A medida que nos acercamos a la temporada oficial de acción de gracias (todas las épocas deberían ser de gratitud). Es natural reflexionar sobre las cosas de las cuales estamos realmente agradecidos en nuestras vidas. Una de ellas, al menos para mí, es el gran don de la música, el cual se nos fue otorgado. Es un talento, que gracias a la tecnología moderna, toca nuestras vidas diarias tanto como las dádivas de la compañía de alguien, un refugio y comida.
Se ha vuelto tan penetrante en nuestra sociedad que es fácil darla por sentado. Es sencillo olvidar que la música que disfrutamos a diario, tanto sagrada como secular, ha llegado a nosotros gracias a que existen músicos (quienes no son bien remunerados) los cuales han dedicado su tiempo y energía perfeccionando sus talentos para la edificación y el placer de sus semejantes.
Asimismo, es fácil olvidar que la música que gozamos en la actualidad es producto de cientos de años de tradición y perfección por parte de compositores y músicos del pasado. Somos bendecidos con la más enriquecida selección de las diferentes categorías de música que nunca antes había estado disponible para la humanidad (al menos en esta tierra). Las opciones sobre el tipo de música que podemos escoger en cualquier momento, son asombrosas cuando nos detenemos a pensar al respecto. Esta armonía de sonidos ha sido escogida de todos los rincones del mundo. Puede que no lo investigue; pero, definitivamente estamos expuestos a ello (solo piensen en las que forman parte dentro de las películas modernas).
Con frecuencia he reflexionado sobre el lugar y papel que juega la música en el Evangelio de Jesucristo. Los mormones sabemos que todas las cosas testifican de Cristo (Moisés 6:63). No obstante, es difícil precisar en palabras como es que se logra. Las Escrituras y los profetas actuales han hecho énfasis en la buena música en nuestros hogares e inclusive han hablado acerca del efecto de ésta en nuestras vidas (para bien o para mal). Nos han animado a buscar y aferrarnos a la mejor música.
En las escrituras encontramos:
En D. y C. 136:28: Si te sientes alegre, alaba al Señor con cantos, con música, con baile y con oración de alabanza y acción de gracias.
En Salmos 69:30: Alabaré yo el nombre de Dios con cántico.
En D. y C. 25:12: Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza.
Y entre los apóstoles y profetas modernos aprendemos que:
También aprendí el poder que tiene la música; cuando se presenta con reverencia, es semejante a la revelación. Creo que a veces no se puede separar de la voz del Señor, la apacible voz del Espíritu.
Toda clase de buena música tiene su lugar, y hay infinidad de lugares donde es posible escucharla. (Boyd K. Packer, “El espíritu del Tabernáculo”, Liahona, Mayo 2007, Pág. 26).
En el mundo secular, esta interpretación de notas sigue siendo estudiada por científicos, quienes intentan entender y explicar cómo y porqué ésta es capaz de influir en nosotros de la manera que lo hace. Puede calmarnos o emocionarnos, se ha comprobado que alivia penas, ha sido vinculada a las calificaciones más altas en la escuela secundaria, etc. Sin embargo, por más que lo intentemos, puede que su misterio nunca llegue a ser completamente aclarado a nosotros durante nuestra vida en la tierra.
Quizás la música no pueda ser justificada en palabras, tal vez por esa misma razón Dios nos la ha dado. ¿Existirán acaso ciertas verdades que pierden su significado al ser expresadas en palabras? Según lo que se muestra, este lenguaje universal tiene la habilidad de hablar directamente a nuestras almas como muchos de nuestros líderes lo han señalado anteriormente.
Personalmente, pienso que la música es un regalo que Dios nos ha dado debido al gran amor que tiene por nosotros. No puedo negar que tiene otras funciones (algunas sobre las cuales puede que escriba en un futuro); pero, me parece que su principal objetivo es darnos gozo y elevar nuestro espíritu. De manera que, mientras nos encaminamos a dar gracias en oración por las muchas bendiciones que poseemos, no olvidemos este don que Dios nos ha dado, la música.
Por M. Ryan Taylor el 21 de noviembre de 2007.