Al igual que en Éter, a veces sentimos que estamos cruzando grandes tormentas enterradas en el mar, en medio de la oscuridad. Sin embargo, la luz que tenemos, aunque parezca tan pequeña como una piedra, será lo que necesitamos para atravesarlas.
No solo estamos pasando por esta vida, porque no se trata solo de llegar al final y esperar la próxima etapa, el más allá. Porque como dice en Éter, la vida no terminó para ellos cuando llegaron a tierra firme. No fue el final de la historia o de ellos. Continuaron viviendo y disfrutaron de nuevas etapas con bendiciones y posteridad.
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Entonces, no, no se trata solo de sobrevivir hasta que sea el momento de morir. Se trata de aferrarnos a la luz que tenemos y saber que vendrá una nueva etapa en esta vida, una llena de bendiciones y posteridad.
La mujer que sufría de flujo de sangre tuvo desafíos la mayor parte de su vida. Utilizó todos los recursos y centavos que tenía para encontrar alivio, progreso y sanación. Sin embargo, nunca sucedió.
Sé que sintió que perdía la esperanza, la fuerza, la fe y probablemente pensó que era la excepción a las bendiciones aquí. No sabemos quién es, no se menciona su nombre en las Escrituras, pero cuánto podemos relacionarnos con ella.
Cuánto podemos relacionarnos con esos tiempos, esas oraciones sin respuesta, ayunos que no dieron resultado, el tiempo que pasa, caminos no deseados e inexplorados. Tiempos en los que parece que las cosas solo empeoran al hacer lo que creemos que es correcto.
Tiempos en los que parece que estamos fuera de la vista de Dios, nos sentimos solos, que somos insignificantes y nos preguntamos ¿Quién soy? ¿Qué pasa si soy la excepción? ¿Qué pasa si todavía no me he ganado Su amor? O ¿Qué pasa si estoy debilitando ese amor?
¿Cómo Dios puede preocuparse por Sus hijos de manera individual? Él puede hacerlo porque es omnisciente y todopoderoso. Porque al igual que Cristo, que mientras caminaba por calles repletas de gente, se detuvo y preguntó, ¿quién me tocó? y a Sus discípulos probablemente les pareció extraña esa pregunta, ya que todos los tocaban.
Nuestro Salvador, como Dios, es un Salvador que se preocupa por cada uno de nosotros. Él nos nota entre la multitud.
Al igual que la mujer en el pozo, nuestro Dios, que se preocupa por cada uno de Sus hijos, recorre el camino a propósito y viene a nosotros. Como la mujer en la calle que tocó Su ropa entre la multitud, nuestro Salvador nos ve, se detiene y nos sana.
Aunque no se menciona el nombre de esas personas en las Escrituras, Él los sabe. Aunque podamos sentirnos solos y olvidados, Él nos conoce. ¡Recuérdalo siempre!
Esta es una traducción del artículo que fue publicado originalmente en alcarraway.com con el título “Are We the Exception to Relief or Blessings?”