Si visitas una reunión sacramental mormona un domingo, probablemente, lo primero que notará es la bulla infantil a volumen medio en las bancas.
Los niños y las familias son parte central de nuestras creencias, y lo puedes ver (y especialmente escuchar) los domingos en la iglesia. Hay una razón por la que no dejamos que nuestros hijos se vayan para un “sermón especial para niños” o que pasen la hora jugando en una guardería. Todos nos sentamos como familias en la iglesia, juntos.
A veces no escucho mucho de lo que se dice o me uno al “club de padres” no oficial en el pasadizo porque mis hijos están siendo hiperactivos, pero nunca dejaría de asistir a la iglesia como familia.
Llevo a mis hijos a la iglesia porque de todas las cosas que quiero que sepan,esta es la más importante . Está bien si no estás de acuerdo conmigo, sin embargo, creo que esto tiene el mayor potencial para la felicidad duradera de cualquier cosa que pueda enseñarles.
Más y más, los estudios muestran que las familias jóvenes están desapareciendo de las iglesias en general y que los niños y los adolescentes no están participando en la vida religiosa.
Lo más desconcertante de todo para mí, es escuchar a los padres decir que no quieren “obligar” a sus hijos a que asistan a la iglesia o “exigir” sus creencias en ellos.
Cuando escucho esos argumentos, me pongo a pensar, pero ¿ a caso ese no es parte de mi trabajo como padre?
Yo “exijo” creencias en mis hijos cuando pienso que algo es realmente importante: tienes que ir a la escuela, tienes que usar un cinturón de seguridad, tienes que ayudar con las tareas del hogar, tienes que obtener las vacunas, necesitas cepillarte los dientes.
Si mis hijos fueran capaces de elegir siempre lo mejor para ellos, sería una cosa. Pero son niños, especialmente cuando son pequeños, ellos eligen lo que es divertido e inmediatamente gratificante; no necesariamente lo que es mejor en el largo plazo. Y ahí es donde mamá y papá (los aguafiestas) aparecen, haciéndoles comer sus verduras y diciéndoles que hagan sus tareas y vayan a la cama a una hora decente. Y, en nuestra casa, les decimos que se levanten y se vistan bien para la iglesia el domingo por la mañana.
Entiendo el no querer lavar el cerebro de un niño, pero me preocupa que por querer dejar que sus hijos elijan, los padres bien intencionados no le estén dando opciones a sus hijos.
Si llevo a mi hija a un restaurante y le digo, “puedes pedir lo que quieras” sin darle ni una idea de lo que hay en el menú, o incluso si decirle en qué clase de restaurante está, no le estoy dando muchas opciones.
Si vamos de viaje en un avión rumbo hacia Europa y le digo a mi hijo cuando el avión aterriza, “la elección es tuya, ¿qué vamos a hacer en este viaje?” No va a funcionar. Si quiere elegir qué ver, primero necesita saber qué hay para ver. Incluso él necesitará un padre para ayudarlo . Él simplemente no tiene la experiencia de vida para hacer lo que le pediría que hiciera.
Si ni siquiera se espera que los niños ordenen algo de comer para la cena o planeen un viaje por su cuenta, ¿cómo se supone que desarrollarán una visión del mundo desde cero sin la guía de los padres?
Por eso creo que los padres tienen la obligación moral de enseñar a sus hijos cualquier sistema de creencias que crean que sea correcto. Por supuesto los niños pueden ajustar el marco que se les da a medida que va creciendo de acuerdo con sus valores emergentes (por ejemplo, yo terminé en una iglesia diferente de mis padres), pero necesitan comenzar con algo.
Hace años, escribí un artículo titulado “Entreteniendo a los niños pequeños en la Iglesia” para una revista en línea. Recibí un comentario de una persona diciendo que cuando a un niño no le gusta la iglesia, los padres no deben presionarlo, sino que simplemente deben tomarse turnos en quedarse en casa con él hasta que sea mayor.
Claro, podría hacer eso.
También podría dejar que mis hijos a quienes no les gusta cepillarse los dientes esperen hasta que sean mayores, pero el hábito no será más fácil de establecer más adelante. Así que voy a exigirles a cumplir ahora, incluso en los días en que no quieren hacerlo.
Tal vez mis hijos más pequeños prefieran quedarse en casa jugando en lugar de asistir a la iglesia, pero eso no significa que deberían hacerlo. El beneficio de la iglesia no solo está en los servicios dominicales, sino en todo el patrón de aprendizaje y vida del evangelio de la cual es parte.
Ellos no se darán cuenta hasta que crezcan, y yo estoy bien coneso. Mientras aún están pequeños, parte de mi trabajo es proveerles con la visión a largo plazo que todavía no entienden porque aún no son lo suficiente maduros.
Algún día, tendrán la madurez y la experiencia de vida que les faltaba cuando tomé las decisiones diarias por ellos, incluyendo ir a la iglesia.
Hasta que llegue es día, espero que continúen eligiendo el camino en el que los he puesto, pero de todas formas, ellos elegirán por sí mismos. Y no me arrepentiré ni por un minuto de los años que pasé “exigiendo” a que asistan a la iglesia conmigo.