Los principios en este artículo pueden ayudar a mejorar cualquier matrimonio, pero no pretenden ser una solución para todos los problemas matrimoniales. Para situaciones de abuso, se recomienda encarecidamente la ayuda de un profesional.
Cuando tenía 17 años, decidí saltarme un día de escuela y dirigirme a la montaña de la zona en un resort para tomar un día de sol. Eso fue algo muy grande para mí, romper las reglas no era algo que estaba acostumbrado a hacer.
El simple hecho de que mi maestro me sorprendiera hablando en clase era suficiente para que me mantuviera en silencio durante días sólo para que no me mirara. Y, sin embargo, ese día, la vida “criminal” en la que me encontraba parecía más atractiva que las lecciones sobre matemáticas e historia, así que tomé aire y me dirigí hacia el Resort.
Estaba pisándole los talones a un gran camión diésel con mi auto cuando me dirigía hacia Snowbasin Ski Resort. Con ganas de acelerar y aprovechar al máximo mi día de delincuencia, me detuve en el carril de paso y observé que un grupo de cuatro perros corrían hacia la carretera po donde estaba. Reduje la velocidad para evitar golpearlos, pero el hombre en el camión diesel siguió avanzando, atropellando a uno de los perros.
Pisé los frenos, salí de mi auto y corrí hacia el perro, un hermoso labrador amarillo que ahora estaba mal herido y sangrando. Cuando me acerqué para ayudar al perro, este se me lanzó y me mordió con fuerza la mano.
Hablándole con palabras suaves y tranquilizadoras, me acerqué de nuevo para ayudarlo. Esta vez, mi mano se encontró con un gemido y un suave empujón de su nariz. Sostuve ese dulce perro mientras me lamía la mano hasta que, unos 10 minutos más tarde, apareció un patrullero de la carretera y me dijo que él se encargaría del perro.
No fue hasta años más tarde, después de aconsejar profesionalmente a cientos de parejas cuyos matrimonios apenas estaban en pie, que hice la conexión entre nuestras relaciones interpersonales y la profunda lección que ese perro me había enseñado ese día. Las personas heridas lastiman a las personas.
Aquí hay algunas verdades clave, incluida esta, que he aprendido a lo largo de los años que pueden ayudar a construir y fortalecer mejor nuestro matrimonio.
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1. Las personas heridas lastiman a las personas
No hace mucho tiempo, llegué a casa después de un día estresante en el trabajo. Tenía muchas cosas en mente y sólo quería relajarme y descansar. Pero cuando entré por la puerta, rápidamente se hizo evidente que no habría descanso en nuestra casa esa noche.
Los juguetes estaban en todas partes y los niños reían, gritaban, lloraban y corrían por todas partes como hienas salvajes. Nuestro hijo más pequeño ni siquiera tenía puesta la ropa.
No estoy seguro de qué mensaje le estaba comunicando a mi esposa cuando nuestros ojos se encontraron y abrí la boca para hacer un comentario, pero la mirada que me dio cuando me vio no fue de “Oh, cariño, gracias a Dios que estás en casa”. Era más una mirada parecida a la de Proverbios 17:28, “Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio.”
La conversación que siguió entre mi esposa y yo pasó de cansancio y frutración a una explosión volcánica más rápido de lo que me atrevo a admitir. Al final, no hubo sobrevivientes.
Más tarde esa noche, cuando intentamos encontrarle sentido a lo que sucedió, volvimos sobre nuestros pasos para descubrir cómo habíamos llegado a ese punto. Mi esposa se dio cuenta de que no estaba enojada conmigo, pero ese día sentía que había fracasado como madre.
El dolor de lo que ella percibió como sus defectos fue demasiado ese día, no pudo sobrellevarlo y no pudo evitar atacar.
Yo, de manera similar, me sentía como un fracaso como proveedor de mi familia. El día difícil que tuve en el trabajo me había abierto algunas heridas y estaba sufriendo. Inmediatamente me puse a la defensiva y también la ataqué.
Éramos dos personas heridas que se golpeaban emocionalmente porque, bueno, estábamos muy dolidos y no sabíamos qué más hacer.
Recordando mi fatídico día de pinta, ese tierno labrador amarillo no me mordió porque era un perro malo, sino porque sentía dolor y yo le causaba miedo. Esto es cierto en todas las relaciones que tenemos, especialmente las relaciones matrimoniales.
En mi vida profesional, me encuentro con este problema muy a menudo con las parejas que aconsejo. Incluso después de explicar este principio, todavía escucho regularmente a las parejas decir:
“Sí, entiendo el concepto. Pero no entiendes, mi esposo es una persona que siempre se enoja y grita incluso cuando no hago nada. Además, ¿por qué tendría que estar sufriendo?”
