Cuanto tu hijo escoge un camino diferente

Albedrío

Tenemos un dicho en la Iglesia que dice “Ningún éxito puede compensar el fracaso en el hogar”.

Esa declaración, citada frecuentemente por David O. McKay, nos recuerda sin duda que el trabajo que hacemos en nuestros hogares es de vital importancia.

Pero durante años esa declaración hizo que me preocupara y me preguntara si era lo suficientemente buena como madre.

Cuando dos de mis hijas decidieron dejar la Iglesia, no pude evitar pensar en esta cita y sentir que al no haber logrado mantener a toda mi familia activa en la Iglesia, de alguna manera había fracasado como madre.

En mis conversaciones con otros padres cuyos hijos han escogido abandonar la Iglesia, descubrí que el sentimiento de fracaso de los padres no es poco frecuente. Pero los padres no necesitan cargar con este peso.

Me encanta esta cita de Harold B. Lee: “Ningún hogar es un fracaso, siempre y cuando ese hogar no se dé por vencido”.

Para mí, esto significa que el tiempo o el esfuerzo que ponemos en nuestros hijos es valioso y puede conducir al éxito.

El objetivo es seguir intentándolo y seguir amando a nuestros hijos, pase lo que pase. También es importante darse cuenta de que el éxito en el hogar se mide a lo largo de múltiples dimensiones.

Si su hijo cree en la Iglesia es sólo un aspecto de su viaje y no tiene que ser el único factor a considerar cuando medimos nuestro éxito como padres.

A veces es más fácil decirlo que hacerlo. Pero es posible deshacerse de algo de ese remordimiento y culpa cuando tus hijos eligen vivir de manera diferente de lo que se les enseñó.

Aquí hay seis lecciones que he aprendido, que me han ayudado a navegar por el camino difícil y a menudo doloroso de tener un hijo que eligió un camino diferente.

1. Se curioso y no entres en pánico

Cuando tu hijo te dice que no quiere vivir el estilo de vida que le has enseñado, es difícil escucharlo.

Puede ser fácil responder: “No, realmente no piensas de esa manera” o “¡Basta!, es a mi manera o nada”, pero ese tipo de reacciones pueden ser destructivas y dañinas.

Escucha a tu hijo e intenta averiguar por qué se siente de la manera que lo hace.

Averigua las razones detrás de lo que está diciendo y mantén la curiosidad acerca de hacia dónde lo está llevando su pensamiento.

Siempre muestra amor, y recuerda que un poco de comprensión lleva un largo camino.

Y si no quiere hablar, está bien también.

2. Se creativo

Cuando un niño todavía vive en casa, los padres hacen todo lo posible para enseñarles lo que puedan acerca de ser una buena persona, vivir el evangelio y cómo los principios del Evangelio pueden beneficiar sus vidas.

Pero al final del día, dependen de los niños utilizar su albedrío para elegir lo que creen.

Cuando nuestros hijos estaban viviendo en casa, reconocíamos que no podíamos dictar sus creencias, pero todavía queríamos estar seguros de que aprendieron acerca de Dios.

En un momento dado, mi hija no quería ir más a la iglesia, pero creímos que todavía era importante para ella obtener una educación religiosa, al igual que necesitaba obtener una educación secular en la escuela.

Después de una consideración con oración, le dimos la opción de encontrar una iglesia diferente si ella no quería asistir a la nuestra.

Ella terminó decidiendo que era más fácil seguir asistiendo a la nuestra.

Por supuesto, depende de las familias determinar qué va a funcionar para ellos.

Puedes ser creativo sobre las reglas que establecerás en tu hogar, pero recuerda que todo el mundo tiene albedrío, y la creencia no puede ser forzada.

3. Aprecia la relación

A pesar de que no siempre amamos las decisiones de nuestros hijos, podemos dejar que nuestros hijos sepan que los amamos y deseamos más que nada permanecer conectados.

Algunas maneras de hacerlo incluyen escuchar, reconocer los sentimientos de nuestros hijos y tratar de entender su punto de vista.

Especialmente cuando nuestros hijos se convierten en adultos, llega un momento en el que es importante aceptar plenamente que estas son sus opciones en este momento, incluso si no estás de acuerdo con ellos.

Idealmente, puedes seguir esperando que las cosas cambien, pero también acepta que así es como están las cosas ahora mismo.

Ahora es el momento de enfocarnos en otros aspectos de la relación que podemos disfrutar, fuera de sus elecciones sobre la iglesia.

4. No estás solo

Otra estrategia útil es recordar que no estás solo.

Aprecié poder acudir personas que habían pasado luchas similares que podrían ofrecerme perspectiva y empatía.

La oración también me ayudó a sentirme menos sola.

Yo oraba y decía: “Bien, Padre Celestial, ayúdame a saber lo que necesito aprender hoy.

“¿Qué tipo de conversación necesito tener ahora que me ayude a entender mejor a mi hijo y me ayude a satisfacer sus necesidades?

En mi caso, mis oraciones a menudo se respondían con conversaciones y encuentros con personas.

Muchas conversaciones llegaron en el momento justo para fortalecerme y ofrecer ideas útiles y apoyo. Dios quiere ayudarnos, si lo invitamos a entrar.

5. Cambia tu enfoque

Cuando mi hija primero dejó la Iglesia, pensé: “¿Qué hice mal? ¿Cómo pude haberlo hecho tan mal? ¿Cómo puedo solucionar esto ahora?”

Y no podía evitar preocuparme de que la gente pensara que nuestra familia era deficiente de alguna manera.

Cuando estaba tan angustiada, me pareció útil leer sobre una mujer que estaba pasando por algo similar.

Ella habló sobre ganar fuerza al ir al templo regularmente y orar fervientemente. Después de 10 años de asistencia semanal al templo, descubrió que sus hijos aún no habían regresado a la Iglesia, pero que ella había cambiado.

Reconoció que se había convertido en una persona diferente, que su corazón se había suavizado, que era más capaz de comprender la bondad de sus hijos y que era más capaz de ver las tiernas misericordias del Señor en su propia vida.

Se sintió más en sintonía con las historias y las luchas de otras personas.

Es útil recordar que Dios no siempre responde a nuestras oraciones cambiando a otros, sino que a veces somos cambiados a medida que nos acercamos al Señor.

6. Recuerda donde estás en la historia

Una de las mejores maneras de mantener la perspectiva es recordar que no sabemos dónde estamos en la historia de la vida de nuestra familia.

¿Quién sabe cuál será el próximo capítulo? ¿Quién sabe cuándo o si los hijos volverán?

Puede haber todo tipo de finales diferentes que ni siquiera podemos imaginar.

Mantener una perspectiva saludable significa recordar que a veces nuestras suposiciones no siempre son ciertas.

Podemos elegir permanecer cerca de nuestras familias, a pesar de las diferencias entre nosotros. Podemos centrarnos en nuestras relaciones más que en los principios que nos dividen.

Y podemos optar por ver esta experiencia como una oportunidad y no una tragedia.

Aunque no necesariamente he querido que mis hijos eligieran otro camino, ha habido muchos dones importantes de comprensión que he adquirido a lo largo del camino.

La vida está repleta de giros y vueltas, y la historia no ha terminado. Todavía puede haber muchas sorpresas maravillosas a la esquina.

 

Fuente: Lds.org

 

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