De vez en cuando, alguien me una bofetada psicológica para hacerme recordar de no estar demasiado complacida con mi matrimonio. Dar mi matrimonio por sentado puede ser muy peligroso. La primera bofetada me cayó en mi carrera como secretaria legal. He trabajado en muchas oficinas de abogados, pero los dos años que trabajé en el derecho de familia fue una experiencia que me abrió los ojos. A pesar del hecho de que fue el peor trabajo que tuve en mi vida, creo que fui empleada allí por una razón. Aprendí a apreciar mi propio matrimonio. El escuchar a las personas ventilar sus trapos sucios día tras día era bastante malo, pero contar el número de años que habían estado casados era aterrador. Un buen número de los casos que tratamos era de parejas que se divorciaban después de 25 años o más. Comencé a examinar de cerca mi propio matrimonio, a apreciar más a mi esposo, e iniciar algunas conversaciones importantes.
Ese fue un tiempo muy ocupado para nosotros, con tres adolescentes y otro hijo en la escuela primaria. Un día, mientras escuchaba a un hombre quejarse de que él y su esposa rara vez hablaban de otra cosa que no fueran los hijos, y que casi nunca pasaban tiempo a solas, desperté bruscamente al hecho de que él podría haber estado describiendo mi propio matrimonio. Esa noche acorralé a mi esposo para un viaje a Dairy Queen, una lechería local, donde se produjo una conversación seria, nos comprometimos a tener citas nocturnas regulares, y prometimos hablar más.
Nos reímos ahora sobre las citas que siguieron. La mayoría de ellas consistieron en conos bañados en chocolate del auto-rápido en Dairy Queen, seguido por consumirlos en el coche en la entrada de nuestra casa mirando por la ventana delantera a nuestros hijos peleándose. Los niños nunca tuvieron ni idea que estábamos allí viéndolos. Era como ver una película en 3D, sólo que más divertida. Funcionó, y nos encontramos hablando más y realmente renovó nuestra amistad. Después de todo, ¿no es la clave de un buen matrimonio el ser mejores amigos?
Los dos estamos jubilados ahora, y hemos llegado a la marca de 37 años en nuestro matrimonio. Recientemente, me cayó otra bofetada. Es tonto en verdad, porque yo no debería comparar nuestro matrimonio con ningún otro matrimonio, especialmente el matrimonio de una pareja famosa. Llegó como un shock inesperado, sin embargo, que el dúo cantante de Captain y Tennille recientemente presentó una demanda de divorcio después de 39 años. Ni siquiera conozco a estas personas, pero me entristeció y sorprendió. Me sacudió hasta la médula que de nuevo haya estado dando mi matrimonio por sentado. Probablemente estamos más cerca de lo que nunca hemos estado, pero no hay que estar demasiado cómodos con eso. Tengo que seguir trabajando en mi matrimonio para que sea aún mejor. Siempre hay espacio para mejorar.
El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones), dijo:
“El matrimonio proporciona mayores posibilidades de obtener la felicidad que cualquier otro tipo de relación humana; aun así, algunos matrimonios no desarrollan plenamente el potencial que tienen. Por el contrario, permiten que su romance se eche a perder, dejan de valorarse el uno al otro y permiten que otros intereses o que los nubarrones del abandono oscurezcan la visión de lo que su matrimonio podría llegar a ser en realidad. Los matrimonios serían más felices si se nutrieran con mayor esmero”. (Nutrir el matrimonio, Liahona, mayo de 2006.)
El élder Nelson pasó a dar tres consejos sobre el fortalecimiento del matrimonio; apreciar, comunicar y contemplar (meditar o el desarrollo espiritual). En los artículos posteriores, tengo la intención de extenderme un poco sobre cada una de estas áreas.
Es muy fácil en nuestra rutina diaria tan ocupada olvidarse de la razón por la que todos lo estamos haciendo. Estamos aquí en esta tierra como una prueba. Se supone que debemos estar aprendiendo cosas importantes, como la forma de amarnos unos a otros y ser mejores personas y más humildes. El matrimonio es la escuela definitiva para aprender las mismas cosas. Cada día que damos nuestro matrimonio por sentado, perdemos la oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos y a nuestro Padre Celestial que somos capaces de llegar a ser algo grande, algo único, algo encantador, humildes, maravillosos y desinteresados. Como hijos de nuestro Padre Celestial, tenemos la responsabilidad de nutrir nuestro matrimonio, de apreciar a nuestro cónyuge, y amar a nuestros hijos. Ahora es el momento de trabajar, y el tiempo se está acortando.
Este artículo fue escrito por
Tudie Rose