Recientemente, me pidieron que hablara en la sesión de liderazgo de mi conferencia de estaca con respecto a mis experiencias al haber dejado la iglesia durante tantos años y sobre mi reciente decisión de regresar. Decidí aprovechar esa oportunidad para compartir una lección a la comunidad Santo de los Últimos Días sobre cómo tratamos a los que deciden dejar la iglesia, independientemente de la razón.
Hoy se me ha pedido que comparta con ustedes mi experiencia al dejar la iglesia durante varios años y mi reciente decisión de regresar.
Quizás se sientan muy emocionados, y piensen que les voy a contar el ingrediente secreto para traer a sus seres queridos de regreso al redil. Lamentablemente esa no es mi intención.
Mi objetivo al hablar con ustedes hoy no es mostrarles cómo reavivar el testimonio de alguien o cómo quitarle las dudas. Por el contrario, quiero compartir lo que yo y los demás sentimos al salir de la iglesia, independientemente de su razón para irse.
Los invito a tener un corazón abierto al leer este artículo ya que encontrarán partes que quizás les despierten sentimientos de actitud defensiva o frustración. Si esto te sucede, te invito a mirar en tu interior y preguntarte: “¿por qué estoy sintiendo esto?”
Por qué las personas se alejan
Las personas dejan la iglesia por muchas razones. Algunos han sido profundamente lastimados u ofendidos por otros miembros de la iglesia, Algunos se han sentido desilusionados o traicionados por la iglesia debido a la inexactitud de la historia de la iglesia. Algunos han sido profundamente heridos por las acciones de los líderes o las políticas oficiales de la iglesia que afectan a las personas que aman. Otros dudan debido a las acciones imperfectas de nuestro profeta fundador, José Smith. Y muchos, simplemente sienten que no encajan.
Independientemente de por qué la gente se aleja, es lo que experimentan al irse lo que a menudo hace que nunca quieran regresar. De eso es lo que quiero hablar hoy.
Si tú nunca te has alejado de la iglesia, quizás no puedas comprender mi experiencia. Debes entender que es casi imposible simplemente abandonar la iglesia. Para la mayoría de nosotros, la iglesia es parte de todo lo que somos. Es parte de nuestro carácter e identidad. El Mormonismo está involucrado en nuestros valores morales, nuestras relaciones familiares y nuestras amistades.
Muchos de nosotros nos hemos visto rodeados de tradiciones de la Iglesia de Jesucristo desde mucho antes de nuestro nacimiento.
Escoger abandonar la iglesia, sin importar la razón, es difícil, complicado e increíblemente doloroso.
Las personas que han experimentado sentimientos de soledad extrema ó traición, ó pérdida total de su identidad, sienten como si la base sobre la que han construido su vida se está desmoronando. Sienten ira, una tristeza devastadora, alivio y frustración. Sienten la necesidad de pertenecer pero al mismo tiempo el deseo de estar solos. Se sienten traicionados, juzgados, despreciados y confundidos.
Es una experiencia terrible que te limita de tu habilidad de confiar en otros… especialmente en aquellos que pertenecen a la organización que te ha causado sufrimiento y dolor.
Por esta razón, aquellos que se alejan de la iglesia se vuelven a menudo cínicos, escépticos e insensibles.
Los miembros hacen que el dolor sea peor
Ahora tienes una idea pequeña del dolor que experimenta la mayoría de las personas cuando comienzan a abandonar la iglesia.
Con eso en mente, imagina cuán doloroso es tener que pasar por todas esas pruebas, lidiar con esas olas de emociones interminables y ver que las personas en las que tú te habías apoyado antes y habías confiado empiezan a distanciarse de ti, a compadecerte, a juzgarte y a criticarte por tus decisiones.
No sólo estás luchando una profunda batalla espiritual personal que no elegiste tener, sino que también sientes que la gente que dice que te ama, te está castigando por tus decisiones.
Los invito a considerar las palabras de Cristo en Doctrina y Convenios 81: 5
“De manera que, sé fiel; ocupa el oficio al que te he nombrado; socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas debilitadas”.
Si hay alguien en esta comunidad que necesita socorro, compasión, apoyo y empatía, es este grupo de personas que están pasando por una transición de fe.
La semana pasada, hice una pregunta en Facebook a un grupo que es conocido por ser una comunidad de ex-mormones, los cuales son muy abiertos respecto a sus frustraciones con la iglesia. Yo les pregunté, “¿Qué cosas deberían evitar los miembros de la iglesia para no causar un dolor innecesario cuando alguien que ellos aman decide alejarse de la iglesia?”
Aquí están algunas de sus respuestas:
Cuando las personas te tratan con lástima y te dicen cosas como, “estoy orando por ti”.
Cuando te conviertes en un “proyecto” y las personas sólo vienen a tu casa para cumplir con una responsabilidad o porque “él obispo los mandó”.
Cuando tu familia se convierte en una arma en contra de ti, cuando hacen que los nietos se emocionen para asistir a la iglesia, y los motivan para que vayan con sus padres en el futuro, o cuando usan el sellamiento en el templo de un ser querido como una motivación para que consigas una recomendación para el templo aún cuando saben que no puedes tener una o no quieres una.
Cuando supones que las razones por las que alguien dejó la iglesia es porque quiere cometer pecado, porque no tienen suficiente fe, o porque no están verdaderamente comprometidos. Hay muchas personas que han estado apartados de la iglesia durante muchos años, y nunca nadie les preguntó por qué se alejaron ni escucharon sinceramente sus respuestas.
Después de que las personas dejan de venir a la iglesia, quizás te sientes incómodo y los ignoras por qué no sabes qué decir, y dejas de tratarlos como amigos.