A veces escucho:
“Mi esposa siempre está enojada conmigo y parece que nunca puedo hacer nada bien. Ella no está dispuesta a ver mi punto de vista de las cosas. Ella es una persona que se enoja por todo.”
A pesar de estas afirmaciones, en los miles de casos que he visto de conflictos matrimoniales, todavía no he encontrado una excepción a esta regla. Las personas no atacan y lastiman a los demás cuando se sienten bien por dentro. Simplemente nunca sucede.
La ira es un síntoma de las personas con dolor. Comprender este concepto es una clave que me ayuda a tener empatía por mi cónyuge cuando sufre. Mi esposa, que también ha llegado a entender este concepto, siente más empatía por mí, incluso cuando hago comentarios cuando estoy enojado.
¿Soy perfectamente empático con mi esposa y es ella perfectamente empática conmigo? De ninguna manera. Ambos fallamos regularmente, pero trabajamos en ello y mejoramos con el tiempo, y entender esta verdad nos ayuda.
2. Los huevos podridos nunca crean galletas deliciosas
Hace años decidí hacer galletas. No soy particularmente talentoso en ello, así que cuando saqué las galletas del horno y vi que estaban redondas, planas, y en general como las había visto que debían de quedar, inmediatamente comencé a jactarme de ello y pensé en cuán emocionada y orgullosa mi esposa y mis hijos estarían de mí.
Entonces me comí una. Inmediatamente me puse a revisar la receta y los ingredientes, tratando de averiguar en dónde me había equivocado. Las galletas se veían bien, pero ahí es donde terminaban los comentarios positivos.
Hornear es como el “matrimonio”, se hace a base de buenos ingredientes combinados de la manera correcta y horneados a la temperatura adecuada durante el tiempo correcto para obtener un resultado delicioso.
Un matrimonio feliz es similar a una receta básica. Somos los ingredientes, pero la vida nos mezcla a todos, las pruebas agregan calor y esperamos que el resultado sea delicioso.
Cuando las parejas acuden a mí en busca de ayuda, una de las primeras cosas que les pregunto es:
“Dime lo que no te gusta de ti.”
Esto generalmente me trae algunas miradas desconcertadas. De vez en cuando la gente se pone un poco a la defensiva e incluso hostil:
“¡Esto no se trata de mí! Se trata de nosotros, de nuestro matrimonio.”
Les aseguro que la felicidad en tu matrimonio en verdad de trata de ellos de manera individual mucho más que de ellos como pareja.
La realidad es que los matrimonios felices y saludables son creados por individuos felices y saludables emocionalmente. Los individuos son los ingredientes en esta analogía. Nunca podría hornear galletas, pasteles o muffins con huevos podridos y esperar un buen resultado. Si los ingredientes son malos, es imposible obtener el buen resultado que está buscando.
“¿Entonces me estás comparando con un huevo podrido?”, podrías preguntar. ¡Sí! Eso es exactamente lo que estoy haciendo. Eres un huevo podrido, al menos una parte de ti, y tu matrimonio sufrirá si sigues siendo un huevo podrido.
Pero esto no debería ser algo nuevo para ti. ¿Acaso no es ese el mensaje y la misión de Cristo? (Romanos 3:23, Éter 12:27, Isaías 1: 18, y 2 Cor 7: 1)
El punto es, si quieres tener un matrimonio feliz, el primer lugar que debes mirar es a ti mismo, es el único “ingrediente” que puedes controlar, y descubrir en donde se puede mejorar.
Luego debes dirigirte a Cristo y pídele que te ayude con aquello que está mal. A medida que purifiques tus propios ingredientes, tu matrimonio se volverá mucho más delicioso.
3. La ley de mínimo esfuerzo sólo funciona cuando vas cuesta abajo
Estaba sentado en la reunión sacramental un domingo por la mañana, haciendo todo lo posible por permanecer despierto. En ese tiempo yo era un adolescente, así que eso no era nada nuevo.
Mi vecino se puso de pie para dar su discurso. Este hombre, a quien había conocido toda mi vida, nunca había hablado en la reunión sacramental, al menos no que yo pudiera recordar. No estoy seguro de qué había en él o en su discurso, pero me llamó la atención de los adolescentes, algo que muy pocas personas podían hacer.
Todavía recuerdo una declaración simple pero profunda de ese sermón. Dijo: “La ley de mínimo esfuerzo sólo funciona cuando vas cuesta abajo.”
Muchos años después, haciendo mi esfuerzo al máximo para mantenerme despierto, pero esta vez en una clase de química de la universidad, aprendí el mismo principio enseñado de otra manera.
El profesor habló sobre la ley de la entropía, o la idea de que todas las cosas se mueven del orden al desorden y que la única forma de mantener el orden en cualquier sistema es agregándole energía a ese sistema.
