Una pareja sonríe mientras sostiene a su recién nacido en la capilla. Varios hombres rodean al pequeño, lo levantan suavemente y pronuncian su nombre en voz alta, seguido de palabras que parecen venir directamente del cielo. ¿Qué está pasando exactamente? ¿Una tradición bonita? ¿Una costumbre cultural? ¿O hay algo más profundo detrás de este momento sagrado?
Si alguna vez te has preguntado para qué sirve una bendición de bebé en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, aquí te lo explicamos.
En La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la bendición de un bebé cumple dos propósitos principales: impartir una bendición espiritual al niño y registrar oficialmente su nombre en los registros de la Iglesia.
La parte central de esta ordenanza es el deseo de invocar una bendición celestial sobre el niño mediante la autoridad del sacerdocio. Aunque el bebé no recordará ese momento, los padres sí lo harán, y la bendición que se pronuncia se considera registrada en el cielo y con poder para influir positivamente en la vida del niño.

El acto de imponer las manos por parte de poseedores del sacerdocio simboliza la transmisión de bendiciones divinas y protección. Es un momento sagrado en el que se pide guía, fortaleza, salud y otras bendiciones específicas según la inspiración que reciba quien da la bendición.
Además de su valor espiritual, la bendición también tiene un propósito administrativo: al bendecir a un niño, su nombre queda registrado como “Niño de Registro” en la Iglesia. Esto es importante por varias razones:
- Asignación en la Primaria: Al ser registrado, el niño puede ser incluido en las listas de la Primaria y participar en las clases y actividades correspondientes.
- Pertenencia a la comunidad de fe: Desde temprana edad, el niño es reconocido como parte de la comunidad de Santos de los Últimos Días, lo que le da un sentido de identidad espiritual y pertenencia conforme crece.
Ahora bien, es importante diferenciar la bendición de un bebé del bautismo.
La bendición es una presentación formal ante Dios y la Iglesia. No implica un convenio por parte del niño, ya que aún no tiene edad para tomar decisiones por sí mismo. En cambio, el bautismo es una ordenanza que se realiza a partir de los 8 años, cuando los niños tienen la capacidad de discernir entre el bien y el mal y pueden hacer convenios conscientes con el Señor.

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Mientras el bautismo representa el comienzo de una vida de discipulado consciente, la bendición de un bebé es una forma de consagrar su vida al Señor desde el principio, rodeado del amor de sus padres, su familia y su comunidad de fe.
En la Iglesia, esta ordenanza se realiza por la autoridad del sacerdocio, considerada como el poder de Dios dado al hombre para bendecir, dirigir y enseñar. Generalmente, es el padre o un familiar cercano quien realiza la bendición, siempre que posea el sacerdocio. Él lo hace mediante la imposición de manos, pronunciando el nombre del niño y luego expresando bendiciones guiadas por el Espíritu.
Un concepto clave aquí es el de la herencia espiritual. Bendecir a un bebé no solo es un acto hermoso, sino que es también una forma de marcar su camino con promesas divinas, de prepararlo espiritualmente y de ponerlo en manos del Señor desde el comienzo de su vida.

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Para algunos, puede parecer una simple tradición. Pero para quienes creen en la autoridad del sacerdocio y en la guía del Espíritu, es una ordenanza llena de poder y propósito.
Y aunque el niño no lo recuerde, sus padres sí lo harán. Esa bendición se convierte en un recuerdo sagrado, un testimonio de fe y una base espiritual que puede acompañarlo toda la vida.
Fuente: askgramps.org