Cuando envías a los misioneros a que los visiten a pesar de que ellos han dicho que no quieren que los misioneros los contacten.
Asumir que el dejar la iglesia es igual a perder los valores morales.
Compartir tu testimonio con ellos suponiendo que sus dudas y pruebas desaparecerán por arte de magia.
Entonces, el problema al que nos estamos enfrentando es que las personas abandonan la iglesia porque están heridas, y con los intentos que hacemos para traerlos de vuelta los lastimamos aún más.
Lo que deberías hacer
Así que si no puedes hacer todas esas cosas para traer a los que tu amas de regreso a la iglesia, ¿qué deberías hacer?
La respuesta es simple: deja de intentar traerlos de vuelta a la iglesia. Simplemente ámalos.
No fue hasta que un obispo me invitó a su oficina -no para pedirme que regresara- sino para expresarme su amor por mí y mostrar empatía y comprensión por lo que yo estaba pasando, que incluso contemplé la idea de regresar.
Hablamos sobre todas mis pruebas y sobre la presión que yo sentía de vivir a la altura de un estándar cultural de perfección. Hablamos sobre mi enojo contra la iglesia y contra Dios. Sobre mi frustración con José Smith. Hablamos sobre la falta de compasión que a menudo mostramos por las personas que son diferentes a nosotros.
Él me escuchó. Empatizó conmigo. Me comprendió y me invitó a hablar más.
Me ayudó a lidiar con mi propia fe, y me mostró que está bien ser un mormón diferente. El tipo de mormón que lucha con preguntas difíciles. Un mormón que no tiene todas las respuestas. Uno que no sabe si la iglesia es verdadera.
Después me llamó para ser el presidente del quorum de élderes.
Al igual que mi obispo, y muchos amigos y familiares tanto dentro como fuera de la iglesia que me ayudaron a lo largo de mi viaje, nosotros (me incluyo a mi mismo) necesitamos hacer un mejor trabajo al cuidar de las otras personas, no solamente porque son parte de nuestra fe, sino también porque los amamos. Es parte de lo que somos, tener una preocupación genuina por nuestro prójimo.
Aquí les dejo un secreto: las personas saben cuando te acercas a ellos esperando algo a cambio.
Si somos realmente honestos con nosotros mismos, sabemos que la mayoría de veces que nos acercamos a nuestros seres queridos que han dejado la iglesia, lo hacemos con amor. Nos acercamos a ellos porque estamos preocupados de que no van a tener la gloria celestial.
Tenemos miedo de que si ellos no cambian su comportamiento, los perderemos para siempre, y nuestra esperanza de tener una familia eterna se pierde debido a sus decisiones “egoístas”.
Nos preocupa que sus decisiones harán eco a través de la eternidad a medida que sus generaciones se pierdan por las artimañas de Satanás.
Estos intentos de reconversión basados en el miedo casi siempre tienen que ver más con nosotros mismos que con ellos, a pesar de que tratamos de justificarlo.
Hermanos y hermanos, les quiero preguntar…
¿Ustedes tienen fe? ¿Pueden confiar en el plan de Dios? ¿Creen que Dios tiene un plan para cada uno de sus hijos?
Necesitamos cambiar nuestro enfoque y dejar de criticar y avergonzar a las personas por sus diferencias y sus dificultades de tal manera que los hagamos alejar de la iglesia.
Debemos dejar de criticar a las personas por ir de paseo con su familia un domingo, porque quizás nunca regresen.
No debemos criticar a los poseedores del sacerdocio por el color de camisa que utilizan en la capilla, o por su cabello facial. Debemos expresar gratitud por su asistencia y sus contribuciones, de lo contrario, se pueden alejar y nunca regresar.
Nunca podemos criticar a una mujer joven por usar un vestido que consideramos inmodesto. Eso puede causar heridas emocionales profundas que haga que se aleja y que nunca quiera regresar.
No podemos culpar a un hombre joven por mirar pornografía, por regresar a casa temprano de una misión o por no ir a una misión. Esas pruebas son difíciles de sobrellevar y si le agregamos más peso con palabras críticas podemos conducir a ese joven a la depresión, a la tristeza y a abandonar la iglesia y nunca regresar.
No podemos juzgar a las madres que trabajan fuera de la casa. Cuando juzgamos la capacidad de una mujer como madre, la hacemos sentir insignificante y como un fracaso. Eventualmente esta mujer puede apartarse y nunca regresar.
Y esta lista podría seguir, ya que cada uno de nosotros tiene una carga única.
La pregunta más importante
Estas preguntas determinarán la calidad de sus relaciones con sus amigos y familiares que son miembros a medida que ellos desarrollan su fe y pasan las pruebas de la vida.
¿Puedes crear un espacio amoroso en la iglesia para nuestros hermanos y hermanas cuya fe es diferente a la nuestra, ya sea en la iglesia o fuera de ella?
¿Qué estás haciendo para crear un espacio acogedor para estas personas? ¿Qué estás haciendo que podrían alejarlos… para siempre?
El evangelio de Jesucristo en el cual creo yo y el cual estoy tratando de vivir, me inspira a ser mejor y a reflexionar en cómo puedo ser mejor a medida que comprendo y acepto las debilidades de los demás.
El evangelio de Cristo no nos anima a ser complacientes con nuestro propio crecimiento y progreso mientras juzgamos y menospreciamos a otros por sus pecados o sus debilidades.
Cristo tenía un nombre para esas personas: “hipócritas”.
Finalmente me despido con una escritura. Quizás la escritura que más aprecio y la cual tiene un significado profundo para mi.
“Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado”. Juan 15: 12
Este artículo fue escrito originalmente por Nate Bagley y fue publicado en mormondom.com, con el título: “Why people leave the church… and never come back”