Antes pensaba que no podía sembrar nada. De hecho, la única planta que había sobrevivido conmigo era un helecho que había recibido de un grupo de niños pequeños el año que había participado en un teatro.El helecho fue un regalo de agradecimiento de parte de la Primaria (una organización para los niños en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días—los “mormones”).
Ese helecho iba conmigo a todas partes. No estoy bromeando. Hasta me lo llevé cuando me fui a la universidad. No tenía el corazón para matarlo. (No es que hubiera intentado matarlo, pero todo lo demás que había sembrado se había muerto).
Aun cuando me casé y me mudé a mi pequeño apartamento de recién casados, ese helecho se vino conmigo. Mi esposo comenzó a llamarlo “Fredi”. Así es. Le puse nombre a mi planta—porque para estos tiempos ya sentía que era parte de mí.
¿Por qué? Sí, así es, porque sólo seguía creciendo—aun en un semestre bien ocupado que creo que yo sólo lo regué dos veces.
Entonces cuando escuchaba en las reuniones de la Iglesia que se nos sugería que sembráramos un jardín como parte de nuestra preparación personal, hasta me causaba gracia. ¿Yo? ¿Sembrar un jardín?
Sabía la importancia de sembrar un jardín. Estas habilidades eran parte de esa misma sabiduría que es parte de vivir prudentemente. Si los tiempos se ponían difíciles pero contaba con un jardín para ayudarme, sabía que estaría agradecida de haberlo hecho. El Señor no desea nada más que nuestra felicidad.De todos modos, el precio de los vegetales parece sólo ir para arriba.
Pero nunca pude sembrar un jardín hasta que en verdad decidí hacerlo. Fue allí que me di cuenta que para sembrar un jardín sólo se necesita ciertas cosas: semillas, tierra, agua, sol y…. ¡FE!
La fe no es más que estar dispuestos a tomar una acción hacia un resultado deseado. Es así de sencillo. Y cuando combinamos la fe con el poder de la fe, el Señor bendice nuestros esfuerzos con resultados milagrosos.
Ahora mi familia ha tenido la oportunidad de comer lechuga crecida en casa, tomates, y hasta ha gustado de té de menta de chocolate (¡qué delicia!).No sólo nuestra comida es más sana, sino que sabe mucho mejor.
¿La moraleja de la historia? Nunca digan que algo es muy difícil. Si el Profeta del Señor nos exhorta en sabiduría a hacer alguna cosa, escuchen y prueben. Con la fe se puede hacer cualquier cosa, ¡hasta sembrar un jardín!
Por Cindy Bezas el 31 de enero de 2008.