Conociendo mejor a Cristo: “Aunque seamos imperfectos, Él nos ama perfectamente”

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En todo el mundo las personas quieren conocer mejor a Cristo. Una amiga mía, que no es miembro de la Iglesia, me dijo recientemente que cree que no se puede conocer al Señor, que Él es una fuerza poderosa y un creador de todas las cosas. Pero, no es un ser que realmente puedas llegar a conocer.

Ella preguntó si los Santos de los Últimos Días piensan lo mismo y le dije que nos esforzamos por tener una relación real con Cristo.

En nuestra fe creemos que una cosa es saber acerca de Cristo y otra muy distinta conocerlo. Nos esforzamos por conocerlo a través de la oración, el estudio y el servicio, para seguir las exhortaciones de Cristo, guardar los mandamientos y amar a nuestro prójimo.

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Oramos para obtener un testimonio de que Él vivió y ahora vive nuevamente. Creemos que Jesús, Dios el Padre y el Espíritu Santo son seres separados, pero uno en propósito. Contamos con la revelación personal y las respuestas reales a nuestras oraciones. Expresamos gratitud por el sacrificio expiatorio del Señor que nos permite a todos nosotros resucitar y regresar a nuestro Padre Celestial.

Creemos que la iglesia original de Cristo del Nuevo Testamento con autoridad divina se perdió y fue restaurada nuevamente hace 200 años por el profeta José Smith. Estudiamos las palabras de los profetas y los apóstoles modernos para aprender todo lo que podamos sobre el Redentor. Hacemos convenios sagrados y creemos que las familias pueden ser eternas.

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Aunque nuestros puntos de doctrina pueden diferir, todos queremos conocer mejor a Cristo, sentirnos más cerca de Él. Esta es una búsqueda muy valiosa, que produce una gran alegría y descubrimiento. Sin embargo, a veces pasamos por alto una de las formas más seguras de lograr esta cercanía.

Buscar en nuestro interior y estudiar qué tan bien nos conoce Cristo. Cuando miras a la población de la tierra, es una pequeña fracción de las personas que captan la humilde verdad de que el Hijo de Dios nos conoce a cada uno de nosotros individualmente.

Como el Élder Jeffrey R. Holland dijo:

“Él sabe nuestros nombres y conoce nuestras necesidades”. 

El Élder David A. Bednar hizo eco de esta verdad:

“El Señor nos conoce a cada uno individualmente y nos ama a cada uno infinitamente. Nos conoce a uno por uno por nombre”.

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Al llegar a una comprensión clara de cuán bien nos conoce Cristo a cada uno de nosotros, y cuánto nos ama, llegaremos a conocerlo mejor y comenzaremos a lograr la cercanía que todos queremos.

Muchos, en todo el mundo, saben que Cristo sufrió por nuestros pecados durante esa noche terrible en Getsemaní y luego fue crucificado. Pero, pocos saben que Él hizo aún más que eso: No solo tomó sobre sí nuestros pecados, sino todas nuestras cargas, incluida la enfermedad, el abuso, la traición, la angustia, la soledad, la depresión, el dolor, toda forma de angustia que soportamos en esta vida.

Lo hizo por cada uno de nosotros. Literalmente entiende cada cosa por la que pasaremos. Él sabe de qué nos avergüenza, las acciones que lamentamos. Cristo conoce nuestro profundo remordimiento cuando nos arrepentimos. Cuando lloramos de tristeza, cuando nos hundimos en la desesperación pensando que nadie más podría entendernos, hay Uno que si nos entiende absolutamente. Él lo vivió y lo sintió. Nos ama y sabe exactamente cómo ayudarnos.

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La expiación no es solo para pagar por nuestros pecados para que podamos entrar al cielo después de nuestra muerte. Es un regalo vivo, actual que nos ayuda y nos sostiene a medida que viajamos a través de la mortalidad. No solo nos da paz y consuelo, sino también poder. Podemos recurrir a nuestro Señor y Salvador ahora, sabiendo que Él nos ama, tiene una empatía perfecta con nuestra situación y quiere ayudarnos.

Chieko Okasaki, antigua Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, dijo:

“Él no está esperando que seamos perfectos. Las personas perfectas no necesitan un Salvador. Él vino a salvarnos en nuestras imperfecciones. Él es el Señor de los vivos y los vivos cometen errores. No se avergüenza de nosotros, no se enoja con nosotros o se sorprende. Él nos ama en nuestro quebrantamiento, en nuestra infelicidad, en nuestra culpa y en nuestro dolor”.

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Pero, también se regocija en lo bueno que hay en nosotros. Él sabe las veces que ejercimos fe cuando la vida se puso difícil. Las veces que recurrimos a Él en busca de ayuda. Los sacrificios que hicimos por el bien de los demás. La persecución por Su causa que sufrimos. Los momentos en que perdonamos. Los gestos desinteresados. El sincero amor que expresamos. Las pruebas que hemos soportado valientemente.

Cristo conoce nuestras peculiaridades. Él sabe qué nos deleita, qué esperanzas tenemos en nuestros corazones, qué objetivos deseamos alcanzar. Se deleita en cada uno de nuestros esfuerzos. Incluso cuando tropezamos y caemos, Él todavía nos ama.

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Como dijo el Presidente Thomas S. Monson:

“Nuestro Padre Celestial ama a cada uno de nosotros. Ese amor nunca cambia… simplemente siempre está ahí”. 

El Hijo Unigénito de Dios siente lo mismo.

El Élder Dieter F. Uchtdorf dijo:

“Aunque estemos incompletos, Dios nos ama completamente; aunque seamos imperfectos, Él nos ama perfectamente; aunque nos sintamos perdidos y sin brújula ni guía, el amor de Dios nos rodea por completo”.

Al aprender cómo nuestro Salvador nos conoce y nos ama individualmente, automáticamente también llegaremos a conocerlo y amarlo.

Fuente: Meridian Magazine

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