CINCO COSAS PARA MAGNIFICAR TU LLAMAMIENTO

¡Qué privilegio tenemos de poder servir en la iglesia a lo largo de nuestra vida! Siempre existirá  una oportunidad de servir, ya sea en una asignación o en un llamamiento.Mi primer llamamiento como Presidenta de Abejitas fue muy emocionante. He notado que mis habilidades de liderazgo y amor por el evangelio  se han incrementado a medida que he servido en la iglesia; llenando así mi vida de amor por Jesucristo y por los demás.

PREPARENCE   ESPIRITUALMENTE

Hasta el más nuevo de los miembros de la Iglesia sabe que el llamamiento a servir debe ser, principalmente, un asunto del corazón. Llegamos a conocer al Maestro al entregarle por completo nuestro corazón y guardar Sus mandamientos. Con el tiempo, nuestro corazón cambia y llegamos a ser como Él.[1] Las Escrituras nos enseñan que el ser un instrumento por el cual el Señor puede obrar milagros requiere preparación espiritual. En el Libro de Mormón leemos que los hijos de Mosíah “habían escudriñado diligentemente las Escrituras para conocer la palabra de Dios. Más esto no es todo; se habían dedicado a mucha oración y ayuno por tanto, tenían el espíritu de profecía y el espíritu de revelación, y cuando enseñaban, lo hacían con poder.[2]

CONOZCAN SU RESPONSABILIDAD

Asegúrense de recibir un manual de instrucciones para saber sobre su llamamiento, que se les explique los detalles del servicio que se espera de ustedes y como y a quien rendirán un informe de su trabajo.  El  Presidente Eyring dijo “Lo que necesitarán, mucho más que una capacitación en sus tareas, es ver con ojos espirituales lo que significa ser llamados a servir en la Iglesia restaurada de Jesucristo. Ésta constituye el reino de Dios sobre la tierra, y debido a ello, tiene un poder que sobrepasa cualquier otra actividad en que los hombres puedan tomar parte. Ese poder depende de la fe de aquellos a quienes se llama a servir en esta Iglesia.[3]

AMEN A QUIENES PRESIDAN O ENSEÑEN

¡Hay tanta desgracia en este mundo! Hay muchas personas que lloran de soledad y de temor y que necesitan desesperadamente que las escuchemos y que las comprendamos. Hay padres o madres solos que luchan por criar a su familia. Hay casas que necesitan pintura, jardines que necesitan limpieza y cuyos dueños no tienen ni la fortaleza ni el dinero que se requiere para hacerlo, MAGNIFIQUEMOS NUESTRO LLAMAMIENTO[4]

Sirvan a los demás con diligencia, entusiasmo y amor. Vencer la oposición es parte del llamado que se nos ha hecho. Para llegar a amar a los demás, debemos servirles primero, ayudando a los necesitados y  fortaleciendo   a los débiles. Las escrituras nos enseñan: “De manera que, se fiel; desempeña el oficio que te he designado; socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas desfallecidas” (D. y C. 81:5).

DELEGUEN  RESPONSABILIDADES

Al delegar alguna responsabilidad a otros,  les damos la oportunidad de aprender, desarrollar su liderazgo y contribuir con sus dones personales. El Elder M. Russell Ballard enseñó: “Ese es el milagro de los consejos de la Iglesia: que nos escuchamos mutuamente y escuchamos al Espíritu.

Cuando nos apoyamos unos a otros en los consejos de la Iglesia, empezamos a comprender cómo Dios puede transformar a hombres y mujeres comunes en líderes extraordinarios. Los mejores líderes no son los que se matan trabajando para hacer todo solos; los mejores líderes son los que siguen el plan de Dios y consultan con sus consejos” (“Los consejos de la Iglesia” Liahona, Julio de 1994, pág. 26).

SEAN UN EJEMPLO

Al ser apartados para un llamamiento el Presidente Spencer W. Kimball declaró: “El apartamiento puede tomarse literalmente; es un apartamiento [o separación] del pecado, de lo carnal; es un apartamiento de todo lo que es grosero, ruin, malicioso, despreciable y vulgar; es ser apartado del mundo hacia un plano más alto de pensamiento y de actividad”[5]

El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “Ningún hombre o mujer puede enseñar por el Espíritu lo que no practique personalmente” (Church History and Modern Revelation, 2 tomos [1953], 1:184).

Recuerdo como el  obispo en el tiempo de juventud de mi esposo, fue y visitó a su familia menos activa acompañado del Presidente de hombres jóvenes, logrando reactivar a tres jóvenes de esa familia. El ejemplo de liderazgo y entusiasmo constante cambió la vida de esos jóvenes, aprendieron a amar a Jesucristo y a ser obedientes a lo que se requería de ellos.

Al pedir a otros que obedezcan, debemos hacer lo mismo: ayunar, dar su testimonio, pagar los diezmos, asistir a todas las reuniones necesarias, asistir a las sesiones del templo en su debido tiempo, guardar con santidad el día de reposo, prestar servicio de buena gana en la Iglesia, llevar a cabo la noche de hogar y las oraciones familiares, mantenerse solventes y ser honestos y llenos de integridad.[6]

Cada  llamamiento tiene consecuencias eternas para uno mismo y para otras personas. El Señor magnificará lo que usted diga y haga a los ojos de la gente a la que preste servicio. Él enviará el Espíritu Santo para manifestarles que lo que usted ha dicho es verdad. Sus palabras y hechos portarán esperanza y brindarán dirección a la gente más allá de su capacidad natural y de su propio entendimiento.[7]

Al magnificar nuestro llamamiento, El magnificará nuestra vida.

[1] Presidente Henry B. Eyring  “Elévense a la altura de su llamamiento”

[2] Presidente Henry B. Eyring  “Elévense a la altura de su llamamiento”

[3]Presidente Henry B. Eyring  “Elévense a la altura de su llamamiento”

[4] Gordon B. Hinckley. Véase Liahona de Julio 1989, pag. 60

[5] The teachings of Spencer W. Kimball 1982, pag. 478

[6] “Men of Example” Spencer W. Kimball

[7] The teachings of Ezra Taft Benson 1988, pag. 372

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