¿A caso ya olvidaste la primera vez que te asignaron un discurso en la reunión Sacramental? Puede que relaciones ese momento con un dolor en el estómago, o quizás sentiste como si se te congelara la sangre, o puede que seas de ese grupo de personas que se emocionó y saltó de alegría por tan esperada invitación. Lo cierto es que siempre es un desafío cada vez que un miembro del obispado se acerca y, bien sea en palabra o por escrito, te invita a dar un mensaje frente a la congregación en los días o semanas siguientes.
Es por eso que deseamos darte estos nueve pasos para cumplir con esta asignación y que tanto tu como quienes te escuchen puedan ser nutridos, edificados y fortalecidos.
- Ora para recibir una confirmación y ayuda. Durante el 2015, las autoridades generales de la iglesia han hecho hincapié en incrementar nuestra fe en Jesucristo santificando el día de reposo y haciéndolo una verdadera delicia. La reunión sacramental es un momento clave para lograr que esto se lleve a cabo. Por lo que puedes estar seguro que no se te da esta asignación por casualidad. Lo primero que debes hacer es arrodillarte y preguntar al Padre si esta asignación, que quizás consideres insignificante, viene de Él. Además, es importante que le solicites su ayuda. Solo Él conoce el corazón de quienes escucharán tu mensaje. Valdría la pena preguntarle donde buscar información, que palabras necesitan escuchar los demás y que cambios en tu vida puedes hacer en cuanto al tema.
- Busca conocimiento por el estudio. De Doctrina y Convenios aprendemos: “No intentes predicar mi palabra, sino primero procura obtenerla” (D y C 11:21). Aun cuando puedas considerarte experto en el tema que se te asignó, es un buen comienzo buscar información adicional. Las escrituras están llenas de inspiración. Me llama la atención como el profeta agradece al término de cada conferencia general lo mucho que aprendió de los mensajes. Lo que aprendo de eso, es que siempre se puede aprender más. No hay mejor fuente de estudio que las escrituras mismas y las palabras de los profetas vivientes. También puedes valerte de los manuales y otros materiales de la iglesia. Es importante recordar que este estudio es para hacer lo que se le conoce en Predicad Mi Evangelio como un “Bosquejo de Aprendizaje”. En este estudio nos enfocaremos en lo que queremos aprender para nuestro provecho e instrucción, y no para lo que vamos a enseñar. Por ahora nos es más que suficiente el empaparnos tanto del tema como nos sea posible.
- Busca conocimiento por la fe. Se empieza a poner interesante la preparación del discurso, cualquiera pensaría que los dos primeros pasos son suficientes. Élder Bednar de los Doce, enseñó que la fe es un principio activo (Buscar Conocimiento por la fe, Liahona, Septiembre 2007). No podemos demostrar nuestra fe con otra cosa que no sean nuestras obras. En Doctrina y Convenios se nos invita a buscar conocimiento tanto por el estudio como por la fe. Buscamos conocimiento por la fe cuando en base a un deseo de creer, actuamos de tal forma que haya un cambio en nuestra vida. ¿Quién tiene más fe en las escrituras? ¿El que constantemente dice que son muy sagradas pero rara vez las lee? ¿O el que diariamente las lee, estudia, medita y escudriña? No importa cuál sea el tema que se te hayan asignado, siempre hay maneras en que lo puedes aplicar a tu vida. Puedes establecerte pequeñas metas, cambios sencillos en tu vida que te ayudarán a adquirir mayor luz en cuanto al tema del discurso. Solo entonces, cuando pones en práctica ese principio o doctrina, obtienes conocimiento por la fe, y es como si pasaras de un cuarto con luz a un cuarto aún más brillante. Te das cuenta de detalles que no habías notado antes. Toma nota de esas impresiones que vienen del Espíritu cuando aprendas por la fe.
- Crea un bosquejo de enseñanza. Ahora tienes montones y montones de información. Y debes de tener cuidado. Uno de los errores más comunes es que disfrutamos tanto nuestro estudio, que deseamos que los demás tengan absolutamente todo cuanto estudiamos y aprendimos. Esto no es posible. Primero porque se te asignó un tiempo que debes respetar. Si te pasas de ese tiempo, el mensaje más que fortalecedor puede convertirse en tedioso o pesado, y pones en aprietos al siguiente discursante o clase. Segundo, hubo algunas cosas que aprendiste por la fe, esas verdades pueden no ser de tanto valor para quienes las escuchan que para ti que las viviste. Puedes compartir tus experiencias, pero el objetivo del mensaje es que las personan salgan de la reunión y mejoren su vida en algún grado, lo que los llevará a ellos mismos a buscar conocimiento por la fe.
Esto no es una regla, pero un discurso enriquecedor debe tener variedad, por lo que te recomendamos, independientemente del orden, incluir en tu discurso estos puntos de acuerdo al tema y el estudio que se haya realizado:
- Pasajes de las Escrituras.
