Hace algunos días me sentía un tanto afligida por la carga laboral y académica que se presentaba por este semestre. Esto hacía que renegara constantemente de todo y mi estado de ánimo no era el más grato.
Una de esas mañanas, me encontraba en el templo y no pude ser ajena de observar a una joven madre que caminaba con sus tres pequeños hijos. Ella llamó mi atención puesto que no tenía una de sus extremidades, pero en su rostro no llevaba pena o dificultad, esto llamó más mi atención. Al poco tiempo pudimos entablar una conversación. En ese momento descubrí que hace un año había perdido su brazo debido a un cáncer óseo, el cual ya se había extendido a sus pulmones. Los médicos le han dado poco tiempo de vida.
No sabía qué decirle para darle consuelo y valor de continuar, yo no había tenido los mejores días. En realidad, esta virtuosa mujer tenía un mensaje para mí. Recuerdo que me dijo: “No sé cuánto tiempo estaré en esta tierra, pero tengo mucha fe por eso estoy aquí, en el templo. Quiero que mis hijos recuerden que éste es el lugar indicado para estar siempre juntos. Me siento muy bien. Desde que he llegado no siento molestias”, sonrió.
Muchas veces estamos tan enfocados en los desdichados que podemos ser con cada una de nuestras pruebas que olvidamos reconocer que también somos bendecidos en esa adversidad. Una buena hermana en su discurso dijo: “La felicidad no te hace agradecido. La gratitud trae felicidad”.
Desde ese día, mi perspectiva volvió a ser más clara. Recuerdo que busqué a mi madre para contarle cómo me sentía en ese momento y la encontré con mucho malestar de cuerpo. Sin embargo, ella estaba haciendo servicio por alguien más y su rostro también expresaba felicidad, en ese instante, le pedí hacerlo por ella. Mi corazón se llenó de gozo y paz, sentimientos que necesitaba pero que solo pude cuando dejé de quejarme, servir al prójimo y ser agradecida.
En esta nueva semana he recordado constantemente una de mis escrituras favoritas: “Y no podéis sobrellevar ahora todas las cosas, no obstante, sed de buen ánimo, porque yo os guiaré. De vosotros son el reino y sus riquezas de la eternidad son vuestras” (DyC 78:18). Las pruebas de hace algunas semanas continúan pero ahora sonrío, y he descubierto que tengo más bendiciones que aflicciones.