Al final de su entrenamiento, los pilotos de combate reciben un apodo oficial, conocido como señal de llamada, y es un gran acontecimiento. Estos distintivos no son algo que los pilotos puedan elegir por sí mismos; son asignados por sus compañeros y suelen basarse en la personalidad, alguna debilidad o incluso un error embarazoso, todo como parte de la camaradería militar. Una vez asignado, ese distintivo generalmente acompaña al aviador durante toda su carrera.
Contrario a los apodos de películas como “Maverick” o “Iceman”, es más común recibir nombres como “Meatloaf”, “Bus” o “Sidewalk”, cada uno con una historia memorable detrás, según un informe de noticias de 2022.
Cuando la primera teniente Savannah Raskey estaba a punto de recibir su distintivo de llamada, ella estaba dispuesta a aceptar lo que fuera. Sin embargo, oró repetidamente para que fuera algo que la ayudara a representar su fe y su identidad como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Oré para que me dieran una señal de llamada que pudiera usar para reflejar la luz y el amor de Dios”, dijo Raskey. “No serví una misión tradicional, pero siento que fui puesta aquí para servir de otra manera”.
Sus oraciones fueron respondidas cuando se le asignó el distintivo “Sista” (hermanita), un nombre con profundo significado espiritual para ella. Este apodo se ha convertido en una parte esencial de su identidad, no solo como piloto de combate, sino también como una embajadora de su fe.
“Es increíble llevar esa etiqueta todos los días”, comentó. “Cuando asisto a espectáculos aéreos o me encuentro con gente, me presento como ‘Sista’, y eso me recuerda constantemente cuáles son mis prioridades y cómo debo interactuar con los demás de una manera que agrade a Dios”.
Un camino inesperado hacia los cielos
Curiosamente, ser piloto de combate no estaba en los planes originales de Raskey. Creció en Orlando, Florida, en una familia predominantemente Santos de los Últimos Días, con un padre que no era miembro y que también era piloto. Aunque su padre deseaba que ella volara, Savannah soñaba con estudiar ópera y convertirse en cantante.
A los 18 años, se unió a la Guardia Nacional Aérea de Utah con la intención de desafiarse a sí misma y ser parte de algo más grande, desempeñando funciones de mantenimiento. Pasaron 10 años hasta que decidió darle una oportunidad al vuelo, después de que su padre dejara de insistirle. Fue entonces cuando tomó una lección de vuelo y todo cambió.
“Me enganché de inmediato”, comentó. “Me di cuenta de que lo que me frenaba era pensar que no era lo suficientemente capaz. Pero algo dentro de mí sabía que, con trabajo duro, podía lograr lo que me propusiera”.
Aunque su pasión por el canto seguía presente, en 2017 audicionó para America’s Got Talent y avanzó en la primera ronda. Sin embargo, cuando la segunda audición coincidió con una entrevista para un puesto de piloto, tuvo que tomar una decisión.
“Pensé en lo que me traería más alegría al final del día, y supe que servir a mi país era lo correcto”, explicó. “Quería dar lo mejor de mí para proteger a quienes nos defienden, a mi familia y nuestras libertades en este increíble país”.
Fortalecida por la fe
Durante su carrera en la Fuerza Aérea, Raskey ha enfrentado desafíos que han fortalecido su fe. Uno de esos momentos fue durante el campo de entrenamiento, donde oraba cada noche junto a su cama. Sus compañeras, al notar su costumbre, comenzaron a pedirle que orara por ellas también.
“Descubrí que esa conexión con Dios era algo especial que no todos tenían, y me di cuenta de cuánto apoyo celestial podía ofrecer”, recordó.
El camino para convertirse en piloto de combate no fue fácil, pero su fe fue su roca. En medio de las dificultades del entrenamiento, decidió que el Evangelio de Jesucristo sería su prioridad número uno.
“Cuando puse mi fe por encima de mi deseo de ser piloto, mi testimonio floreció”, explicó. “Lo que más importa es lo que dura para siempre, y ese es mi testimonio. No baso mi valor en ser piloto de combate, sino en ser hija de Dios”.
En el ejército, Raskey ha tenido que mantenerse firme en sus creencias. En una ocasión, le dijeron que no sería aceptada como piloto de combate si no bebía alcohol. Ella se mantuvo fiel a sus principios.
“A veces parece que tienes que encajar en un molde para ser aceptado, pero he visto que cuanto más me aferro a mi fe, más respeto recibo”.
Inspirada para elevarse
En momentos de dificultad, Raskey ha encontrado consuelo en los mensajes de líderes de la Iglesia, como el élder Dieter F. Uchtdorf, cuya experiencia como piloto la inspira. Además, unas palabras del fallecido Jon M. Huntsman, Setenta de Área, en un devocional de BYU, le han servido de guía:
“Dios no nos puso aquí para fracasar. Tú y el Señor, trabajando juntos, pueden lograr cualquier cosa”.
Al volar por los cielos, Savannah Raskey siente una conexión especial con su Creador. Le encanta el desafío de su trabajo, y más aún, la certeza de que su verdadera identidad radica en ser una hija de Dios.
“Ser piloto de combate es lo que hago, pero ser discípula de Jesucristo es lo que soy”, concluyó. “Ver la mano de Dios en cada lucha y triunfo es lo que realmente me fortalece”.
Fuente: Deseret News