La promesa más hermosa del Apocalipsis que necesitas leer ahora mismo

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Espera, ¿algo hermoso en el Apocalipsis?  Imagina esto:

Tienes 74 años y eres la única miembro de la Iglesia en tu familia, eres viuda, tu único hijo murió en un accidente de moto cuando él tenía 17 años y dos hombres malos amenazan con quitarte tu hogar.

La hermanita Paulina Asencio se encontraba en esa situación. Ella conoció la Iglesia de Jesucristo cuando dos misioneros en 1995 tocaron su puerta y Paulina molesta preguntó: “¿qué venden?”

Ellos, sin dudar, le respondieron: La verdad.

Ella no supo el motivo, pero sintió algo innegable en su pecho e inmediatamente comenzó a llorar. Su hijo había fallecido cinco años atrás y el dolor se hacía cada vez más grande.

Ella preguntó: ¿Qué es la verdad?

El élder Ortega guiado por el Espíritu le respondió: “Dios quiere que usted sepa que volverá a ver a su hijo”.

misioneros

Tres semanas después, la hermana Paulina se bautizó.

Ella sirvió en la Iglesia con todo su corazón, fue maestra de los jóvenes en la escuela dominical por muchos años y una misionera de barrio increíble. No solo se limitó a enseñar, sino que estuvo en los cumpleaños y en las actuaciones de muchos de sus jóvenes.

16 años después de su bautismo, su esposo falleció. Al poco tiempo del entierro, ella se enteró de que él nunca tramitó los papeles de su casa. Dos hombres llegaron a su vivienda y le dijeron que tenía 28 días para desocupar el lugar, que por más de 35 años había sido su hogar.

La conocí cuando le quedaban 12 días para que la retiraran de su casa.

Sin embargo, curiosamente tenía una sonrisa que brillaba en su rostro. No supe qué decir cuando escuché aquella historia de su propia boca. Ella se dio cuenta y me hizo una pregunta que me cambió la vida:

¿Sabes cuál es la promesa más hermosa del Apocalipsis?

A mi cabeza vinieron solo imágenes relacionadas con el fin del mundo, ella sonrío y me dijo; “Parece que ya es el fin de mi mundo, ¿no? “. Entonces sacó su biblia, muy marcada, y leyó en voz alta Apocalipsis 21:4:

 “Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor”

Entonces una lágrima cayó por su mejilla, ella señaló esa lágrima y me dijo: “Dios mismo secará cada gota que cae de mis ojos, ¿qué mayor bendición puedo pedir?”.

triste

Nos quedamos en silencio…

Ella continuó: “Estoy segura que si ahora me tocara morir, con el corazón en la mano podría ver a Dios cara a cara sabiendo que yo se lo di todo”.

La hermana Paulina sabía que Dios tiene un cuerpo, sabía que Él la conoce por su nombre, ella confiaba en Su promesa.

Hace dos años ella partió de esta tierra; cuando supe la noticia, solo pude imaginar que, en ese momento, para ella, se cumplía la promesa más hermosa del Apocalipsis.

¿Conocías esta promesa?

 

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