Los dones del Espíritu son bendiciones o habilidades espirituales que se reciben por medio del Espíritu Santo. Esos dones fueron quitados de la tierra durante la Gran Apostasía, pero Dios los restauró al comienzo de esta dispensación. El ejercicio de estos dones nos bendicen, nos edifican y nos unifican.
Las Escrituras enumeran algunos dones que podemos procurar (véase, por ejemplo, D. y C. 46)
Hay muchos dones, y a todo hombre le es dado un don por el Espíritu de Dios” (D. y C. 46:11)
¿Quiénes pueden recibir los dones del Espíritu?Dios otorga por lo menos uno de esos dones a todo miembro fiel de la Iglesia que ha recibido el don del Espíritu Santo.La gente que no ha recibido el don del Espíritu Santo también puede ser bendecida con habilidades extraordinarias para alentar y fortalecer a los demás.El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce, enseñó que los dones del Espíritu “nos pueden llevar a Dios y protegernos del poder del adversario. Además, ellos compensan nuestras ineptitudes y corrigen nuestras imperfecciones”
El élder Orson Pratt, del Quórum de los Doce, dijo: “Los dones espirituales se distribuyen entre los miembros de la Iglesia de acuerdo con su fidelidad, sus circunstancias, sus habilidades naturales, sus deberes y sus llamamientos; para que así todos puedan ser instruidos adecuadamente, confirmados, perfeccionados y salvados”
El Señor nos ha dicho: “…buscad diligentemente los mejores dones, recordando siempre para qué son dados” (D. y C. 46:8)
A fin de que todo hombre mejore su talento, y cada uno gane otros talentos, sí, hasta cien tantos” (D. y C. 82:18)
El profeta José Smith enseñó que muchos de los dones del Espíritu, como la sabiduría o el don de sanar, no se ponen de manifiesto sino hasta que se necesitan. Él dijo: “Se precisaría el tiempo y la circunstancia particular para la operación de estos dones”
El presidente George Q. Cannon enseñó: “Si cualquiera de nosotros es imperfecto, entonces es nuestro deber orar por el don que nos hará perfectos. ¿Soy yo imperfecto? Estoy lleno de imperfecciones. ¿Cuál es mi deber? Orar a Dios para que me otorgue dones que corrijan esas imperfecciones. Si soy una persona que se enfada mucho, entonces es mí deber orar y pedir caridad, que es sufrida y benigna. ¿Soy una persona envidiosa? Es mi deber buscar la caridad, que no tiene envidia. Y así con todos los dones del Evangelio, ya que ése es el propósito de ellos. Ningún hombre debería decir que no puede controlarse porque ésa es su naturaleza. Ello no lo justifica, ya que Dios ha prometido dar fortaleza para corregir esas cosas y otorgar dones para erradicarlas”
El élder Dallin H. Oaks explicó la forma en que su madre aplicó el principio de buscar los dones del Espíritu: “Mi madre enviudó y, al haber perdido a su esposo, sintió que le faltaba algo a su vida. ¡Oró tanto para que se le concediera lo necesario para cumplir con la responsabilidad de criar a tres hijos pequeños! ¡Ella estaba buscando, era digna y fue bendecida! Sus oraciones fueron cumplidas de muchas formas, incluso con dones espirituales. Ella poseía muchos, pero los que más recuerdo son los dones de la fe, del testimonio y de la sabiduría. Fue una gran mujer en Sión”
El élder Bruce R. McConkie enseñó: “Los dones espirituales son infinitos en número y en diversidad. Los que se mencionan en la palabra revelada son simplemente ejemplos”
El élder Marvin J. Ashton, del Quórum de los Doce, dijo que algunos de los dones que no son muy evidentes son: “El don de preguntar, el don de escuchar, el don de oír y de emplear una voz suave y apacible… el don de evitar la contención, el don de congeniar… el don de obrar en rectitud, el don de no condenar, el don de buscar la guía de Dios, el don de ser un discípulo, el don de interesarse en los demás, el don de meditar, el don de orar, el don de testificar y el don de recibir el Espíritu Santo”
Satanás procura engañar a la gente con dones espirituales falsos. El profeta José Smith, preocupado por algunas de las falsas manifestaciones de esos dones entre los miembros de la Iglesia, preguntó al Señor y recibió la revelación que ahora se conoce como D. y C. 50.
Si un don proviene de Dios, será edificante y causará regocijo. Nos llevará a hacer lo bueno, a amar y a servir a Dios y a creer en Cristo. Si una manifestación espiritual no edifica o nos conduce al pecado, no es de Dios.
El Padre Celestial nos ha dado talentos y dones espirituales a fin de ayudarnos a llegar a ser la persona que Él desea que lleguemos a ser.
Adquirir talentos requiere esfuerzo, pero cuán grande será nuestro gozo cuando escuchemos al Señor decirnos: “Bien. Tus dones y talentos se multiplicarán debido a tu diligencia” (véase Mateo 25:14–30).