“Y todos tus hijos serán instruidos por el Señor; y grande será la paz de tus hijos” (3 Nefi 22:13).
niños de la Primaria de Iglesia
El potencial de un niño pequeñito de aprender y de comprender es mucho más grande de lo que nos inclinamos a creer. Lo asombroso es que, al paso que los niños van aprendiendo palabras nuevas a diario, pueden también aprender el lenguaje de las escrituras. Con el paso del tiempo, gracias a la guía de los padres y maestros, aumentará el entendimiento de ellos de que nuestro Padre Celestial les ama y que él desea de ellos su obediencia.
Aquí te sugerimos 27 temas muy interesantes que podemos enseñarle a los niños de la primaria.
- Soy un hijo de Dios
- La oración al Padre Celestial
- Soy parte de una familia
- El espíritu santo me ayuda siempre
- Tengo un cuerpo
- La Santa Cena me hace pensar en Jesús:
- Debo ser buen ejemplo
- Tenemos un profeta viviente
- Debo aprender a pedir perdón
- Debo amar a los demás
- Debo ser agradecido con mi Padre Celestial
- El domingo es un día para adorar al Señor
- Puedo ser obediente
- Jesús el hijo de nuestro Padre Celestial
- Doy gracias por la creación
- Debo ser buen amigo
- Nuestro Padre Celestial y Jesucristo nos dieron las escrituras
- Debo ser reverente
- Debo ser honrado
- La música de la iglesia
“Si nosotros no lo hacemos, el mundo enseñará a nuestros hijos, y los niños son capaces de aprender todo lo que el mundo les enseñe a muy temprana edad. Lo que deseamos que sepan de aquí a cinco años debe ser parte de la conversación que tengamos con ellos ahora. Enséñenles en toda circunstancia; que cada dilema, cada consecuencia, cada prueba que afronten les brinde una oportunidad de enseñarles cómo aferrarse a las verdades del Evangelio”. —Rosemary M. Wixom, “Mantengámonos en la senda”, Conferencia General de octubre de 2010.
No hay mayor regocijo que el saber que los hijos de nuestro padre, desde pequeños conocen y aman al Señor, no hay mayor paz que la que se experimenta cuando sentimos su amor y comprendemos el significado de su sacrificio expiatorio. El espíritu que se siente cuando compartimos las cosas sagradas del corazón fortalecerá nuestros vínculos familiares. Juan lo expresó con elocuencia: “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” (3 Juan 1:4).