Sed vosotros perfecto
Sed vosotros perfecto: En Su sermón del monte, el Salvador amonestó: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
Revisando todo lo que Cristo ha revelado acerca de ser perfectos, aparecen dos tipos de perfección: una que sólo podemos honrar y proponernos en esta vida, pero la otra, es la que podemos hacer hoy por medio de Su gracia y guía.
El apóstol Bruce R. McConkie identificó estos dos tipos de perfección en su libro “Doctrina Mormona”.
“Hay dos clases de perfección –finita o mortal, e infinita o eterna. La perfección finita es algo que los santos juntos pueden obtener en esta vida. Consiste en vivir temerosos de Dios, con devoción a la verdad, caminando en total sumisión a la voluntad del Señor, poniendo en primer lugar las cosas del Reino de Dios. La perfección infinita está reservada para los que vencen todas las cosas y heredan la plenitud del Padre en las mansiones del más allá”.
El apóstol Pablo enseñó que el lograr el nivel más alto de perfección, Perfección Infinita, es la gran meta de la Iglesia de Cristo-es la razón principal por la que el Salvador estableció Su Iglesia:
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos, . . . hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4: 11-13).
Note cómo Pablo habla de un proceso de “perfección”, una travesía de fe que continúa “hasta” que los santos lleguen a una “unidad…al hombre perfecto”.
En la mortalidad, sólo podemos proponernos y honrar este nivel más alto de perfección—“la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. No obstante, “línea tras línea” (Isaías 28:10), un paso a la vez, nuestra travesía terrenal por fe se puede llenar con muchos momentos de Perfección Finita—aún en medio de fallas humanas (Rom. 3:12, 23).
Las escrituras describen a Noé, Set y Job como hombres “perfectos”. Ya que sólo el Salvador estuvo sin pecado en esta vida, estos tres hombres fueron eventualmente hechos perfectos por la gracia redentora de Dios y mediante los esfuerzos del convenio de arrepentimiento total y obediencia completa.
Posibilidades perfectas ahora: Momentos de perfección mortal
Para darse cuenta de las posibilidades de perfección hoy en día, en este momento, se debe hacer una clara distinción entre propósitos generales y perfección mortal-finita, la que nunca se puede alcanzar en la mortalidad, versus las tareas específicas e inspiradas una por una que son perfectamente posibles de hacer hoy.
Las facetas de perfección finitaque se pueden realizar ahora son específicamente concebidas y logradas por medio de una tarea particular a la vez. A ellas les llamo oportunidades alcanzables: momentos de perfección mortal. Un versículo del Antiguo Testamento hace alusión a la manera en que se realizan estos momentos:
“Sea, pues, perfecto vuestro corazón para con Jehová nuestro Dios, andando en sus estatutos y guardando sus mandamientos, como en el día de hoy” (1 reyes 8:61)
Dos claves para alcanzar momentos de perfección mortal o finita son:
1) Tener un corazón perfecto mientras caminamos en Sus caminos.
2) Aprovechando las oportunidades inspiradas en el momento inmediato: tomando el siguiente paso “como en el día de hoy”.
La frase “como en el día de hoy” expresa inmediatez—el presente, ¡ahora! Esto es donde los momentos de perfección mortal se manifiestan, no necesariamente a través de esfuerzos externos, sino trayendo al altar de adoración una ofrenda interna: un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Este es el sacrificio que compromete la gracia perfeccionadora de Dios.
Tanto el Rey David como el apóstol Pedro reconocían la necesidad de la intercesión Divina para lograr momentos de perfección mortal:
“Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:10). “Dios es el que me ciñe de fuerza, Y quien despeja mi camino” (2 Sam. 22:33).
Definiendo la perfección de acuerdo a las revelaciones del Señor
Es importante examinar las definiciones contemporáneas de la palabra “perfecto” y descartar aquellos significados que no se enseñan en las revelaciones del Señor:
Perfecto – etimología del Latin perfectus = realizar;
per = completamente + facere = hacer o actuar
Tener todas sus partes: total y completo
Ser enteramente sin falla o defecto
Correspondiente a una norma ideal
** Totalmente hábil: experto **
Satisfacer todos los requerimientos
Totalmente aprendido
Exacto; puro
Entre los significados anteriores, la idea de ser “completamente hábil o experto” no concuerda en forma consistente con las definiciones de las escrituras de perfección. De hecho, un enfoque en ser “perfectamente hábil o experto” en desempeño exterior es a menudo la definición exacta de perfección que puede imponer desánimo, depresión y estrés.
