¿Qué tipo de cosas nos pueden impedir tener una relación cercana con alguien? ¿Qué tipo de cosas pueden surgir en el camino? Prejuicios, orgullo, enojo, insuficiente comunicación, egoísmo y muchas otras cosas pueden conducir a una desavenencia entre nosotros y las personas a nuestro alrededor. Lamentablemente, esto ocurre normalmente en el mundo hoy. Es aún más lamentable considerar que estas diferencias con nuestros semejantes no sólo nos separan de ellos, sino también nos separan del Salvador. El enojo, el rencor y la contención ahuyentan el Espíritu de nuestros corazones.
3 Nefi 11:29— Porque en verdad, en verdad os digo que aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo, que es el padre de la contención, y él irrita los corazones de los hombres, para que contiendan con ira unos con otros.
Aún con lo incómodas que nos puedan hacer sentir estas situaciones, no hay nada comparado con el vacío que puede venir por la pérdida de paz en nuestras vidas y la pérdida del Salvador quien podría traer esa paz nuevamente. La respuesta del Señor a este problema es simple y directa.
3 Nefi 12:23-24— Por tanto, si vienes a mí, o deseas venir a mí, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, ve luego a tu hermano, y reconcíliate primero con él, y luego ven a mí con íntegro propósito de corazón, y yo te recibiré.
Como con muchas cosas que el Salvador nos pide, el camino no es fácil. Algunas diferencias son más fáciles de reparar que otras. Pero Él nos ha asegurado que la reconciliación es el camino a Su paz.
Este proceso toma mucha humildad y auto-control. Cuando llevamos la carga del odio y el descontento, ello envenena mucho nuestras vidas. Aún así, el Señor nos pide que lo abandonemos y que demos cabida a Su amor y gozo. Cuando más nos aferremos a esta parte de nosotros mismos, menos capaces seremos de sentir Su amorosa misericordia en nuestras vidas.
Puede ser algo pequeño: la pelea que tuvo con su cónyuge sobre cómo usar la lavadora de platos. Puede ser algo grande: las heridas de una niñez con abuso. El proceso es el mismo.
El Señor nos requiere perdonar y dejar atrás el pasado, así como nosotros le pedimos hacer por nuestros propios pecados e imperfecciones. Aún cuando el pecado en contra de nosotros parezca imperdonable, Él nos ha pedido que lo dejemos de lado. En ese proceso nosotros dejamos el dolor, la preocupación, y las heridas emocionales a Su cuidado. La gran bendición de la expiación entonces le permite al Señor socorrernos, sin importar el estado o sentimientos de la otra parte.
El presidente Gordon B. Hinckley ha dicho:
“Vemos la necesidad del perdón en los hogares de la gente, donde pequeños montículos de malos entendidos se convierten en montañas de discusiones. Lo vemos entre vecinos, donde diferencias insignificantes los llevan a rencores eternos. Lo vemos entre colegas que discuten y se rehúsan a comprometerse y olvidar, cuando, en la mayoría de los casos, si hubiera la voluntad de sentarse juntos y hablar calmadamente el uno con el otro, el asunto podría resolverse para bendición de todos. En vez de eso, ellos pasan sus días nutriendo rencores y planificando el contraataque…
“Si hubiera algunos que nutran en sus corazones la ponzoñosa poción de enemistad hacia otra persona, suplico con ustedes pedir al Señor fortaleza para olvidar. Esta expresión de deseo será el fundamento mismo de su arrepentimiento. Puede no ser fácil, y puede no llegar rápidamente. Pero si ustedes lo buscan con sinceridad y lo cultivan, llegará…
“… No hay paz en volver a recordar el dolor de viejas heridas. Hay paz solamente en el arrepentimiento y el perdón. Esta es la dulce paz del Cristo, que dijo, ‘Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios’ (Mateo 5:9)” (“Más a vosotros os es requerido perdonar” Liahona, Junio 1991, 2, 5)
No podemos cambiar el cómo nos traten los demás. Pero, siempre tendremos el albedrío de decidir cómo trataremos a los demás, y cómo reaccionaremos al trato que nos den. Que podamos aprender a enfocarnos más en la paz, una blanda respuesta, y un espíritu de amor que en tener palabras y acciones hirientes.
Por Alison Palmer el 29 de febrero de 2008