- Palabras de profetas vivientes o autoridades generales.
- Relatos o historias
- Experiencias personales.
Con esto en mente puedes hacer algunos bosquejos del discurso. Trata de no escribirlo palabra por palabra, pues eso te dará tentación de leerlo, cosa que hará que pierdas el contacto visual con quienes te escuchan. Quizás sea mejor que anotes los puntos que deseas incluir en el mensaje, asígnales un determinado tiempo y acomódalos para que tengan un orden, con una introducción, desarrollo y conclusión, para que no parezca que solo estas dando información desorganizada. Marca e identifica las citas que leerás de tal modo que te sean fácil de localizar al momento de discursar.
- Practícalo. Estamos cerca del final. Una vez que tengas el bosquejo de enseñanza es importante que lo practiques. Bien sea frente al espejo, frente a tu familia, o solamente decirlo mientras paseas por tu casa. Esto te dará confianza en lo que estás diciendo. De alguna manera empiezas a enlazar las ideas y a recordar la secuencia. También ayuda a que estés consiente del tiempo y te da una idea de si tendrás tiempo suficiente, o si debes reducir o extender tu discurso. Incluso puedes detectar alguna palabra que dices repetidamente y así tratar de evitarla. Todos estos pasos que se han dicho son importantes. No debes dar tiempo excesivo a uno de los pasos, reduciendo a casi nada algún otro. Todos son necesarios y se les debe dedicar el tiempo necesario.
- Los preparativos finales. No importa si en el barrio acostumbran sentar a los discursantes en frente o no. Evita hacerle pasar al Obispo momentos de angustia y llega temprano el día de tu discurso. Prepárate desde un día antes para estar listo a tiempo y siéntate reverentemente en tu lugar poco antes de comenzar la reunión. Invita con tiempo a algunas personas a asistir y escuchar tu discurso, quizás algún amigo, un miembro no tan activo en la iglesia o no miembro. Es una excelente oportunidad para compartir el evangelio. Es recomendable vestir modestamente y con sencillez, de tal manera que nos presten atención por nuestras palabras y no sea nuestra apariencia un motivo de distracción.
- Concentración durante el discurso. Llegó la hora. El discursante anterior dijo “amén” y es el momento de pararte frente al estrado y comenzar a hablar. Me gusta hacer una oración en silencio justo antes de hablar para pedir una última ayuda. Mira a los miembros a los ojos. Quizás en el momento encuentres algunos rostros que te inspiren confianza, de vez en cuando cambia de punto focal de tal manera que veas hacia todos lados del salón sacramental. Sonríe. Demuestra seguridad en lo que dices. Es nuestro conocimiento adquirido por la fe lo que nos dará esa seguridad ya que hemos experimentado por nosotros mismos el cambio que produce en la vida ese principio o doctrina del que estamos hablando. Puedes hacer una pausa si lo deseas, no le temas a los pequeños momentos de silencio. No hagas muchos movimientos con las manos. Tampoco se recomienda mostrar imágenes u objetos para reforzar la enseñanza. Hace algunos años se nos envió una carta de la Primera Presidencia donde se nos invitaba a evitar decir: “si gustan acompañarme con sus escrituras en…”. Todo esto mantendrá la concentración en el tema y evitará distracciones.
- Deja que el espíritu te guíe. Con frecuencia estando frente a la congregación, el Espíritu hace los últimos ajustes a nuestro discurso. No debes temer salirte un poco del orden o de los puntos que tenías planeados. Desarrolla la habilidad de reconocer cuando el Espíritu pone una impresión en tu mente y sigue esa impresión. Muchas veces ese pequeño cambio hace la diferencia en alguien que había estado orando por una respuesta. Es una gran bendición participar en el proceso de revelación de alguien más.
- Comparte tu testimonio. Con todo lo que digas seguramente se ocupa todo el tiempo asignado para el discurso. Una vez que se hayas dicho todo o que el tiempo se haya agotado, toma una pausa, da un respiro y prepárate para compartir tu testimonio. En un testimonio no se trata de enseñar, no lo utilices para decir algo que olvidaste decir en el discurso. Solo debemos dejar hablar a nuestra alma de lo que nosotros sabemos. No necesitas dar explicaciones de cómo es que sabes esa verdad. Deja que sea tu espíritu el que hable cuando digas: “Yo sé…”. No tiene que ser largo, aunque preferentemente debe estar relacionado con lo que aprendiste y viviste al estudiar y dar el discurso. Pero lo más importante es que puedas expresar la convicción que adquiriste por medio del Espíritu Santo.
Ahora estás listo. Esperamos que estos pasos te ayuden y sean de gran beneficio para todos. Y la próxima vez que veas a tu Obispo no esperes a que él te asigne un discurso, sino que puedes decirle que estás preparado y dispuesto para cuando él lo necesite.
Escrito por Isaac Romero Escobarete