Llega un momento en el que nuestros israelitas se inclinan a cumplir con nuestras reglas y expectativas. Saben que están seguros en el camino, que no deben comer antes de la cena, limpiar su habitación, compartir sus juguetes y sentarse en silencio en la Iglesia.
¡Lo están logrado! A medida que avanzan en su capacidad para obedecer, los padres deben disminuir su exceso de control.
La adolescencia se adecúa especialmente a esta próxima fase porque los hijos no escucharán a sus padres de todos modos. Es importante pasar por una fase israelita y graduarse de la misma.
Los padres que controlan en exceso a los adolescentes y adultos destruyen el albedrío y la confianza de sus hijos.
Nuevas leyes
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Cuando Cristo vino, marcó el inicio de un nuevo conjunto de reglas. En el Sermón del Monte dijo una y otra vez: “Oísteis que fue dicho a los antiguos… Pero yo os digo” y, luego, renovó los mandamientos con un principio superior y más confianza.
No deshizo los mandamientos originales, los protegió con una ley y un principio superiores. No solo no debes cometer adulterio, sino que tampoco debes mirar a una mujer o un hombre para codiciarlo. No solo debes orar, sino que debes hacerlo de una manera humilde y sincera.
Los padres también necesitan hacer estos ajustes. Considera un conjunto de reglas de seguridad como, no cruces la calle sin mirar. Una vez que los hijos comienzan a conducir, esa regla sigue siendo importante. Pero, más importante es saber que los autos pueden matar a las personas y deben estar conscientes del poder del auto antes de ponerse detrás del volante.
Luego, se debe confiar en que los hijos cumplirán con el principio aunque esto se presente en su vida día tras día. Los padres no pueden establecer una regla para cada situación y a medida que nuestros hijos crezcan y se involucren más en la escuela y la comunidad, los veremos cada vez menos. Deben aprender a gobernarse sobre estos principios correctos.
Durante mi adolescencia, necesité mucha ayuda con mis interacciones sociales, que son la fuente de mi arrepentimiento en la vida adulta. Fue importante aprender los principios de “no hacer drama”, “ser generoso” y “ser un prestatario sincero”. Se podrían aplicar en diferentes situaciones, con varias personas y aun así guiarme a la verdad.
Es conveniente que los adolescentes cometan errores y aprendan de ellos. Pero, también es bueno enseñarles a lamentarse menos por los principios superiores que implementan por sí mismos.
Otros principios pueden ser el respeto propio (la modestia y mucho más), la búsqueda del conocimiento (hacer la tarea e ir a la escuela), la caridad en todo lo que hacemos (el servicio, la amabilidad, el respeto por los maestros, no al acoso escolar).
Estos tipos de principios son verdaderos, forman parte del Evangelio de Jesucristo y tienen una base espiritual. Se pueden adaptar a diferentes situaciones y edades, y seguir guiándolos.
Busca los principios subyacentes en las reglas en las que tus hijos se están graduando de la fase israelita.
Parábolas
El Salvador decidió enseñarles a las personas con parábolas durante su ministerio. Sus historias se trataban sobre las cosas de la vida diaria, casas y árboles, joyas y trigo, sembrar y cosechar.
Los principios que se incluían en las lecciones eran familiares para las personas, siembras en un terreno bueno si quieres una buena cosecha. Sin embargo, Sus historias añadían una capa de profundidad que les resonó con entendimiento.
Darles un sermón a nuestros discípulos independientes no funciona mucho. Las palabras les entran por un oído y les salen por el oro mientras se alejan, luchan o huyen.
Un mejor enfoque para la enseñanza es comenzar con “cuando yo tenía tu edad…” o “conozco a un joven que…” La mayoría de los adolescentes sienten que son la única persona en el mundo que ha pasado por lo que están pasando. Encuentran consuelo al saber que no están solos en sus sentimientos o inseguridades. Se sienten especialmente reconfortados cuando sus padres, que atravesaron por estos desafíos, los apoyan.