Esto es cierto para todas las cosas en nuestro universo, como las las montañas, nuestras casas, nuestros autos, nuestros cuerpos y en especial nuestras relaciones. Dicho de una manera simple, según la ley científica, todo se desmorona a menos que le agreguemos energía para mantenerlo unido.
Hace apenas unos meses, una mujer con lágrimas en los ojos y un corazón completamente roto me preguntó cómo fue que su matrimonio terminó. Ella explicó que habían disfrutado de un matrimonio feliz en los primeros años.
Les encantaba pasar tiempo juntos, viajaban, eran espontáneos e incluso tenían una relación sexual saludable. La vida era maravillosa. Luego vinieron los hijos y, comprensiblemente, fue ahí donde su enfoque y energía se dirigió. Su esposo, por otro lado, concentró su energía en su carrera y en los ingresos para la familia.
Ellos eran dos buenas personas con buenas intenciones que no entendían la ley de la entropía, que si no agregaban continuamente energía a su relación matrimonial, se derrumbaría. Pensaron que debido a que su matrimonio era excelente desde el principio, siempre sería así.
Ahora, a medida que los hijos formaban sus propias vidas, se dieron cuenta de que la fuerte relación que una vez tuvieron se había ido. Ninguno de los dos pudo explicar el por qué o el cómo se había deteriorado su relación y ninguno tenía idea de cómo hacer para que volviera a ser como era antes.
De manera similar, algunos de nuestros amigos cercanos compraron recientemente una casa vieja y abandonada y comenzaron a renovarla. Había sido afectada por el clima durante muchos años con muy poco mantenimiento.
Estos amigos buscaron a un profesional para que los ayudara a hacer un plan para reparar y reconstruir la casa, y luego se pusieron a trabajar. Tomó mucho tiempo y esfuerzo para volver a construir esa casa, pero finalmente obtuvieron una casa hermosa y cómoda.
Y así es con el matrimonio. Si tu matrimonio se ha desmoronado como la pareja que mencioné anteriormente, se necesitará más energía para volver a construirla, pero, con un buen plan, tiempo y esfuerzo enfocado, ese matrimonio puede ser más hermoso y gratificante que nunca antes.
Poner en práctica a estas verdades
Ahora que he explicado estas tres verdades, veremos pasos para poder aplicarlas. Como dijo Stephen Covey, “Aprender y no hacer es realmente no aprender. Saber y no hacer es realmente no saber,”
Paso 1: Elige curar tus heridas en lugar de herir a otros
A medida que surgen momentos de tensión en tu matrimonio y tu cónyuge te hiere, en lugar de ponerte a la defensiva y contraatacar, pregúntate: “¿Por qué están sufriendo y cómo puedo ayudar a aliviar su dolor?”
De la misma manera, cuando te enojas con tu cónyuge, deténte y pregúntate: “¿Por qué lo estoy hiriendo?” Te darás cuenta que a medida que afronte la verdadera raíz de tu propio dolor en el calor del momento, la ira y la agresión hacia tu cónyuge se desvanecerán.
Paso 2: Elige arrepentirte y mejorar
Si quieres tener un matrimonio dulce y delicioso, debes asegurarte de que los ingredientes sean buenos.
Toma un cuaderno y haz una lista de algunas cosas que sabes que necesitas mejorar o algunos errores que haz cometido y que no corregiste.
¿Eres muy duro con los demás? ¿Te gustaría pasar más tiempo enfocándote en cosas espirituales? ¿Has sido negligente con tu cónyuge y tu matrimonio? Si es así, escríbelo, reconoce tu error, discúlpate con aquellos a quienes has herido en el camino y pide perdón a Dios.
Permite que Cristo obre Su poder para transformarte. Al permitir que Cristo santifique tu corazón y mejore tu carácter, tu matrimonio también mejorará.
Paso 3: Ponle energía
Si tu matrimonio se está desmoronando, se necesitará más energía y esfuerzo para volver a construirlo. Elige poner energía en tu matrimonio a partir de hoy.
Esto se puede hacer de varias maneras, desde salir en citas a menudo y pasar tiempo de calidad a hacer cosas por el otro y disfrutar de un tiempo de intimidad. Si no sabes por dónde empezar, un profesional puede ayudarte a crear un plan.
La clave es que, independientemente de lo que decidas hacer, la energía positiva debe ponerse intencionalmente en tu relación.
Ir a ver una película juntos es genial, pero si el enfoque y la energía de tu mente se centran en todo menos en tu cónyuge, harás que tu matrimonio vaya cuesta abajo porque es la única dirección a la vista.
Este artículo fue escrito originalmente por Greg Reynolds y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “3 Vital Steps to Building a Stronger Marriage”