“Volvimos de la misión con cuatro hijos… y partimos con tres.”
Así resume Jenny Guthrie una de las experiencias más transformadoras de su vida: servir como líder misional mientras llevaba una nueva vida dentro de sí.

Junto a su esposo, Jenny fue llamada a presidir una misión en Texas. Durante el primer tramo de su servicio, todo fluía con energía y propósito. Participaba en lecciones, visitaba misioneros y se entregaba completamente al servicio. “No era fácil, pero me sentía capaz de dar con abundancia”, recuerda.

Sin embargo, el plan del Señor incluía algo más.

Pruebas inesperadas

En medio de su misión, Jenny quedó embarazada… y poco después, sufrió una pérdida. Luego, la pandemia de COVID-19 cambió por completo la manera de ministrar. Su misión, como la de muchos, tuvo que adaptarse a una nueva forma de servir.

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Más adelante, volvió a quedar embarazada. Pero esta vez, su salud le impidió levantarse de la cama durante tres meses. La líder llena de energía que una vez fue, ahora solo podía descansar y orar.

Y en ese silencio forzado, comenzó a escuchar de nuevo al Señor.

¿Qué ofrenda estás trayendo?

“Fue una lección profunda del Señor sobre cómo Él ve las cosas”, comparte Jenny. Durante ese tiempo de limitaciones físicas, su mente fue invadida por la comparación. “Ya no podía hacer lo que antes hacía… ¿Estaba fallando?”, pensó.

Pero el Espíritu le recordó algo que cambiaría su perspectiva para siempre: todas las ofrendas sinceras son valiosas para Dios. Incluso aquellas que son “desordenadas, silenciosas o aparentemente pequeñas”.

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Se sintió como la viuda del Nuevo Testamento que dio sus dos moneditas, lo único que tenía.

“No era una ofrenda perfecta. Era difícil, era fea, era lo que podía dar… y sentí que el Señor la valoraba aún más”, dijo con ternura.

Servir en cada estación de la vida

La experiencia de Jenny nos enseña que nuestras circunstancias no limitan el amor de Dios por nosotros, ni el valor de nuestras contribuciones. A veces servimos con fuerza y energía, y otras veces desde una cama, con un corazón dispuesto.

“El mensaje siempre es el mismo: entrégale al Señor lo mejor que tengas. Aunque tu ‘mejor’ cambie con el tiempo”.

Lo importante no es cómo luce tu ofrenda… Sino que venga de un corazón sincero.

No importa si hoy tu servicio es enseñar una clase, hacer una llamada, criar a un hijo, o simplemente orar por alguien. Todo cuenta. Todo es sagrado.

¿Estás en una etapa diferente de tu vida y te preguntas cómo servir? Pide guía al Señor. Él conoce tu corazón… y lo recibe con gozo.

Fuente: LDSliving

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