Valoré las conversaciones que tuve cuando era adolescente con mis padres sobre su adolescencia. El drama, las tareas, los bailes y las citas. No me llenaron de deseos rebeldes de hacer las cosas imprudentes que hicieron. Pero, me dejaron ver que eran como yo, que podía relacionarme con ellos más de lo que pensé. ¡Que eran geniales! Los viajes en auto con cada uno fueron un buen lugar para esas conversaciones.
Cuando estaba en los primeros años de mi adolescencia, recuerdo haber tenido un colapso de proporciones épicas porque estaba harta de mi ropa. No tenía nada que ponerme. Estaba llorando en mi cama cuando mi padre y profesor de secundaria vino y me dijo, “Sabes, Jan, en la secundaria, la mayoría de los chicas usan shorts de jeans y se ven muy bien. Creo que deberías cortar algunos de esos jeans que no te gustan y convertirlos en shorts”. De inmediato, me senté, sequé mis lágrimas y sonreí. ¿Eso es lo que hacen los estudiantes de secundaria? Suficientemente bueno para mí.
Consecuencias que enseñan
Jesucristo no tenía la intención de castigar. Él deseaba elevar a las personas a un nivel más alto. El placer que sintieron los fariseos al ser crueles con los otros judíos fue hipocresía. Cuando trajeron a la mujer que cometió adulterio y todos esperaban que la apedrearan, Cristo los echó y dijo, “El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra”. Luego, le dijo a la mujer, “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
La mujer fue liberada, mortificada, humillada, agradecida por el indulto, pero aun así liberada. Aprendió. Se arrepentiría y no lo volvería a hacer. Cristo no necesitó imponer una medida adicional de castigo externo.
Una y otra vez en Su ministerio, perdonó los pecados. Las personas aprendieron de las consecuencias de sus pecados y también aprendieron sobre su valor a partir de Su respuesta.
Fue un gran cambio con respecto al Dios estricto de los israelitas. Pero, eso fue intencional. Ya habían aprendido todas las reglas. Por lo general, Sus seguidores eran los judíos buenos y respetuosos de la ley.
Cristo reservó su condena furiosa para los hipócritas en ese tiempo. Pero, si las personas intentaban hacer lo bueno y seguían fallando, Él las animaba a seguir intentando. Él no fue enviado a condenar al mundo, sino que a través de Él, el mundo puede ser salvo (Juan 3: 17).
Cuando era adolescente, hice las cosas tontas y normales que hacía un buen adolescente en Utah, como ver qué tan lejos podía llegar un auto sin encenderlo. Resultó, todo el camino hacia abajo por una carretera curva y empinada llamada colina Bannock. Cuando estaba en la cima de la colina, me di cuenta de que los frenos no funcionan si el auto está apagado.
Los gritos dentro del auto no desalentaron a los ángeles y sobrevivimos sin un rasguño.
Aprendí mi lección. Creo que mi mamá se está enterando de este evento por primera vez en este momento. La consecuencia natural de un joven insensato que experimenta es el temor, la culpa y la intensa gratitud por sobrevivir. Esas cosas les enseñan a los adolescentes más de lo que un castigo podría.
Les podemos enseñar a nuestros adolescentes sobre la seguridad, la castidad o las calificaciones. Pero, solo las internalizarán cuando experimenten sus propias consecuencias naturales al pasar los límites.
Como padre es escalofriante ver a tu amado hijo tomar decisiones insensatas. Pero, permitirle que sufra todo el impacto de sus consecuencias y recordarle la expiación le enseñará cómo lidiar con los errores durante toda su vida.
Conversen juntos sobre la culpa que sienten, las amistades que se echaron a perder, etc. Ayuda a tu hijo a sentir la respuesta de su propio espíritu y no permitas que la minimice o justifique.
Ayúdalo a tener la valentía de hablar con el obispo y acceder a la expiación de Cristo. Permítele sentir ese poder cuando cometa un error. Enséñale cómo responder ante los errores. Arrepentirse lo preparará para el éxito de toda su vida.
Las personas hablan de lo difícil que es criar adolescentes. Creo que debe ser devastador ver a estos pequeños humanos en los que invertiste toda tu energía y tiempo hacer cosas tontas, peligrosas y egoístas, y que parecen estar empeñados en la autodestrucción.
