Tal vez esta sea una de mis historias favoritas de Thomas S. Monson, Primer Consejero en la presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (frecuentemente referida como Iglesia Mormona) que cuenta sobre sí mismo como niño.
Él tenía once años en ese tiempo, y en la Primaria (programa para niños de 3-11 años).Su clase, los Marcadores, incluía un grupo de niños muy entusiastas.Sin embargo él no entró en detalles, pero apostaría que ellos causaron uno o dos dolores de cabeza a las líderes de la Primaria.
El Presidente Monson escribió:
“Un día de invierno mientras se acercaba la Navidad, recordé una experiencia de mi niñez.Tenía once años.Nuestra presidenta de la Primaria, Melissa, era una amorosa dama mayor de cabello gris.
Un día en la Primaria, Melissa me pidió que me quedara después y platicara con ella.Los dos nos sentamos en la capilla con nadie más.Ella colocó su brazo alrededor de mis hombros y comenzó a llorar.Sorprendido, le pregunté porqué estaba llorando.Ella contestó: “Parece que no soy capaz de alentar a los niños de los Marcadores a estar reverentes durante los ejercicios de apertura de la Primaria.¿Estarías dispuesto a ayudarme, Tommy?”
Le prometí que lo haría.Extrañamente para mí, pero no para Melissa, eso dio fin a cualquier problema de reverencia en esa Primaria.Ella había ido a la fuente del problema – yo.La solución fue amor.
Los años pasaron.La maravillosa Melissa, ya en sus noventa, vivía en un asilo en la parte noroeste de Salt Lake City (Ciudad del Lago Salado).Justo antes de Navidad, decidí visitar a mi amada presidenta de la Primaria.En el radio del carro, escuché la canción “Hark! The Herald Angels Sing.” (Escuchad el son triunfal).Reflexioné en la visita hecha por los reyes magos hace tantos años.Ellos llevaron regalos de oro, incienso y mirra.Yo solamente le llevé el regalo de amor y el deseo de decir “Gracias.”
Encontré a Melissa en el comedor.Miraba fijamente su plato de comida, jugando con su tenedor que sostenía con su anciana mano.Ni un bocado comía.Mientras le hablé, mis palabras se encontraron una mirada fija.Agarré el tenedor y principié a alimentar a Melissa, hablándole todo el tiempo sobre su servicio a los niños y niñas como una trabajadora en la Primaria.No hubo ni un rayo de reconocimiento, mucho menos una palabra dicha.
Otros dos residentes del asilo me miraron con expresiones perplejas.Al final ellos hablaron, diciendo:“Ella no reconoce a nadie, ni a su propia familia.No ha dicho una palabra en todo el tiempo que ha estado aquí.”
El almuerzo termino.Mi monólogo perdió fuerza.Me paré para irme.Tomé su frágil mano en la mía, miré su arrugado pero hermoso semblante, y dije: “Que Dios te bendiga, Melissa.Feliz Navidad.”
Sin aviso, ella dijo las palabras:“Te conozco.Eres Tommy Monson, mi niño de la Primaria.Cuánto te amo.”Ella apretó mi mano contra sus labios y estampó en ella el beso de amor.Lágrimas caían por sus mejillas y bañaron nuestras manos agarradas.Aquellas manos, ese día, fueron santificadas [hechas sagradas] por el cielo y honradas por Dios.Los ángeles sí cantaron.Afuera el cielo estaba azul – azul celeste.El aire estaba frío – frío crujiente.La nieve era blanca – blanco cristal.
Oh, cuán inmenso el amor
que nuestro Dios mostró
al enviar un Salvador;
Su Hijo nos mandó.
Aunque su nacimiento
pasó sin atención,
aún lo puede recibir
el manso corazón.*
El regalo maravilloso fue dado, la bendición celestial fue recibida, el querido Cristo entró – todo a través del portal de amor.” (Thomas S. Monson, “Come Listen to a Prophet’s Voice:Love,” Friend, Febrero 2002).
Aún aquellos llamados profetas, apóstoles, y líderes una vez fueron niños:a veces precoces y traviesos, pero listos para aprender a escoger lo correcto.Todos empezamos necesitando ser orientados en el camino correcto, y la orientación definitivamente debería venir más a través del amor.
Si esta misma mujer hubiera corregido al pequeño Tommy, o lo hubiera hecho sentir como si fuera malo, las cosas habrían resultado muy diferentes.Estoy segura que ella debe haber orado repetidamente para saber como ayudar para quelos niños en la clase de Marcadores reconocieran la necesidad de descubrir un estado de ánimo más reverente durante los primeros pocos minutos en la clase.
Aún en una edad joven, el Presidente Monson fue obviamente enérgico hacia los sentimientos hacia otros.Su corazón era bueno y amable, sí un poquito ruidoso a veces.Las pequeñas elecciones como aceptar el llamado para ayudar a su líder de la Primaria, lo condujo a ser el hombre que él es ahora.
“Se ha dicho que la puerta de la historia gira sobre pequeñas bisagras y también las vidas de las personas.Las elecciones que hacemos determinan nuestro destino” (Thomas S.Monson, “Choose You this Day”, Ensign, 24 de noviembre de 2004).
Si queremos que nuestros hijos, y aquellos niños que enseñamos, escojan el camino correcto, debemos llevar aún los motivos de preocupación máens pequeños al Señor en oración.Debemos estar atentos a escuchar a los susurros del Espíritu Santo y sobre todo debemos tratar estos niños con amor.En verdad, debemos admirarlos como si estuviéramos criando al siguiente profeta del Señor.
*Himnos, No. 129.