En el pasado, tal vez ha orado para librarse de todas las tribulaciones. Hoy, como un nuevo miembro de la Iglesia, usted tal vez quiera agradecer por sus tribulaciones. Dallin H. Oaks dijo, “Nuestras requeridas conversiones a menudo se realizan más fácilmente en el sufrimiento y adversidad que en la comodidad y tranquilidad…”
Piense en la ocasión que se encontró siendo más fuerte de lo que jamás haya imaginado, o haciendo algo que jamás pensó que era posible. Piense en la ocasión cuando se convirtió en más de lo que pensó posible convertirse. Casi siempre, estas experiencias vienen por las tribulaciones. Las tribulaciones nos forzan a salir de nuestra zona de comodidad y nos exigen hacer o volvernos en lo que en un día tranquilo y corriente jamás nos preocuparíamos. Una madre quien nunca antes aprendería un idioma, aprende lenguaje de señas porque su hijo nace sordo. No es tan fácil aprender, pero ella está motivada para empujar más allá de las limitaciones anteriores. Una adolescente quien es tímida se pone en contacto con otra adolescente para consolarla por la muerte de una amiga mutua. Ella no es menos tímida, pero su propia pena y compasión, le permiten ir más allá de si misma. Un padre que enfrenta desempleo y una cuenta bancaria casi vacía, batalla para sostenerse en su fe y surgir con un testimonio mayor que cualquier que tuvo previamente.
Fui enseñada una vez por mis tribulaciones, que habían sido grandes, hicieron posible para mí, que sirviera a otros que enfrentaban los mismos desafíos. Fui instruida para compartir con otros lo que mis tribulaciones me enseñaron, para que sus propios testimonios pudieran ser fortalecidos. Esto me enseñó a buscar la lección en las tribulaciones. ¿Qué podía aprender? ¿Cómo podía crecer? Finalmente, cuando mi propio testimonio fue fortalecido, ¿cómo podía transmitir mi aprendizaje a otros que ahora enfrentaban esos desafíos?
Con el tiempo, esto me llevó a sentir gratitud por esas tribulaciones pasadas. Sin ellas, reconozco que mucho de quien soy ahora no existiría. Mi fe sería más débil, porque nunca hubiera sido obligada a descubrir si mi testimonio podía aguantar los días oscuros de la vida. En 2 Nefi 2:2, en el Libro de Mormón, dice:
“No obstante, Jacob, mi primer hijo nacido en el desierto, tú conoces la grandeza de Dios; y él consagrará tus aflicciones para tu provecho.”
Siempre he encontrado que Nefi es un gran ejemplo en esta clase de fe. Sus hermanos repetidamente trataron de matarlo, pero él usó estas experiencias para hacerse más fuerte. Si él estaba desanimado, buscaba profundamente por más fe, y todo esto lo llevó a sus habilidades extraordinarias como un profeta en sus años de adulto. Cuando estoy batallando con mis tribulaciones, me gusta recurrir a Nefi, quien a pesar del asombroso número de tribulaciones que enfrentó, era todavía capaz de decir que él había sido bendecido todos los días de su vida. Nefi sabía, mejor que la mayoría, que las tribulaciones llevan a un testimonio cuando se manejan con fe.
Por Terrie Lynn Bittner el 12 de febrero, 2008