Tomar riesgos y aprender de ellos forma parte de su desarrollo cerebral. Sobrevivirán a esto y ganarán sabiduría a partir de la experiencia.
Protección
Toda la misión de Cristo en la mortalidad consistió en proteger a los inocentes caídos de los efectos de la muerte y el pecado. Él vino a salvarnos porque sabe a lo que nos enfrentamos y nosotros no tenemos idea. Ese fue el gran propósito de Su venida. Pero, a lo largo de Su ministerio, también protegió a las personas día tras día.
Se permitía que los niños se acercaran a Él y enseñaba que si alguien lastimaba a uno de ellos, sería mejor que cargaran una cruz en el fondo del mar. Protegió a la mujer que cometió adulterio. Ayudó a muchas personas discapacitadas y vulnerables de diferentes maneras, les dio poder para defenderse por sí mismos. Podía ver el mal, la oscuridad y el dolor alrededor de la gente e intentó diligentemente protegerlos.
El lado opuesto de esta moneda de independencia y consecuencias naturales es la completa inocencia de los niños que se convierten en adultos. Comienzan a verse como adultos, las jóvenes usan ropa y maquillaje como mujeres adultas. Pero, no entienden mucho lo que implica ser un adulto. Especialmente, en las relaciones.
A menudo, son partícipes de un juego peligroso, de manera muy ingenua. Nuestro trabajo como padres de estos adultos que están floreciendo es protegerlos de los peligros que no tienen ni idea que existen. Obviamente, el abuso o la explotación sexual están en la parte superior de la lista.
Puede que las jóvenes no tengan idea de que su novio mayor solo es una señal de alerta ambulante. Es posible que no tengan idea de que sus pantalones cortos y polos sin mangas las van a meter en problemas. Juegan con sus cuerpos adultos y relaciones adultas sin darse cuenta de lo serias que pueden ser las consecuencias.
Asimismo, es importante que protejamos a nuestros hijos de devaluarse a sí mismos, intentar encajar con los jóvenes que no los van a llevar a nada bueno, o estar en una relación solo por el bien de la misma.
En mis años de universidad, tuve un novio que me gustaba mucho. Ambos estuvimos en mi ciudad natal durante un fin de semana y dijo que vendría a recogerme a las 7 p.m. Finalmente, el timbre sonó a las 11 p.m.
Me levanté para abrir la puerta, pero mi mamá me detuvo. “No, quédate ahí. Yo voy a manejar esto”. Se dirigió a la puerta y dijo, “Llegas demasiado tarde. Debes ir a casa. Ella no va a salir contigo cuatro horas después de que dijiste que vendrías”. Luego, cerró la puerta en su cara. Más tarde, me dijo que eso le hizo sentir “un poco tonto”.
Terminamos poco después. Fue un momento decisivo para mí, en mi primera relación, escuchar que no tenía que tolerar que me faltaran el respeto. Era más que una chica que “esperaba hasta que alguien viniera”. Mi mamá me protegió de las expectativas bajas que tenía para mí misma.
Nuestra sociedad tiende a mantener a los adolescentes en esa etapa de sus vidas durante mucho más tiempo que en el pasado. En las generaciones anteriores, los adolescentes se casaban, se mudaban, aprendían y conseguían un trabajo.
No estoy proponiendo que regresemos a eso por completo. Pero, les recuerdo a los padres que los adolescentes pueden manejar mucho más que la escuela y el voleibol. Se debe confiar en que tomarán decisiones basadas en principios y que aprenderán de sus errores.
La corrección y el manejo de las decisiones debió haber sucedido en la fase israelita para que estos miniadultos puedan empezar a manejar la vida de manera independiente, mientras se encuentran bajo la protección y el refugio del hogar de sus padres. Es la forma más segura de practicar estas grandes decisiones de vida.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Jan Francisco y fue publicado en latterdaysaintmag.com con el título “Parenting Independent Disciples: Lessons from the Lord on Raising Teens”.