“Por sus frutos los conoceréis”, escribió Mateo en el Nuevo Testamento (Mateo 7:20). Esta probablemente sea la mejor forma de ver si una persona es buena no.
La declaración de “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” enseña lo siguiente:
“El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y de cuidarse el uno al otro, así como a sus hijos”.
Entonces, un buen miembro padre o madre de familia amará y cuidará a su cónyuge y a sus hijos e hijas. Es en esa medida que podríamos definir a un buen miembro.
El Señor mismo llamó a Sus discípulos de hijitos (Juan 13:33). Dios, el Padre, mandó a Su Hijo, Jesucristo, para que dé Su vida por todo la humanidad, esa es la esencia de un buen padre, de un buen miembro.
La proclamación anteriormente señalada, continúa explicando esta responsabilidad:
“Los padres tienen el deber sagrado de criar a sus hijos con amor y rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, y de enseñarles a amarse y a servirse el uno al otro, a observar los mandamientos de Dios y a ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan”.
Nuevamente, hay un deber sagrado de cuidar con amor y rectitud, proveer y enseñar.
En ningún lado del evangelio, de cualquier manual de la Iglesia, de cualquier versículo de las Escrituras, o de cualquier discurso de un líder escucharás que la violencia y la agresión física, e incluso verbal y emocional, es justificable.
Los golpes y maltratos no son permitidos dentro del evangelio. No puedes ser un buen miembro de la Iglesia si golpeas a tu cónyuge y a tus hijos.
¿Qué dice la proclamación con respecto a esto? Expresa lo siguiente:
“Advertimos que las personas que violan los convenios de castidad, que maltratan o abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, un día deberán responder ante Dios”.
Estos actos de violencia no pueden ser tolerados por ninguna persona. El Señor derrama lágrimas cada vez que uno de Sus hijos e hijas sufren estos actos.
El presidente Nelson declaró:
“Como presidente de la Iglesia, afirmo las enseñanzas del Señor Jesucristo sobre este tema. Permítanme ser perfectamente claro: cualquier tipo de abuso hacia mujeres, niños o cualquier persona es una abominación para el Señor.
Él se aflige y yo me aflijo cada vez que alguien es lastimado. Él llora, y todos lloramos, por cada persona que ha sido víctima de abusos de cualquier tipo.
Aquellos que perpetran estos actos horribles no solo son responsables ante las leyes del hombre, sino que también enfrentarán la ira del Dios Todopoderoso”.
Debemos reemplazar esos actos que son dirigidos por Satanás, por aquellos actos inspirados por los cielos.
Seamos buenos miembros, seamos buenos cónyuges, padres y madres. Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo ya nos han dado aquel ejemplo perfecto.