Ante la tragedia que ha golpeado a República Dominicana y ha sacudido el corazón de toda la nación, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el Caribe ha expresado su profunda solidaridad, uniendo sus oraciones con el dolor de quienes han perdido a sus seres queridos o aún los buscan entre los escombros.
“Unimos nuestros corazones al dolor de las familias… ofreciendo nuestras oraciones por fortaleza y sabiduría en este tiempo de notable aflicción”, declara el mensaje compartido en su cuenta oficial de Instagram.
En medio de la devastación, el mensaje de la Iglesia resalta una esperanza firme: recordar nuestra identidad divina como hijos e hijas de Dios, lo cual puede convertirse en un ancla espiritual poderosa para quienes atraviesan este valle de dolor.
Como lo enseñó el presidente Jeffrey R. Holland en una conferencia general anterior:
“La fe no es una inmunidad contra la angustia, sino una reserva de fortaleza para afrontarla con paz y esperanza”.
Un llamado al consuelo divino
Este mensaje busca no solo expresar empatía, sino invitar a cada persona afectada a encontrar refugio en el amor de un Dios que no abandona. Un Dios de milagros. Un Dios que sostiene a Sus hijos.
“Oramos para que el consuelo divino llegue a cada hogar afectado… abriendo las puertas para conocer más profundamente el amor y el poder de un Dios de milagros”.
Fe en medio del duelo
Comprender nuestra conexión divina no borra el dolor, pero puede impulsarnos hacia la sanación y la recuperación personal. En ese espíritu, la Iglesia ha rendido un gesto solemne y respetuoso al izar la bandera dominicana a media asta en el templo, como símbolo de duelo y unidad.
“Con la bandera ondeando a media asta en el templo, expresamos nuestra solidaridad a la República Dominicana”.
Unidos en espíritu
En este momento tan difícil, el mensaje de la Iglesia no es político ni superficial. Es un llamado a recordar que la fe puede ser el bálsamo del alma. Es una invitación a orar por quienes sufren, a servir con compasión y a confiar en que incluso en la noche más oscura, la luz de Cristo no deja de brillar.