Seis meses después de nuestra boda, mi esposo y hablamos de un tema que se estaba volviendo obvio para los dos: él no se sentía físicamente atraído hacia mí.
No, no era gay. Sin embargo, estaba avergonzado de estar discutiendo conmigo sentimientos que no sentía por mí. Se sentía superficial y avergonzado. Todavía estaba seguro de que yo era la mejor opción para su compañera eterna, pero nunca había pensado que yo era atractiva.
Allí estaba: una dura evidencia de que no era hermosa.
Estaba enojada y herida. ¿Cómo es que el único hombre que escogí en todo el mundo -el que me eligió- me dice que no se sentía atraído por mí?
No podía dejar de pensar en ello. Por las mañanas cuando me levantaba de la cama, me sentía especialmente poco atractiva. Cuando escogía lo que debía usar, me preocupaba que el atuendo equivocado pudiera hacer que se alejara de mí. Me preguntaba mi cabello no arreglado podría generar sentimientos de frustración en mi esposo, quien quería sentir atracción por mí. Ansiaba ser hermosa para él, y me preocupaba que este problema fuera de alguna manera mi culpa.
No es de extrañar que mi confianza se detuviera cuando comencé a darme cuenta de que tal vez nunca sería lo suficientemente atractiva para él, por mucho que lo intentara. Mi personalidad empezó a esconderse, hundiéndose profundamente dentro de mí, fuera de alcance. Hablamos de divorcio, pero ninguno de nosotros quería eso. Creo que ambos esperábamos que algún milagro viniera y me hiciera atractiva.
Un milagro sucedió. Un milagro que no tenía nada que ver con lo que mi esposo pensaba de mí.
Durante este tiempo de profundo dolor e inseguridad, finalmente me di cuenta de que estaba mirándome en el espejo de mi habitación y en el de los ojos de mi esposo en lugar de mirarme en el espejo en mi corazón. En algún momento, recordé que había otro espejo, y decidí mirarme. Muy profundo dentro de mí, una voz me tranquilizó diciéndome que en realidad era lo suficientemente hermosa. La fortaleza que había olvidado se apoderó de mí, y supe que lo que mi esposo pensara sobre mi atractivo no era tan importante. Podía valorarlo sin asumir sus debilidades, incluyendo su incapacidad para ver mi belleza.
Algo cambió en mí ese día. Quería mantener esa fuerza conmigo, y sabía que tendría que elegir creer en mi belleza, incluso si nadie más lo hacía. Oraba para superar los pensamientos autodestructivos, para evitar el odio, la ira y los celos, que siempre me hacían dudar de mi misma. Dejé de culpar a mi esposo por su ceguera y comencé a ser buena conmigo misma. Ese es mi milagro.
Y aunque no cambia nada, sólo quiero mencionar que la semana pasada, mi esposo comenzó a llorar. Se disculpó por lo que sintió por mí al principio de nuestro matrimonio. Dice que ha descubierto que realmente soy hermosa. El problema estaba dentro de él. No puede creer que me dijo esas cosas. Dice que piensa que soy la mujer más bella que conoce.
Y yo ya lo sabía.
Este artículo fue escrito originalmente por Name Withheld y publicado en ldsliving.com, con el título “My New Husband: “I was Never Attracted to You”.
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