En un gran letrero en mi cocina dice, “Trabaja duro y se amable”. Siempre agrego, “como Jesús”. Recientemente, unos 25 – pero, ¿quién está contando? – de nuestros hijos, sus cónyuges y nietos se reunieron en nuestra casa para una reunión familiar ruidosa y alegre. Uno de mis hijos, en un esfuerzo inútil por hacerme sentar, pegó las palabras “descansa y relájate” sobre la frase “trabaja duro”.
Necesitamos un poco de ambos, relajación y trabajo, pero necesitamos ambos en nuestra vida.
Hace varios días, a media mañana, me sorprendió gratamente cuando le abrí la puerta a un pequeño de 8 o 9 años en la terraza delantera de mi casa. Sus hombros estaban caídos, estaba medio doblado y su cabeza gacha mientras murmuraba su argumento de venta. Creo que estaba vendiendo barras de chocolate a $1 y minibarras de chocolate a 50 centavos para ganar dinero para un campamento. Su padre estaba de pie a un lado de un minivan en nuestro callejón sin salida, dedicando su tiempo a ayudar a su hijo a aprender la importancia del trabajo.
Siempre compro lo que venden estos jóvenes emprendedores. ¡Hurra por ellos!
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Mis hijos crecieron repartiendo periódicos por la mañana. En sus primeros años, mis hijas organizaron campamentos educativos de verano para los niños del vecindario. Nuestros muchachos dirigieron un negocio exitoso de venta de cerezas que recogían de nuestro patio trasero. Pasó de hermano a hermano y se hizo lo suficientemente popular que no solo vendían las cerezas en las esquinas de la calle, sino que recibían pedidos anticipados de los vecinos.
Mis hijos hicieron diferentes trabajos como lavar cercas, entradas para autos y botes de basura; cuidaron niños y trabajaron en jardines del vecindario hasta que los 16 años presentaron otras oportunidades.
Hace poco, conversé con mi hija sobre su hijo de 9 años, Spencer, y su puesto de limonadas y dulces. Después de ganar $22 por regar el jardín de un vecino durante las vacaciones, Spencer reinvirtió los $22 en limonada y dulces, hizo carteles (con la ayuda de su mamá) y abrió un negocio en una esquina de la calle. Spencer ganó $48, de los cuales $26 fueron ganancias adicionales. Ya está planeando aumentar su inventario de golosinas y tiene un nuevo lugar de venta seleccionado para su próximo negocio.
No me malinterpreten, no tengo ningún problema con que los padres ayuden financieramente a sus hijos de modo que les brinden oportunidades y abran los ojos al mundo que los rodea. Sin embargo, me estremezco cuando un hijo recibe todo en una “bandeja de plata”.
Conocí a muchos jóvenes que habrían desarrollado habilidades, confianza en sí mismos, una ética sólida de trabajo y una actitud positiva, pero no lo hicieron por los esfuerzos debilitantes de sus padres que les dieron lo que querían con poco o ningún esfuerzo de su parte.
Después, los padres se sorprenden cuando su hijo, desde la juventud hasta la edad adulta, a menudo espera que intervengan cuando se enfrenta a un desafío o a una dificultad, en lugar de armarse de valor, hacer sacrificios, trabajar con determinación y encontrar una solución al problema por sí mismo.
En mi opinión, a todo hijo al que no se le haya enseñado a valorar la importancia del trabajo, la importancia de la educación, y cómo ganar y administrar el dinero, se le ha hecho un gran daño.
Me topé con un artículo titulado “8 principios bíblicos del trabajo” que se publicó en crosswalk.com que enumera algunas razones y beneficios de aprender a trabajar. Citaré y parafrasearé el artículo a continuación:
- Dios ordenó que la humanidad trabaje como Él lo hizo (véase Génesis 1). Cuando trabajamos, desarrollamos habilidades divinas como la planificación, la implementación y la creatividad.
- Dios decretó: “con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” (Génesis 3: 19). Las actividades significativas son fundamentales para los seres humanos.
- “Dios no creó el trabajo como aburrimiento, sino como un regalo para la satisfacción de la vida”. El trabajo puede ser monótono, pero brinda gran satisfacción a medida que logramos con éxito las tareas.
- El trabajo proporciona dinero o recursos para cubrir las necesidades de la vida, la satisfacción por un trabajo bien hecho y es una forma de servir a Dios.
- Los buenos trabajadores son obedientes, diligentes, constantes y leales. Reconocen a Jesucristo como su “jefe” supremo y actúan con integridad, respeto y justicia hacia los demás.
- Establecemos un estándar de excelencia en nuestro trabajo al “servir con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres” (Efesios 6: 6 – 7). El estándar de Dios debería ser el estándar humano.
- Todos los tipos de trabajo, si son legales y éticos, son honorables para el Señor. El trabajo glorifica a Dios y satisface al individuo (véase 1 Corintios 10: 31).
- Una ética de trabajo fuerte y la integridad personal son testigos poderosos de la realidad de Cristo y de la diferencia que Él hace en la vida de sus seguidores (Mateo 5: 16).
Perjudicamos a nuestros hijos emocionalmente cuando hacemos las cosas por ellos o les damos cosas sin ningún esfuerzo de su parte. No les niegues a tus hijos el privilegio de aprender a trabajar. Dales alas para volar y ayúdalos a ganar confianza, autoestima, determinación, creatividad, ingenio y la capacidad para perseverar al brindarles oportunidades y exigirles que “trabajen duro y sean amables”.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Kristine Frederickson y fue publicado en deseretnews.com con el título “Kristine Frederickson: Why we need to teach children to work hard and be nice”.