Hace cinco años, el mundo se detuvo. La pandemia de COVID-19 trajo desafíos sin precedentes, y La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no fue la excepción.
En cuestión de días, las reuniones dominicales se suspendieron, los templos cerraron sus puertas y miles de misioneros fueron reasignados o enviados a casa.
Fue un momento de incertidumbre, pero también de fe y milagros.
El ajuste a una nueva realidad
El 12 de marzo de 2020, la Primera Presidencia anunció la suspensión de todas las reuniones públicas de adoración en todo el mundo. De un día para otro, la Iglesia dejó de reunirse físicamente, pero no dejó de ser Iglesia.

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Los hogares se convirtieron en centros de adoración, y los miembros fortalecieron su fe con el estudio del programa «Ven, sígueme».
Los templos, considerados lugares sagrados de paz y revelación, cerraron temporalmente. Sin embargo, la fe de los Santos no se apagó.
Muchos se aferraron a sus convenios y encontraron maneras de servir desde casa. La obra misional también vivió una transformación radical: miles de misioneros regresaron a sus hogares de manera inesperada, mientras que otros fueron reasignados a nuevas misiones o predicaron el Evangelio de manera virtual.
Una Conferencia General histórica
En abril de 2020, por primera vez en la historia moderna de la Iglesia, la Conferencia General se llevó a cabo sin público en vivo. La imagen del presidente Russell M. Nelson hablando desde un auditorio vacío simbolizó la realidad de la pandemia, pero su mensaje estuvo lleno de esperanza.

Un auditorio casi vacío en el Edificio de Oficinas de la Iglesia debido al COVID-19.
Fue en esa conferencia donde él anunció la invitación a un «Día de ayuno y oración mundial» para pedir alivio por la pandemia.
El presidente Nelson compartió en ese momento:
“Nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo conocen profundamente nuestras circunstancias y nos sostendrán en estos tiempos difíciles”.

Presidente Nelson. Foto: Church News
En los meses siguientes, líderes de la Iglesia ofrecieron palabras de aliento y consuelo. Se enfatizó la importancia de la paciencia, la fe y el amor al prójimo. El élder Jeffrey R. Holland enseñó:
“Las bendiciones vendrán en el tiempo del Señor, pero podemos tener la seguridad de que vendrán”.
Lamentablemente, la pandemia cobró la vida de muchos miembros y amigos de la Iglesia, incluyendo líderes locales y personas que dedicaron su vida al servicio del Evangelio.

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A pesar de la tristeza, los Santos encontraron consuelo en la promesa de la resurrección y en el conocimiento de que la vida no termina con la muerte.
La invitación del presidente Nelson a vacunarse
Cuando las vacunas contra la COVID-19 estuvieron disponibles, el presidente Nelson, quien también es médico, fue uno de los primeros en recibirla. Su ejemplo fue claro: instó a los miembros a vacunarse, calificando la vacuna como un “milagro moderno”.
La Primera Presidencia emitió un comunicado animando a los Santos a protegerse y a proteger a los demás, enfatizando que la ciencia y la fe pueden ir de la mano.
El élder Dieter F. Uchtdorf añadió:
“Dios nos ha dado herramientas y conocimiento para enfrentar esta pandemia. Seamos sabios y usemos estos recursos con gratitud”.
Lecciones y bendiciones cinco años después
Hoy, cinco años después, miramos atrás y vemos las bendiciones ocultas detrás de la prueba:
1. El hogar como un centro de adoración: Aprendimos que nuestra relación con Dios no depende de un edificio, sino de nuestro compromiso personal.
2. El poder de la tecnología en la obra del Señor: Reuniones virtuales, enseñanza en línea y la obra misional digital se convirtieron en herramientas valiosas que seguimos utilizando.
3. La resiliencia del Evangelio: La Iglesia no solo sobrevivió a la pandemia, sino que emergió más fuerte. Los miembros aprendieron a confiar en el Señor y a fortalecerse unos a otros.
4. La importancia del servicio y la unidad: En tiempos de crisis, los Santos de los Últimos Días respondieron con amor, ministrando a quienes lo necesitaban y extendiendo una mano de ayuda a sus comunidades.
5. Una perspectiva eterna: La pandemia nos recordó que la vida es frágil, pero el plan de Dios es eterno. La esperanza en Cristo nos sostuvo en medio de la incertidumbre.

Foto: Deseret News
Hoy, seguimos avanzando con fe, recordando que las pruebas pueden convertirse en oportunidades para acercarnos más a Dios y a los demás. La Iglesia de Jesucristo sigue adelante, más unida y fortalecida que nunca.