestros hijos no siempre entienden cómo algunas de nuestras reglas los mantienen a salvo, nosotros tampoco entendemos cómo las leyes de Dios nos mantienen a salvo.

Recientemente descubrí una analogía que explica esto con un semáforo recién instalado en una carretera.

La parábola de los semáforos

Vivo en un pequeño pueblo cerca de las montañas a unas dos horas al norte de “la gran ciudad”. En el último tramo de la autopista en las afueras de la ciudad que se dirige a mi casa, siempre respiro aliviada cuando paso el último semáforo porque no hay otro más en las siguientes dos horas de camino.

Recientemente, llevé a mi hijo mayor a un par de citas médicas y, para mi consternación, descubrí que se habían instalado dos semáforos más en mi tramo de la carretera.

Unos días después, mi esposo y yo estábamos hablando con nuestro hijo. Mi esposo le preguntó: “¿Ves los semáforos como una bendición o una carga?” No estoy seguro de cuál fue la respuesta de mi hijo, porque estaba pensando en lo infeliz que estaba con las luces recién instaladas. Mi esposo dijo:

“Ambos son una bendición y una carga. Tal como son los mandamientos. Puedes verlos como limitantes de tu libertad o puedes verlos como una protección. Si te pasas una luz roja, entonces tú y otros estarán en peligro. Si los obedeces, estarás protegido.”

Los mismos semáforos que me impidieron pasar a otros conductores más lentos en ese tramo de la autopista, hicieron que el camino fuera más seguro para todos. Debido a que en ciertos momentos del día, los conductores que intentaban girar a la izquierda en la calle lateral hacia la carretera se enfrentaban con un tráfico pesado y cada vez más autos usaban ese camino. 

El semáforo agregó una medida de protección para todos los conductores. No había visto la necesidad que teníamos, pero otros con una mayor perspectiva lo habían hecho.

El don de la previsión

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Como padres, es nuestro trabajo ver todas las posibilidades, especialmente cuando nuestros hijos no pueden hacerlo. De la misma manera, nuestro Padre Celestial también nos cuida. El presidente Nelson dijo:

“Dios sabía que debido a las tácticas y trampas engañosas del adversario, el camino del convenio no sería fácil de encontrar o seguir. Entonces, Él envió a Su Hijo Unigénito para expiarnos y mostrarnos el camino. 

El poder divino disponible para todos los que aman y siguen a Jesucristo es el poder de sanarnos, fortalecernos, limpiarnos del pecado y magnificarnos para hacer cosas que nunca podríamos hacer por nuestra cuenta. Nuestro Salvador es el Divino Ejemplar que marcó el camino que debemos seguir.

Porque el Padre y el Hijo nos aman con un amor infinito y perfecto, y porque saben que no podemos ver todo lo que ven, nos han dado leyes que nos guiarán y protegerán.” (“El amor y las leyes de Dios”)

Pero con todo el caos y la confusión del mundo, ¿cómo sabremos qué voces nos dicen el camino correcto que debemos seguir? El presidente Nelson explicó:

“El evangelio de Jesucristo está “construido sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular principal””

Podemos encontrar verdad en las palabras de los profetas y apóstoles, tanto antiguos como modernos.

La labor de un profeta

El profeta, Presidente Nelson

La labor de un profeta es sagrada. El Elder Neil L. Andersen explicó:

“La selección de un profeta la lleva a cabo el Señor mismo. No existen campañas, ni debates, ni postulaciones para hacerse con un cargo, ni disensión, desconfianza, confusión o conmoción. 

Yo también confirmo que el poder de los cielos estuvo con nosotros en la sala superior del templo cuando, en oración, rodeamos en círculo al presidente Nelson y sentimos la innegable aprobación del Señor sobre nosotros.”

El presidente Nelson enseñó:

“Todos los líderes de la Iglesia del Señor son llamados mediante la debida autoridad, y en ese respecto, ningún profeta o ningún otro líder de esta Iglesia se ha dado a sí mismo o a sí misma un llamamiento. Jamás se ha elegido a un profeta; el Señor lo dejó claro cuando dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto.””

