La batalla entre el bien y el mal ha sido parte de muchas historias a lo largo del tiempo. Incluso la historia más antigua que pueda existir gira en torno al conflicto entre la luz y la oscuridad.
La guerra en el cielo se libró entre los principios de libertad y esclavitud, entre el albedrío y la coerción, entre la caridad y la codicia.
En la actualidad se evidencia mucho más la diferencia entre los deseos de Jesucristo y Lucifer con respecto al bienestar de la humanidad.
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Esta presión es aún más fuerte dentro de la familia. Por mucho que trabajemos para mantener a nuestra familia a salvo de los ataques del adversario, parece que Satanás trabaja el doble. Quiere ganar almas al alejarlas de la protección de las relaciones familiares.
Lo hace porque sabe que no puede ganar. Lo mejor que puede hacer es compartir su miseria y angustia con personas desafortunadas que caen en sus trampas.
La línea de batalla ya se ha trazado. Entonces, ¿cómo podemos permanecer en el lado ganador y tener a nuestra familia de nuestro lado?
1. Voluntad para obedecer a Dios
Lo más seguro es confiar en Aquel que comprende todo de principio a fin. Nos reconforta saber que Cristo busca el gozo eterno de todos nosotros. Los mandamientos que nos da el Salvador son instrucciones que nos conducirán a la seguridad y la felicidad.
Si ofrecemos nuestra voluntad y nos sometemos a nuestro Padre Celestial omnisciente y omnipresente, Él puede guiarnos hasta el final. Al hacerlo, no corremos el riesgo de tomar caminos peligrosos.
Todo lo que tenemos que hacer es seguir el camino que el Salvador nos ha trazado. Si los esposos, los padres y los hijos confían completamente en el plan que un amoroso Padre Celestial ha creado para todos Sus hijos, estaremos a salvo.
2. Integridad en todo lo que haces
Otra forma de evitar un daño colateral en la guerra contra el enemigo, es inculcar en nuestro ser el valor de la integridad.
La integridad va mucho más allá de su definición popular. Una persona íntegra, como usualmente se define, es honesta en todo lo que hace. Sin embargo, la integridad es más que eso. Profundiza en el “por qué” de todo lo que hacemos.
La razón construye o destruye cualquier acto. No importa cuán bueno sea el acto, si se lleva a cabo por el egoísmo o los malos deseos, no se cuenta como justo.
Nuestra relación como familia depende en gran medida de lo que hay dentro de nuestro corazón. Muchos padres les dicen a sus hijos: “Solo queremos lo mejor para ti”.
Sin embargo, ¿realmente basamos nuestras opiniones y consejos en lo que es mejor para nuestros hijos? o ¿lo hacemos por reconocimiento? Es en momentos como este cuando necesitamos analizar nuestros motivos, examinar nuestros deseos reales y preguntarnos el “por qué” de todo lo que hacemos.
La confianza crecerá y se fortalecerá en cada miembro de la familia y todos aprenderán a tener fe en la humanidad, así como a ser cautelosos cuando sea necesario.
3. La protección comienza en el hogar
Podemos construir muros altos o instalar los sistemas de seguridad más modernos en nuestros hogares para evitar los peligros físicos. Incluso podemos hacer que nuestras casas sean a prueba de fuego, a prueba de terremotos o comprar todos los seguros para estar preparados ante cualquier desastre natural.
Este tipo de preparación es buena, pero no suficiente. Si queremos proteger a nuestras familias de los peligros del mundo, podemos empezar a hacerlo desde dentro de nuestros hogares.
Hay amenazas más peligrosas que los ladrones y las calamidades. Estas amenazas suelen ser sutiles y, a veces, parecen inofensivas. Sin embargo, los efectos pueden ser devastadores.
Se puede acceder a la pornografía, el engaño, la adicción, el abuso y otros peligros en Internet y en cualquier otro medio al que estemos expuestos. Si queremos proteger a nuestra familia de estos peligros, debemos aprender y enseñar principios correctos.
De esta manera, nos preparamos y preparamos a nuestros hijos con el valor moral necesario para combatir tales amenazas, cuando nos enfrentamos a ellas.
Incluso cuando nadie esté mirando, podremos elegir lo correcto, y evitar el dolor y el arrepentimiento. Necesitamos reforzar este tipo de protección porque no podemos estar con nuestra familia todo el tiempo.
Sí, podemos ayudar y orar por los miembros de nuestra familia cuando atraviesen situaciones difíciles. Sin embargo, si fortalecemos a nuestra familia con anticipación, podremos ahorrarnos muchas lágrimas y dolor.
Si vienen tiempos difíciles, y seguro que vendrán, sabremos qué hacer y en quién confiar.
Mientras nos esforzamos por proteger lo que es sagrado y de gran valor, estaremos al frente de la batalla entre el bien y el mal. Tendremos ayuda del cielo si hacemos lo mejor que podemos y trabajamos con nuestro Padre Celestial para llevar a cabo Su obra y Su gloria.
Las familias se fortalecen no por la estructura de sus hogares, sino por lo que cultivan en sus corazones.
Fuente: Faith Ph