Magnificar nuestro llamamiento
Mis hermanos y yo jugábamos un juego horrible cuando éramos niños, tomábamos una lupa y la utilizábamos para quemar hormigas. Si agarrábamos la lupa en la posición correcta, las hormigas empezaban a retorcerse bajo el calor intensificado.
No estoy promoviendo ni condonando esta práctica desagradable. Sin embargo, hay algunas cosas que podemos aprender de esta analogía acerca de magnificar nuestros llamamientos.
El profeta Jacob habla repetidamente de su, y nuestra, responsabilidad de magnificar nuestros oficios, y hay muchas facetas importantes para este cargo, pero me enfocaré en sólo dos ideas que aprendí de esta historia.
¿Qué estamos magnificando?
Mis hermanos y yo no produjimos el calor que las hormigas sentían; nosotros simplemente estuvimos en el preciso lugar para que [el calor] pudiese llegar a ellas. La fuente de la luz y el calor era el sol.
Del mismo modo Jesús nos dice: “Yo soy la luz que debéis sostener en alto”. Y en el bello salmo de su madre, María dice: “Engrandece mi alma al Señor”.
A medida que magnificamos nuestros llamamientos, no debemos ser nosotros quienes nos ampliamos en la vida de aquellos a quienes servimos, sino Dios y su amor. Él es la fuente de la luz y el calor; nosotros simplemente estamos tratando de posicionarnos de una manera en la que podamos llevar esa luz más plenamente en la vida de aquellos a quienes servimos.
¿Quién recibe el reconocimiento?
Las hormigas podían sentir el aumento de la temperatura, pero no reconocían nuestro rol de traerla a ellas. No tenían ni idea de que estábamos de pie sobre ellas, centrando nuestros esfuerzos y atención en ellas.
Del mismo modo, aquellos bajo nuestra guía deben sentir el aumento de luz y calor en sus vidas, pero por lo general no reconocerán (ni deberían hacerlo) nuestro rol en ayudar a que los sientan. Debemos dejar que nuestra luz brille, (de tal manera) que los que ven nuestras buenas obras glorifiquen a Dios, y no a nosotros.
A veces es frustrante trabajar duro en una lección o actividad y no recibir reconocimiento, pero somos instrumentos en las manos de Dios, y el sol, no la lupa, merece la gloria. Si estamos trayendo a otros más cerca a Cristo, estamos progresamos.
Y a medida que llevemos la luz a las vidas de otros, nuestra propia vida y fe serán más brillantes. Juntos recibiremos el calor del fuego del Evangelio.
Artículo escrito por Lisa Teixeira para lds.net. Traducido al español por Mariela Viernes.