Nota del editor: Esta es la historia real de un campeón que no solo levanta pesas, sino también corazones. Una historia que mezcla fuerza, fe, nieve y mucho espíritu.
Brady Tanner no se rinde.
No lo hizo cuando no podía hablar.
No lo hizo cuando tuvo que cambiar de deporte por una cirugía.
Y mucho menos cuando la vida le dijo que sus límites serían diferentes.
Brady, miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Kansas, acaba de ser reconocido por tercera vez en un salón de la fama, esta vez en el North American Indigenous Athletic Hall of Fame. Tiene 45 años, es un cuarto cheroqui y ha sido atleta de las Olimpiadas Especiales por casi cuatro décadas.

Pero su historia va más allá de las medallas.
El campeón de la fuerza (y del corazón)

Desde el 2001, Brady entrenó junto a su padre, Gary, en el exigente deporte del powerlifting (levantamiento de potencia). Por 19 años, levantó mucho más que pesas: levantó oro en múltiples competencias nacionales e internacionales.
En los Juegos Mundiales de Olimpiadas Especiales en Grecia (2011), se llevó tres medallas de oro y una de plata con cifras impresionantes:
- 335 lb en bench press
- 525 lb en deadlift
- 500 lb en squat
- Y 1,360 lb en total
Sus logros lo llevaron a ser el primer atleta de Olimpiadas Especiales en entrar en el Salón de la Fama Mundial de Benchers y Deadlifters y en el Salón de la Fama del Deporte Indígena Estadounidense.
De las pesas a la nieve

En 2020, Brady se sometió a una operación de reemplazo de cadera. ¿El fin de su carrera? Para nada.
Cambió las pesas por las raquetas de nieve.
Entrenado una vez más por su padre, comenzó a correr sobre la nieve y, en marzo de 2025, representó a Estados Unidos en los Juegos Mundiales de Invierno de Olimpiadas Especiales en Italia, compitiendo contra atletas de 103 países.
Consiguió dos cuartos puestos en las carreras de 50 y 25 yardas… y logró su mejor tiempo personal. Su pueblo lo celebró con una portada en el periódico local.
Un espíritu que habla sin palabras
Brady fue diagnosticado con el síndrome de Rubenstein-Taybi, una condición que retrasó su habla hasta los 6 años. Aun entonces, solo su familia podía entenderlo. Pero en su barrio, siempre hubo alguien que entendía su lenguaje: el Espíritu Santo.

Sus maestras en la Primaria no necesitaban palabras. Su madre lo recuerda así:
“Cada una de sus maestras me decía que el Espíritu se sentía en la sala cuando enseñaban a Brady”.
Hoy, Brady sirve como maestro asistente de la Guardería y como maestro del Sacerdocio Aarónico, donde prepara y pasa la Santa Cena cada semana. Exige que su familia llegue temprano. Él no quiere faltar a su deber.
También ama leer historias del Libro de Mormón con su madre y ver videos de la Iglesia. A ellos los llama con ternura: “las películas de Jesús”.
¿Un campeón? Sin duda.
Pero no solo por sus logros en el deporte.
Brady Tanner es campeón porque corre con raquetas sobre la nieve… y camina con Cristo cada día.
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Fuente: newsroom.churchofjesuschrist.org