Desde que me convertí en miembro de la Iglesia SUD, me he encontrado con algunas diferencias culturales que han tenido un pequeño ajuste. Por ejemplo, en la iglesia Bautista, el mismo predicador ofrece el sermón casi todos los domingos, así que era extraño para mí que en la Iglesia SUD no fuera el mismo predicador cada semana. Para hacer las cosas aún más extrañas, ¡Era gente de la congregación quienes daban los sermones!
La mayoría de la gente prefiere ir al dentista que dar discursos en públicos. Como miembros de la Iglesia SUD, sin embargo, es nuestra responsabilidad la de poder hablar en la reunión sacramental. Esta verdad nos obliga a que tomemos el tiempo para aprender a hablar y comunicar nuestros pensamientos y sentimientos a una congregación desde el púlpito.
A mi modo de ver, siempre hay alguien en la congregación de la Iglesia que está en necesidad. Si esto no fuera cierto, nadie estaría allí, en primer lugar. Cada vez que me he parado en el púlpito para hablar, ya sea como un maestro bautista o maestro Mormón, siento la necesidad de la congregación. Los miembros necesitan que yo siga la dirección del Espíritu y decir las palabras inspiradoras de nuestro Padre Celestial.
Reconozca su sagrada responsabilidad de preparar
Prepararse para la sagrada responsabilidad de hablar en la reunión sacramental es vital cuando aceptamos una invitación del obispado para dirigirnos al Barrio. Piense en esto, cuando estás en el salón sacramental, no quieres sentarse y escuchar un discurso donde es obvio que el orador hizo poco por prepararse. Este es el por qué la oración, el estudio, el ayuno, y la dirección del Espíritu es tan importante a la hora de dar un mensaje en la reunión sacramental.
Recuerde que la practica hace al maestro
Otro ingrediente clave en la preparación para un discurso es practicar, practicar y ¡practicar! ¿He mencionado que también debe practicar?
¿Crees que los oradores que dan un discurso con lengua de los ángeles, no se prepararon y practicaron? Hice de practicar un hábito, ¡incluso cuando no se me ha asignado a hablar! Practico en el espejo mientras me afeito. Practico en mi vehículo mientras conduzco. Si tengo algo de tiempo extra en la mañana, doy un mensaje.
Como doy estos discursos improvisados, me centro en cómo comunicar mis pensamientos y qué palabras son las mejores para eso. Cuando yo recibo una asignación de mensaje, los pensamientos y las palabras formadas en estos discursos de práctica servirán como herramientas que el Espíritu utilizará para ayudarme a decir las palabras de Dios a mis hermanos y hermanas.
En pocas palabras, efectivas prácticas de oratoria
Nunca he conocido a una persona que no haya tenido miedo de hablar en público por primera vez. Nunca he conocido a alguien que conectó un “Home Run” con su primer mensaje. Todos empezamos con miedo, la tartamudez, y nervios. Sabes de qué estoy hablando. “Uh, buenos días hermanos y hermanas, eh… “O” Ummm… mi nombre es Wain Myers…”
No te olvides de prepararlo con la perspectiva correcta
La diferencia entre un buen orador de reunión sacramental y un no tan buen orador de reunión sacramental es la práctica y la perspectiva. Si nuestra perspectiva es que tenemos la sagrada responsabilidad de preparar y hablar la palabra del Señor a la congregación, y practicamos, vamos a ser mejores oradores con todas y cada una de las asignaciones.
El púlpito es un lugar sagrado. Como un predicador bautista, entendí que las personas que se sientan en las bancas estaban en necesidad espiritual. Comprendí que mi papel como predicador era ser un conducto a través del cual el Señor pudiera levantar y edificar a Sus hijos. Admito que muchos de mis motivos de aquella época eran menos puros, pero eso fue en gran parte debido a la falta de luz y conocimiento. Siempre practiqué y me preparé, no importaba qué.
Nunca antes ha estado el mundo tan necesitado del Evangelio de Jesucristo. Predicar Su Evangelio es una responsabilidad tan sagrada que nosotros, como miembros de la Iglesia verdadera del Señor, debemos estar dispuestos y listos para hacerlo en todo momento y en todo lugar. Estemos en el púlpito de la reunión sacramental dando un discurso o participando en una lección misional, tenemos la sagrada responsabilidad de estar preparados para hablar cuando se nos pide hacerlo, e incluso cuando no se nos pida. Básicamente, tenemos que estar preparados para enseñar el Evangelio cada vez que el Espíritu nos impulse a abrir la boca.
Fuente: LDSLiving.com