Por el contrario, los momentos de perfección finita que pueden complacer al Señor pueden parecer faltos de habilidad, aún aparentemente incómodos; aún lo que está dentro es la sincera intención de un corazón humilde–un corazón nuevo mediante el milagro redentor de Cristo. Al establecer una definición Divina de la Perfección Finita, el Señor Jehová estableció la importancia fundamental de tener un corazón perfecto:
“Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
Las escrituras definen los atributos internos de un corazón perfecto como: sumiso, sincero, como de un niño, no ofensivo,…consistentemente dejando de lado la voluntad egoísta y ciñéndose a la voluntad del Padre—estos son algunos de los atributos de un “corazón perfecto”.
Cristo dio el supremo ejemplo de obediencia con un corazón perfecto. Jesús enseñó que obedecer al Padre era más importante que la comida diaria (Juan 4:31-34).
Respecto a los esfuerzos externos de perfección, todo lo que podemos hacer es…hacer lo mejor que podamos para obedecer los llamados específicos del Espíritu; aún así, si nuestro sacrificio a Dios será aceptable y placentero, las ofrendas internas relacionadas con él se deben dar con un “corazón perfecto” y nada menos que eso.
Es instructivo notar que las palabras sacrificio y perfecto comparten la misma raíz en Latín, facere=actuar. Las definiciones derivadas de sus raíces Latinas, sacrificio significa acto sagrado, y perfecto significa completamente hecho o acto completo. El ser perfecto es un acto sagrado de total consagración; tal integridad completa y total se refleja en la forma en que debemos vivir el gran mandamiento:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente” (Lucas 10:27)
Correlacionando lo que las escrituras dicen acerca de la perfección con las definiciones contemporáneas, el significado finito del Salvador de “Sed vosotros perfectos” se refiere fundamentalmente a:
1) Obedecer completamente la voluntad del Padre, con exactitud, y pureza de corazón,
2) Volverse íntegro y sanado, sin defecto, completamente limpio mediante la sangre de Cristo.
Hay sinergia circular que ocurre cuando los actos penitentes y obedientes son totales y completos: nuestro Redentor nos vuelve íntegros y sanos–completos, sin defecto…perfectos. Y por otro lado de esta sinergia circular: como nos hacemos puros por la sangre de Cristo, nuestra disposición a obedecer constantemente al Señor se expande hasta la siguiente “línea”.
La perfección se gana línea tras línea, un paso a la vez
¡Suponer que Cristo no puede perfeccionarlo mediante una simple asignación en la vida mortal es subestimar miserablemente el infinito poder y compasión de nuestro Salvador y Redentor!
Algunos pueden estar sorprendidos al darse cuenta de que aún la Perfección Mortal del Hijo de Dios se dio “línea tras línea”. El Evangelio de Lucas registra: “El niño crecía y se fortalecía, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40). El apóstol Pablo describe cómo Jesús aprendía obediencia mediante Sus pruebas mortales y fue “perfeccionado” por la gracia del Padre:
“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8,9).
Un apóstol de los últimos días, James E. Talmage, escribe acerca del crecimiento de “gracia en gracia” del Niño, Jesús de Nazaret:
<!–[if gte vml 1]> <![endif]–><!–[if !vml]–><!–[endif]–>“Vino a habitar entre los hombres para experimentar todas las condiciones naturales de la mortalidad; Él nació como un verdadero dependiente, bebé indefenso como cualquier otro niño; Su infancia tuvo todas las características de la infancia de otros; Su juventud fue una juventud real, Su desarrollo fue tan necesario y tan real como el de todos los niños. Sobre Su mente había caído el velo del olvido como sucede a todos los que nacen en la tierra, por el cual no tenemos recuerdo de la primera existencia. El Niño creció, y con el crecimiento pudo expandir Su mente, desarrollar sus facultades, y profesar en poder y entendimiento, Su avance era de una gracia a otra,…de bien a mayor bien,…de favor de Dios a mayor favor”.
Línea tras línea, un paso a la vez, la Perfección Finita del Hijo de Dios se desenvolvió, y por medio de cada fase de su inmaculada maduración mortal: Él fue siempre completamente puro y sin pecado y Su obediencia al Padre fue humilde y completa–perfecta.
