Nuestro divino acuerdo

que aprendimos en la vida preterrenal

¿Has pensado alguna vez en lo que hacías antes de nacer en este mundo? ¿Cuáles fueron tus deseos? ¿Qué capacidades habías logrado?

El hecho es que tu alma fue diseñada para el crecimiento y la expansión. Siempre has existido, pero en algún momento en tu viaje al conociemiento en el mundo antes de este, querías obtener más de lo que ibas a lograr allí. Puesto que Dios quería que te desarrollaras a través de la experiencia, Él literalmente ¡TE DIO EL MUNDO! Él dijo:

“…haremos una tierra sobre la cual estos puedan morar; Y con esto los probaremos …”

(Abraham 3: 24-25).

Esta tierra se convirtió en un lugar para experimentar con ustedes mismos y con los demás.

Profundamente curioso

Estabas EMOCIONADO de poder venir a este planeta telestial tridimensional para poner a prueba todo lo que habías absorbido hasta ahora en tu existencia, de hecho, ¡gritaste de alegría! (Job 37: 8)

Tener un cuerpo físico era imposible de comprender. Nunca habías tenido uno antes. Aún no tenías un contexto para entender tus aventuras futuras. ¿De qué tenías curiosidad?

¿Cómo se sentirá el DOLOR?

¿Cómo se sentirá MIEDO?

¿Cómo se sentirá la ENFERMEDAD?

¿Qué tal con las EMOCIONES FUERTES, como la depresión, la lujuria, el dolor o el abandono? Ustedes vinieron a este mundo con ingenuidad, pero estaban decididos a aprender.

Tu plan personal

Tu, o personalmente diseñaste el plan de tu vida o se te dio la elección en las circunstancias que Dios quería que experimentaras. Querías tener esta experiencia en la tierra ¡no importa lo que implicara!

El presidente Henry B. Eyring enseñó:

“Él mismo las instruyó antes de venir a la tierra; las ayudó a comprender y aceptar que tendrían dificultades, pruebas y oportunidades perfectamente escogidas sólo para ustedes”.

(Hijas en el Pacto, abril de 2004)

Sus juicios y circunstancias fueron elegidos PARA ti y posiblemente POR ti, pero sin duda estuviste de ACUERDO.

Una vez escuché a una joven contar una “experiencia casi de muerte”. Su espíritu había dejado su cuerpo durante un accidente, y se encontró en un lugar diferente. Se sentía tan querida en ese reino celestial que cuando le dijeron que necesitaba volver a la tierra, ella se negó en absoluto. “¡No volveré! ¡No me gusta el estado en que mi cuerpo está! ¡Odio mi vida! No hay nada por lo que quiera volver! ¡No lo haré!” En ese momento, se le recordó suavemente un deseo preexistente que aún no se había cumplido. Esto cambió todo. Ella dijo: “¡Oh, … ahora recuerdo – sí, ¡tengo que volver!” Al instante ella estaba de vuelta en su cuerpo para llevar a cabo su plan previamente diseñado. Tan dura como la vida pueda ser, es lo que nuestro yo más profundo en última instancia quiere.

Superando a través de FORMAS de adversidad

Estabas comprometido y determinado en tu vida preterrenal a verte superando y trascender las circunstancias y el sufrimiento en esta vida, sin importar la forma en las que se pudieran tornar. ¿Qué FORMA de sufrimiento estás teniendo en tu vida? ¿Podría ser una pérdida financiera, soledad, enfermedad o duda? ¿Qué pasa con el dolor físico, la angustia o la depresión? Estas condiciones nos sitúan en un LABORATORIO de experiencia y aprendizaje que elegimos o ACORDAMOS en participar, no importa lo difícil que pueda parecer. Nuestro ser superior está disfrutando de estas oportunidades de desarrollo.

Ahora entiendo…

Queríamos ver cómo nos sentiríamos y reaccionaríamos durante las crisis de fe, problemas de salud, en las relaciones, algo que nunca podríamos haber sabido sin una prueba. Queríamos ver a nosotros mismos elegir la luz sobre la oscuridad. Queríamos ver cómo nos levantaríamos, pero sabíamos que incluso las veces en que fallábamos – aprenderíamos.

La experiencia es lo que nuestros espíritus anhelan – incluso en nuestras pruebas más severas. El Señor ha dicho:

“… si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien…”

(D & C 122 : 7)

Este sufrimiento es exactamente por lo que vinimos: “Oh, entonces ESO es lo que se siente al tener depresión …” o “¡Sí! ¡Finalmente entiendo como se siente el dolor y la traición!”

El élder Neal A. Maxwell dijo tan profundamente:

“La adversidad puede aumentar la fe o, en cambio, puede provocar que broten las raíces inquietantes de la amargura … Por lo tanto, ¿cómo podríamos realmente esperar deslizarnos ingenuos por la vida, como si dijéramos: Pero no dolor, ni pena, ni dolor, ni oposición, ni traición, y ciertamente no ser abandonado. ¡Guarda de mí, Señor, todas esas experiencias que te hicieron lo que Tú eres! Entonces, permíteme venir y morar contigo y compartir tu gozo”.

(Liahona, mayo de 1991, págs. 88-90)

¿Qué querías de esta vida?

Pregúntate: ¿Quién soy yo realmente?” “¿Qué quería yo de esta vida?” “¿Cómo es que la adversidad que estoy experimentando me está ayudando a ser más semejante a Dios? ¿Estoy dejando que me refina o necesito más pruebas para lograr mi objetivo?”

Quiero que sepas que sin tu PERMISO y DIVINO ACUERDO, las pruebas y dolores que has sufrido en esta vida no habrían sido colocados en tu camino. Recuerda que querías estas experiencias para que pudieras comenzar a entender lo que Dios entiende.

La próxima vez que tengas una prueba, considera (en algún lugar profundo dentro de los recovecos de tu alma), que tu ser más alto, más profundo ¡puede estar regocijándose!

Este artículo fue escrito originalmente por Anne Hinton Pratt y fue publicado en LdsMag.com, con el título Our Divine Agreement Español © 2017

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