28 de marzo 2014 porTudie Rose
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“Si el matrimonio contempla con frecuencia—los dos juntos en el templo—los convenios sagrados se recordarán y se cumplirán mejor… el estudio constante de las Escrituras en familia, nutrirá el matrimonio y fortalecerá la fe en la familia.La contemplación permite que uno prevea y esté en armonía (o esté a tono) mutuamente y con el Señor. La contemplación nutrirá al matrimonio y al reino de Dios.” Élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) (Nutrir el matrimonio, Liahona, mayo de 2006.)
Uno de los recuerdos más dulces que tengo de cuando era niña es estar sentada en el regazo de mi padre frente a la chimenea mientras me leía la Biblia. No importaba que a menudo no entendiera lo que estaba leyendo. Él estaba estableciendo la pauta para lo que vendría en mi vida. Él me ayudaba a comprender que la vida es algo más que nacer, crecer y morir. Él me enseñó que hay más allí afuera, y que estamos aquí con un propósito. Él me enseñó a sentir la presencia de Dios en mi vida, y a entender cuándo el Espíritu Santo me está susurrando algo.
¡Cómo me gustaría que todos los niños en la tierra pudieran sentir la presencia de Dios como yo lo sentía durante esos momentos especiales con mi papá! De hecho sí se puede. Se inicia con un padre y una madre, estudiando las Escrituras juntos, orando juntos, y enseñando diligentemente a sus hijos quiénes son, de dónde vienen y hacia dónde van cuando dejen esta tierra.
Una pareja casada que estudian las Escrituras juntos es más capaz de hacer frente a los desafíos y frustraciones de la vida diaria. Ellos están mejor preparados para lidiar con el estrés, los hijos, la angustia, el dolor, la enfermedad, e incluso el dolor. Ellos aprenden a usar herramientas para ayudar a hacer frente a cualquier cosa que se venga contra ellos. Me siento obligada a confesar que mi esposo y yo no siempre lo hemos hecho. Estudiamos a menudo por separado, pero siempre hemos sido buenos al hablar de lo que hemos aprendido. Como mormones, asistimos al templo con frecuencia. Los templos mormones son un lugar de aprendizaje espiritual, y regularmente tenemos conversaciones después de una sesión del templo sobre lo que hemos aprendido allí. Nuestra asistencia al templo y las conversaciones después, son una parte muy querida de nuestra relación. Volvemos del templo sintiéndonos más cerca el uno del otro y más cerca de nuestro Padre Celestial.
Durante algunos de los momentos más estresantes y dolorosos de mi vida, me he dirigido a las Escrituras en busca de paz. No soy muy versada en las Escrituras, pero siento paz cuando las leo. A menudo las cosas sólo se aparecen frente a mí y me dan entendimiento y consuelo. Me sorprende que nunca queden obsoletas. Cada vez que leo, aprendo algo nuevo. Parece que estamos programados para absorber ciertos principios del Evangelio en ciertos momentos de nuestras vidas. Algo que leí la semana pasada no tuvo efecto en mí en absoluto, pero cuando lo leí de nuevo esta semana, abrió un mundo de comprensión. Tal vez en el ínterin tuve una experiencia de vida que me preparó para comprender ese principio del evangelio en particular.
Cuando conversamos sobre estas cosas con nuestro cónyuge, nos enseñamos uno a otro. Yo podría hablarle a mi esposo acerca de algo que he aprendido, y él podría ser capaz de arrojar aún más luz sobre el asunto. Tal vez él nunca había pensado en algo que yo pongo en la conversación, y ahora es capaz de ir y hacer un mayor estudio y contemplar por su cuenta.
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En un artículo anterior, hablé de la importancia de la comunicación en el matrimonio. ¿Qué mejor manera de aprender a comunicarse que hablar de los principios del Evangelio de su estudio de las Escrituras? No sólo están hablando e intercambiando ideas, sino que también están aprendiendo a tratar a los demás con el amor que Cristo quiere que tengan el uno por el otro. Están construyendo una base de respeto mutuo a medida que se comunican entre sí acerca de las cosas más importantes en la vida.
A medida que crecen espiritualmente como pareja, sus hijos se beneficiarán de sus conocimientos de los principios del Evangelio. Serán capaces de enseñarles cómo y dónde encontrar paz y consuelo. Mis hijos ahora son adultos, y es para mí un gozo y consuelo saber que todos saben dónde encontrar paz en sus vidas. Mi esposo y yo no siempre estaremos allí para recoger los pedazos por ellos cuando se caigan, pero les hemos dado las herramientas necesarias para hacerlo ellos mismos.
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