No fue sino hasta que Cristo resucitó que Él logró la Perfección Infinita. Esta verdad se conoce comparando la invitación de Cristo a la perfección en el monte de Jerusalén (Mateo 5:48) con las palabras un Cristo resucitado y glorificado habló a los habitantes de la antigua América (2 Nefi 12:48).
Los Pasos Específicos de la Perfección Finita:
Total arrepentimiento y completa obediencia con un corazón perfecto
Claro que la mayoría de los mortales no puede lograr un “corazón perfecto” durante cada momento de cada día de cada año–todos nos “quedamos cortos” ante el ejemplo del Salvador. Además, la perfección finita de Job, Set, Noé y otros requirió arrepentimiento y redención para llegar finalmente al pináculo de ser perfectamente limpio y consistentemente obediente, como Cristo.
Otra vez, desde un punto de vista general de la Perfección Finita, la mayoría de mortales serán siempre inadecuados; pero desde un punto de vista específico de oportunidades particulares “como en el día de hoy”, es completamente posible obedecer un dictado del Espíritu con un corazón perfecto—ahora mismo.
El Señor pacientemente nos invita a dar el siguiente paso en el proceso de la perfección: aprender el próximo precepto del evangelio y crecer al siguiente grado de gracia. El Señor pacientemente espera para inspirar y elevarnos a Su Perfección Infinita.
Es sorprendente lo que dos pueden hacer, cuando uno de ellos es Dios.
La posibilidad inmediata de llevar a cabo momentos de perfección finita se ilustra en la vida de un profeta de la antigua América:
“Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado (1 Nefi 3:7)º
El Señor dio al profeta Nefi, un mandamiento directo y personal de cumplir una asignación específica, que no estaba al alcance de su poder mortal, pero con la ayuda de la intervención Divina: “él nunca da mandamientos…sin prepararles la vía”. Recuerden, siempre es mediante la intercesión Divina que nosotros somos elevados a momentos de Perfección Finita–“Dios es el que me ciñe de fuerza, Y quien despeja mi camino” (2 Sam. 22:33)
Cristo enseñó que “separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Esta es precisamente la razón por la que no debemos enorgullecernos en una supuesta rectitud, porque toda jactancia queda excluida. La verdad es que cada buena obra que hacemos sucede exclusivamente mediante nuestra fiel conexión con la verdadera “vid”.
El Milagro del Perdón:
Perfectamente Puro mediante la preciosa sangre de Cristo
Además de las posibilidades reales e inmediatas de ser obedientes con un corazón perfecto la otra faceta factible de Perfección Finita es que el arrepentimiento perfecto de hoy: Mediante el milagro del perdón, se nos puede hacer limpios, completos y curados a través del milagro de la sangre redentora de Cristo-un milagro invocado cada vez que nos arrepentirnos sincera y completamente.
¿Realizaría Cristo un lavamiento de pecados en cualquier otra manera que no fuera… completo y perfecto?
Mediante la expiación de Jesucristo, todos aquellos quienes le creen y le siguen fielmente se volverán como niños inocentes y puros. En una revelación de los últimos días Cristo declaró:
“Porque puedo haceros santos, y os son perdonados vuestros pecados” (D y C 60:7)
Este lavamiento sagrado aún no es una redención a la Perfección Infinita, sino un lavamiento perfecto a un nivel específico de luz–un nuevo grado de gracia. En otra revelación de los últimos días, el Señor explica que Sus Juicios se ajustan a la capacidad y conocimiento individual:
“Porque de aquel a quien amucho se da, mucho se requiere; y el que peque contra mayor luz, mayor condenación recibirá” (D. y C. 82:3)
Nuestra perfección finita se desarrolla paso a paso como el Señor nos guíe, gateando antes de poder ponernos de pie, caminando antes de poder correr, alimentándonos con leche antes de consumir carne, aprendiendo línea tras línea, aún como el joven Jesús de Nazaret creció de gracia en gracia.
“Por tanto, sed prudentes como la serpiente, y al mismo tiempo sin pecado; y yo dispondré todas las cosas para vuestro bienestar, en cuanto podáis recibirlas” (D. y C. 111:11); “No podéis aguantar ahora la presencia de Dios, ni la ministración de ángeles; por consiguiente, continuad con paciencia hasta perfeccionaros” (D. y C. 67:13)
Por Matt Moody el 25 de diciembre de 2007