Primera Presidencia

La labor de un profeta no es fácil. El presidente Nelson dijo:

“A veces, como líderes de la Iglesia, somos criticados por mantenernos firmes a las leyes de Dios, defender la doctrina del Salvador y resistir las presiones sociales de nuestros días. Pero nuestra comisión como apóstoles ordenados es “ir a todo el mundo a predicar [su] evangelio a toda criatura”. Eso significa que se nos manda enseñar la verdad.

Al hacerlo, a veces se nos acusa de ser indiferentes a medida que enseñamos los requisitos del Padre para la exaltación en el reino celestial. Pero, ¿no sería mucho más indiferente para nosotros no decir la verdad, no enseñar lo que Dios ha revelado?

Precisamente porque nos preocupamos profundamente por todos los hijos de Dios, proclamamos Su verdad. Es posible que no siempre le digamos a las personas lo que quieren escuchar. Los profetas rara vez son populares. ¡Pero siempre enseñaremos la verdad!”

La carga del discipulado

mandamientos

Muchos en el mundo de hoy, como señaló el presidente Nelson, califican al profeta y a los apóstoles como indiferentes e insensibles hacia aquellos que tienen desafíos no sólo con aceptar los mandamientos sino también con guardarlos. El Elder Jeffrey R. Holland dijo:

“Esa es la carga de los que son llamados a llevar el mensaje mesiánico. Además de enseñar, alentar y animar a la gente (que es la parte agradable del discipulado), de vez en cuando a esos mismos mensajeros se los llama a preocuparse, a amonestar y a veces simplemente a llorar (que es la parte dolorosa del discipulado). 

Ellos saben muy bien que el camino que conduce a la tierra prometida que “fluye leche y miel”, pasa necesariamente por el monte Sinaí, de donde proviene un caudal de mandamientos en cuanto a lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer.

Lamentablemente, los mensajeros de los mandamientos divinamente ordenados no suelen gozar de mayor popularidad en la actualidad que en la antigüedad.”

Pero enseñar la verdad no significa que los profetas y apóstoles sean insensibles. El presidente Nelson enseñó:

“Cuando los hijos e hijas de Dios lloran, por cualquier motivo, nosotros lloramos.”

Aquellos que dirigen la Iglesia de Jesucristo tienen la carga de brindar amor a todos los hijos de Dios, pero también la de defender y enseñar las leyes de Dios cada vez menos populares e inmutables.

El amor de Dios

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En todo lo que hacen los apóstoles y profetas, el amor por los hijos de Dios y la obediencia a la ley de Cristo son lo primordial. El presidente Thomas S. Monson enseñó:

“El amor es la esencia misma del Evangelio, y Jesucristo es nuestro Ejemplo. Su vida fue un legado de amor: sanó al enfermo, elevó al oprimido y salvó al pecador. Al final, la multitud enfurecida le quitó la vida; y sin embargo, desde la colina del Gólgota resuenan las palabras: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, la expresión máxima de compasión y amor en la tierra.”

Pero, el amor y la ley están intrínsecamente vinculados. El Elder Holland explicó:

“En el apogeo de Su ministerio terrenal, Jesús dijo: “Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado”. A fin de que entendieran exactamente a qué tipo de amor se refería, dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” y “… cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será … en el reino de los cielos”. 

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El amor semejante al de Cristo es la mayor necesidad que tenemos en este planeta, en parte porque se supone que la rectitud siempre debería acompañarlo. De modo que si el amor debe ser nuestro lema, tal como debe, ser, entonces, según la palabra de Aquel que es el amor personificado, debemos abandonar la transgresión y cualquier indicio de que la apoyamos en otras personas. 

Jesús entendía claramente lo que muchos de la cultura moderna parecen olvidar: que hay una diferencia fundamental entre el mandamiento de perdonar el pecado (para lo que Él tenía una capacidad infinita) y el amonestar en contra de justificarlo (lo cual Él nunca hizo, ni siquiera una vez).”

Por lo tanto, la máxima expresión del amor de Dios por nosotros es que Él nos da mandamientos a seguir para que, mediante nuestra obediencia a ellos, podamos volver a Él.

Este artículo fue escrito originalmente por Lisa Montague y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “Why the Prophet Can’t Change the Commandments

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